Si una noticia detrás de otra se puede considerar como “cortina
de humo” de la anterior, esta semana no sé si se puede considerar como la “semana
del telón”, pero tanto a la Reina Leticia y sus dimes y diretes con su suegra,
y a Cristina Cifuentes que no termina de poner orden en sus papeles “escolares”,
les ha podido venir bien este nuevo giro de guion, como las series televisivas, en lo
ocurrido con Puigdemont y la justicia en Alemania, para que les dejen un poco
tranquilas.
Al parecer, y este vecino se entera mediante un diario
digital “La justicia alemana deja en
libertad bajo fianza a Puigdemont mientras estudia la entrega a España y
descarta el delito de rebelión”.
Y no sé por qué, llámenme malpensado, pero me he acordado
de aquel día, aciago día, ya lo he contado hace mucho en estas mismas páginas,
en el que por dos veces perdí, en la misma jornada, un autobús en el que estaba el primero
en la cola. Y como iba con mi hija, de tres o cuatro años, y mi madre, que ya
era una señora por entonces más cercana a los ochenta que a los setenta, y grupos
de alemanes, no diré que maleducados porque ni nos miraron a la cara,
decidieron que no nos veían, debe ser
porque todos nos sacaban de 20 centímetros para arriba y nos ignoraron.
Era en Tenerife, en San Bartolomé de Tirajana, más
concretamente en Playa del Inglés. Allí aprendí que los alemanes, no sé si son
muy suyos, o si te descuidas todo les pertenece, o una combinación de ambas
cosas. También aprendí, y hablo de los años noventa, que aunque se las daban de
ricos, en realidad ellos pagaban por tres semanas de vacaciones, lo que
nosotros lo hacíamos por dos.
Alguien dirá, que
seguro que yo no estaba bien informado, o que ahora no está bien informada la
justicia española, pero seguro que si en iguales circunstancias esos problemas
los tuviera ahora el gobierno alemán, los gerifaltes germanos ya habrían
conseguido doblegar la opinión de nuestro gobierno.
En momentos así, me acuerdo de esa gran obra nuestra que
es Don Quijote, y le veo más vivo que nunca, esta vez campando por bosques
alemanes, más refugiándose en la cerveza que buscando a Dulcinea.
No hay manera
de hacernos respetar, aunque conviene no olvidar todavía que no hay una decisión final
tomada en esa nueva aventura de "Puigdemont ahora en Alemania", y que siempre puede caer un nuevo telón a modo de otra cortina de humo; pero miedo me dá, porque puede ser peor el remedio que la enfermedad.
*FOTO: DE LA RED
*FOTO: DE LA RED
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