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jueves, 19 de noviembre de 2020

LLEVANDO LA VOZ CANTANTE...

 

Yo ya llevo un tiempo hablando solo en casa, y por cierto ni se me caen los anillos ni reniego de ello; al contrario, muchas veces me propongo yo mismo temas de los que hablar. Eso sí, he decidido que en vista de que la Navidad se acerca, y por aquello de que a la fuerza ahorcan, me voy a obligar este año a cantarme algún villancico.

La gran duda es si me voy a asignar un villancico determinado, queda descartado de todas todas el de María Carey, por el más que evidente peligro de que se me altere la glucosa, o realmente me sorprenda con alguno de los clásicos de Bing Crosby e incluso me supere haciendo hasta los coros de las Andrews Sisters.

De todas maneras, habrá que andar con cuidado, y hablándome, como dirían los clásicos, muy quedo, porque como habrá limite de comensales, que se estima en unos cuatro, no sea que esa noche me convierta en un Carlos Latre sin licencia,  y vengan las autoridades competentes bajo la sospecha de que tengo al Orfeón Donostiarra dentro del armario.

Teniendo en cuenta lo surrealista que ha sido todo este año, lo de menos será que uno se hable, porque tal como está el patio, no se puede descartar ningún puente tendido, aunque sea con uno mismo. Esperemos que no me digan lo mismo que se decía con la autosatisfacción personal en tiempos de Franco, que te amenazaban con una ceguera permanente. Y es que ya sabréis, los que me seguís permanentemente, que este vecino no está como para perder más visión de la jugada…

Ya para terminar, esperemos, porque podía ser peor, que en cualquiera de las cenas de Navidad no me posea la voz del “cuñao” intentando demostrarme que soy un mindundi, y tenga que dejar de beber alcohol para ver si de esa manera el “cuñi” se calla. 

*FOTO: DE LA RED

domingo, 22 de julio de 2018

VACACIONANDO, QUE ES GERUNDIO


Lo que tiene ir de vacaciones cuando ya estás  jubilado es que en realidad eres como un taxista, solo tienes que izar la bandera de tu decisión, y …¡ya estás!


Aunque la adaptación para pasar a modo vacacional cuando tampoco tienes muchas ganas de bañarte en sudor, pasa primero, es mi opción, en esconderte en plan zulo, durante unas cuantas horas, incluso un día, para sufrir una descompresión de todos tus malos espíritus y descansar.

A ser posible un conato de hibernación tampoco estaría mal visto, por lo que pueda ocurrir en días posteriores. Ya que las vacaciones, por mucho que se exploren cada año, porque lo de disfrutar es mucho suponer, siempre pueden estar llenas de desagradables sorpresas. Como que el lugar que habías contratado por internet no tenga nada que ver con aquel apartamento con vistas al mar cuya foto te habían adjuntado gentilmente en un email, y que el único parecido con la realidad es que tu apartamento está en el pueblo que suponías donde está el mar que quieres disfrutar, pero bastante más alejado, y mucho más pequeño.

Nos pasamos el año intentando acercarnos lo más posible a nuestra noción de excelencia vital; sin embargo, llega vacaciones, y sin saber a ciencia cierta por qué disfrutamos vistiendo con ropas de mercadillo, y con gorros o pamelas que más que librarnos del calor en el fondo nos libran de ser reconocidos. 

Otro síntoma vacacional es que, de pronto no nos importa enseñar nuestras vergüenzas confesables en  la playa, mientras siempre encontramos a un niño desnudo jugando en la orilla, y que tanto nos recuerda  a nuestra propia infancia.

Al igual que al desapego  repentino  por lucir como Petronio, lo mismo nos ocurre con esas ganas inmensas que nos entran, a nosotros y a otras cincuenta personas que ya están haciendo cola por delante nuestro, por cenar en terraza, o lo que es peor, en la mitad de una calle; por el mero hecho de que hace buen tiempo y hay que aprovechar el día al límite. Con el grave riesgo de que tus platos se puedan convertir en diana de todo lo que pudiera caer de los pisos adyacentes. Y que exista la gran posibilidad, no es pesimismo sino realismo, que lo más sorprendente que te pueda aportar ese ágape nocturno, sea lo disparatado de la cuenta.

El hombre, y por supuesto la mujer, son los únicos animales que tropiezan dos veces en la misma piedra vacacional, y además, siempre declararán que lo han disfrutado.

*FOTO: F.E. PEREZ RUIZ-POVEDA