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sábado, 4 de mayo de 2019

DESGRACIADAMENTE NO ES UN ZOMBIE...



Si te estás buscando, te acabo de ver por el pasillo.”

Esta frase ni pertenece a ningún monólogo, ni forma parte de un chiste, sin embargo la acabo de decir hace unos minutos, viendo lo que se aproximaba por el pasillo…

Si fuéramos a hacer una película, comenzaríamos diciendo la célebre frase “basado en hechos reales”.

Es que el despertar de un hijo, sentimientos al margen, da para mucho si, haciendo un esfuerzo, se le observa como alguien alejado del lazo familiar.

Hoy, sábado, pasadas las doce menos cuarto del mediodía, se abre la puerta de la habitación de uno de nuestros hijos, treinta y cinco años, y actualmente cobrando el paro hasta que enlace con un nuevo contrato en una de las empresas que le contratan siempre, pero que no le quieren tener “fijo”, y por eso cada cierto tiempo le rescinden el contrato.

Ni bebe ni fuma, pero las noches le sientan fatal a la hora de intentar dormir, con lo cual, el resto de su día despierto, está en un jet lag constante. Diríamos que el viaje de hoy, al menos viendo el resultado de lo expuesto en la pasarela "pasillo", lo ha hecho desde Canadá, y que las condiciones atmosféricas han sido bastante complicadas, por lo que el aterrizaje ha sido de todo, menos sencillo.

Siempre he pensado que lo mismo que se donan órganos vitales, también se deberían donar “sonidos”, sí, sonidos, que nuestros cuerpos en determinadas situaciones efectúan, y que viendo el resultado a posteriori, nunca nadie creería de dónde provienen. Para luego, por ejemplo, ser editados como efectos especiales cinematográficos.

Seguro que si lo pensáis, en vuestro entorno también conocéis a algún buen candidato, alguien que tenga más resonancia que una catedral vacía . En mi familia, desde luego, habría unos cuantos donantes, y seguro que si pregunto al resto de la familia, yo también sería un candidato más que encomiable.

Y es que a medida que nos vamos haciendo mayores, nuestros cuerpos van adquiriendo unas altas capacidades sonoras, que serían impensables viendo a un niño de corta edad.

Si te estás buscando, te acabo de ver por el pasillo.” Bien pensado, lo que le he dicho hoy a mi hijo, en realidad es el resumen de lo que es la vida, una continua búsqueda en medio de la oscuridad del destino…

*FOTO: DE LA RED

martes, 5 de septiembre de 2017

LA BODA QUE SE CONVIRTIÓ EN MERIENDA


Hoy he leído por algún lado, que se cumplen quince años de aquella gran boda de Alejandro Agag y Ana Aznar, la hijísima. Una boda de cuento, que luego se demostró, que con mucha gente dentro que vivía precisamente de eso, del cuento, y naturalmente sufragados por todos nosotros.

Me pueden decir que esa fecha conviene recordarla, para no olvidar lo que luego ocurrió, o mejor dicho, al parecer ya estaba ocurriendo, sólo que el olor a putrefacción no fue detectado hasta mucho tiempo después. Pero lo mismo, que una relación tóxica conviene terminarla, e incluso enterrarla, por sus residuos, estos “recuerdos” deberían de ser enterrados, o mejor dicho “ahogados”, como dice aquella canción infantil, “en el fondo del mar, matarile-rile-ron”.

Y quizás la boda de Agag y Aznar , después de todo, como metáfora en su concepto es redonda. Una boda de esas que dicen en mi pueblo de “tiros largos”, para negocios que luego se han ido demostrando que tenían el tiro trucado, que eran de todo menos limpios. La inocencia de lo blanco de una novia en contraposición con todo el barro del mundo en muchos de los negocios que los invitados representaban. O dicho de otra manera, muchos de los presentes llevaban un buen marrón puesto, por mucho que fueran disfrazados de “marca”.

Un presidente entonces, Don José María Aznar, que casa a su hija intentando de alguna manera entroncar ese acto con nuestra historia, usando a El Escorial como túnel del tiempo; y el mismo tiempo ha ido demostrando, que aquello en lugar de una boda, fue una merienda de negros, intentando soslayar, en esta expresión, toda connotación racista, aunque en realidad, con aquella representación de Pasarela Cibeles (que nadie olvidará, y que además de eso se trataba), ellos mismos iban demostrando que lo suyo era una casta a la que no podía acceder cualquiera.

El tiempo nos hace sabios, amén de viejos, e incluso a modo de moraleja nos enseña que aunque las vergüenzas se vistan de largo, vergüenzas se quedan.

Lo dicho, momentos como el de la citada boda, que lo único que tuvo de popular era la ideología de la mayoría de los invitados, es mejor evitarlos en nuestros recuerdos; más que nada, como en el caso de este vecino del mundo, para intentar que sus tensiones, alta y baja, no se junten en una conexión fatal.


¿Lo mejor de aquella boda? La obra de teatro que representaron más tarde los de “Animalario”, siendo galardonados, además, con muchos premios, demostrando que incluso de la corrupción también se puede hacer arte. No confundir, con el arte que muchos tuvieron para adornar su corrupción.

*FOTO: DE LA RED

lunes, 12 de diciembre de 2016

PASARELA DONOSTIARRA, O UNA FOTO BUSCANDO EXPLICACIÓN...


Lo bueno que tiene vivir en una ciudad como San SebastiánDonosti para sus habitantes y enamorados, es ese poder intrínseco que tienen sus moradores y visitantes, de poder caminar entre fotografías de historia, salitre y cemento. De poder mezclarse con su horizonte.


Días con sus correspondientes noches en las que todos los gatos son pardos, pero como estamos en la ciudad que estamos, por supuesto que los gatos necesitan ser, tienen que ser, también de pedigrí. Calles, paisajes, en los que caminando, observando, quizás puedas encontrar la cara oculta de la foto perfecta. Ese ángulo que no habías contemplado, y que te sugiere durante unos segundos otra cosa. Puede ser el comienzo de algo efímero, como el abrir de una puerta a algo desconocido, una ciudad olvidada, o sin descubrir quizás, dentro de otra.


Sin embargo, hoy, revisando unas instantáneas tomadas de Donosti en Diciembre, una foto ha jugado a ser traviesa, y mientras siempre se ha dicho, al menos desde que se inventó la fotografía, de que una imagen vale más que mil palabras, una imagen determinada, la que mostramos al principio, ha jugado a necesitar palabras para explicar los mundos que puede abrir.


Ese viaje, quizás a los infiernos, que sugieren esas escaleras que se ocultan, no se pierden, en esa mar que parece ahora en calma. Esa cara B que se puede encontrar tras una cara A a enmarcar. El yin y el yang pero disfrazados de vida diaria. Lo que las luces de la pista central, del paisaje central, no pueden alumbrar. 



Y para remarcar que todo transcurre en una ciudad de foto, de ser observada siempre, ese final de barandilla en primer término, que nos recuerda y enfatiza que nosotros somos los mirones, estamos en una situación pasiva, de observador de escaparate de una pasarela, no de estrellas, sino bajo ellas. Pasarela de frágiles principios pero bien iluminados, y finales sobre arenas movedizas si la marea lo requiere, si el guión de una tragedia lo necesita para ser redondeada, por esos movimientos subterráneos que se disfrazan de calma chicha: la vida misma hecha foto.

*FOTO: F.E. PÉREZ RUIZ-POVEDA