Algunas veces, siempre, cuando se pide que te digan la
verdad, conviene mantener una conversación interior sobre si verdaderamente
quieres saberlo, o quieres que la supuesta verdad tenga el esquema que
previamente te has montado en tu interior. Porque la verdad puede ser dolorosa,
sobre todo si involucra a tus seres queridos, más incluso que sobre ti mismo,
porque, personalmente, creo que eso lo podría “manejar” mejor, que la figura de
tus seres queridos. Quizás, porque éstos han podido formar tu geografía
interior, tus valores, la manera de ver y deglutir las señales que recibes del
exterior.
Durante muchos años ves la vida según tus padres (aunque
en tu interior haya surgido ya la chispa de la rebeldía), quizás bajo la
apariencia de lo que es tradicional, aunque solo sea costumbre en tu casa y
porque alguno de los dos miembros, padre o madre, lo quisiera de esa manera.
Digamos que, durante muchos años, la figura de la ley, o
la justicia, esa señora con los ojos tapados y una balanza, tendría fisonomía
que en cierta manera recordara a nuestra familia, hasta que un buen día te vas
dando cuenta de que una cosa es predicar y otra dar trigo, y que tanto tu padre
como tu madre se pueden confundir, y de hecho lo hacen. Y la seguridad del
suelo en el que habías pisado con fuerza hasta ese momento, puede ser ahora tan
firme como unas arenas movedizas.
Y a todo el proceso anterior se le llama madurar, crecer,
e incluso hacerse adulto. ¡Hay que joderse! Al final la vida misma está llena
de publicidad engañosa, y no existe una OCU a la que puedas ir contando tus
cuitas. En realidad sí hay alguna, que bajo la forma de “vamos arreglar lo
espiritual”, al final lo que quieren es venderte la moto de lo suyo. Incluso,
algunos te pueden limpiar tus pecados más blanco que las otras religiones o que
los otros partidos políticos.
Quizás, y solo quizás, si la belleza está en tu interior, tal vez sea prima hermana de la verdad y
cuñada de las buenas maneras, y “acuñaron” entre todas esa frase de “no hagas o
no quieras para los demás, lo que no quieres para ti”. Fácil de decir, pero difícil
de llevar a cabo, porque nosotros somos nuestros mejores amigos, y con mucha
frecuencia nos dejamos sobornar por nuestro propio amiguismo, que si es
exacerbado se apellida “soberbia”, porque el nombre, o la excusa, siempre la
pones tú mismo.
¿Seguro que realmente querías saber la verdad?
*FOTO: DE LA RED