La mayoría de las veces no ocurren las cosas como las
tienes planeadas, quizás por eso nos pasamos la mitad de la vida improvisando,
intentando arrimar el ascua a nuestra sardina o a lo que queda de ella. Y las
Navidades precisamente son, la mayoría de las veces, una muestra muy elocuente,
un buen ejemplo, de lo que veías en ellas en tu infancia, y lo que ahora
significan para ti. Lo que vendría ser el equivalente a tu sueldo pasado por Hacienda,
que se queda en nada.
Quizás la vida es una tragicomedia y depende siempre
hacia dónde pones el foco y enfatizas. Estos días también, son un ejemplo.
Nieves en el País Vasco al menos, y conviene no agobiarse, no ver la parte
negativa, sino el manto de belleza con el que muchos paisajes se han despertado.
Pronto comenzarán los informativos con esas noticias
que ya están preparadas y que hacen que la mitad, sino más del “Telediario”, ya
esté pre-programado. Las mejores marcas en deportes, los peores accidentes, los
famosos que este año nos han dejado...
Sinceramente, este vecino del mundo con el empacho de todo que ya lleva dentro, y especialmente político, y que se imagina que es como el del común de los
mortales, en este año terrible, quizás solo necesite una sonrisa cómplice de sus
personas amadas, y una lenta caricia de comprensión.
Ya el ascua y las sardinas intentaremos arrimar en
otro momento. Ahora son tiempos de estar con los tuyos, y especialmente sentir
que lo son.
Deben de primar las personas, y no la acumulación de cosas.
Siempre me han encantado esas fotos invernales, llenas de
niebla, en las que más que ver el paisaje, se intuye, hace falta incluso un
acto de fe, pero sabes que está ahí. Lo mismo ocurre con los tuyos, con tu
familia, con tus amigos. En las nieblas de los problemas, en el frío de la
soledad, en cualquier momento aparecerán, y si no tú mismo debes de encargarte
de llamar a su puerta.
Hay llamadas que en sí mismas son un acto de amor. Hagámoslo.
*FOTO: DE LA RED