Viven
junto a la frontera de la realidad, y hacen que ésta se mueva
buscándolos.
Atrapar
un sueño es el final de un viaje de búsqueda, y el comienzo de una
interrogación.
No
tienen cuerpo, y la realidad sí. Un sueño es belleza, y la realidad
un cuerpo rudo y cruel. Son dos caras de una moneda. Están juntos
pero no se pueden ver.
Los
sueños nacieron para poder resistir la verdad, para alumbrar la
oscuridad.
Hace
muchísimos años, alguien intentó tender un puente entre los sueños
y la realidad, y se creó el arte, que sigue siendo, como los sueños,
una continua búsqueda disfrazada de piel.
Los
sueños van cambiando a medida que cumplen años, porque los sueños
cumplen años. Jóvenes, son grandes y salvajes, pero la realidad
empequeñece, y corta sus alas.
Juegan
a disfrazarse, y lo pueden hacer en forma de musa, dejando
tras ella una estela de trabajo, y algunas veces éxito, y otras
incomprensión.
Soñar
es vivir, pero los sueños siempre van por delante a modo
de guía, o zanahoria.
Los
sueños son el norte en el mapa de nuestra luz. Nos enseñan lo que
buscamos, pero cuando llegas, o crees que has llegado, nunca están.
Un
sueño atrapado, desaparece, y se reencarna en otro.
Son
como dulces de nube con sabor. Hay sueños de amor azucarado, y otros
tienen un regusto amargo. Hay sueños robustos que resisten tormentas
de sentimientos encontrados, y sueños enclenques, que deben ser
manejados con cuidado.
Es
conveniente soñar para vivir, pero no hay que vivir de los sueños.
Lo
dicho, hay un país donde nacen y viven los sueños, pero la realidad
borró su camino, para no dar con ellos.
*DIBUJO: DE LA RED