Cada
persona somos una especie de libro en la biblioteca de la vida,
libros que se van imprimiendo sobre la marcha. Ediciones únicas, en
las que algunos volúmenes se solapan con otros. Libros pesados,
libros que antes de empezar terminan.
Ayer
estaba con unos amigos, bueno, la mayoría en realidad amigas, de
esas personas con las que compartes inquietudes por haberlas
conocido en un blog, cuando una voz fuerte y jovial me trajo ecos del pasado.
Fue
un encuentro breve, apenas cinco minutos, pero intenso. La verdad es
que me alegré mucho de verle, y eso que el árbol que nos unió, de
cuyo tronco fuimos durante un tiempo, quizás más del deseado, ramas
que se agitaban al ritmo que marcaba el jefe de la empresa, nos dejó
más penas que glorias, y en nuestra corteza quedarán recuerdos
grabados con el filo de los años.
Normalmente
cuando te encuentras con alguien del pasado, en lo primero que te fijas
es en el físico, y los estragos que causa el paso del tiempo, y
consiguientemente tan cambiado como le has encontrado a él, sabes
que en un cariz muy parecido él opinara de ti.
Sin
embargo, esta persona no es que ha sobrevivido al naufragio del
tiempo, sino que ha debido de firmar un pacto con el diablo del
calendario, porque se encuentra mejor que antes, y que conste que en
cuanto al sexo será en lo único que no soy dudoso, porque por lo
demás este vecino es una interrogación con patas, y eso al menos en
la opinión del que escribe este comentario, no es malo, pues estás
siempre abierto a todo, y con las antenas de captar detalles preparadas.
La
vida considerada como libro merece mil lecturas, y en esos estudios
hay personajes que pueden ganar o perder con los años, y teniendo
en cuenta las circunstancias de la empresa que nos unió, y que en su
filosofía imperaba el “divide y vencerás”, ahora y visto lo
visto, es una persona con la que merece la pena reencontrarse, para
intercambiar comentarios, y en cierta manera conocerle mejor. Y es
que no es lo mismo compartir espacio que sensaciones.
Como
estoy seguro de que me estarás leyendo, y como nuestro encuentro fue
tan rápido, aprovecho esta atalaya para decirte que espero que los
recovecos de la vida nos den otra oportunidad para hablar más
tranquilamente.
Para
aquellos malpensados que crean haber asistido a una clase
magistral de peloteo, alguien dijo una vez que
todo encuentro casual es una cita, y por eso lo he “cita-do”, ya que en esta ventana el no hablar de algo, en realidad es olvidar.
*FOTO: DE LA RED
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