Cuando
piensas que has encontrado algo que nunca te va a fallar, en el que
puedes confiar, de pronto todo se viene abajo.
Mi
“guassap” que tantas llaves me había abierto, con el que tantos
infinitos había convertido en finitos, que me ha ayudado a mantener
muchas relaciones, me ha dicho que necesita actualizarse, y que si no
le pago, que olvidemos lo nuestro; un auténtico chantaje.
Al
final ha resultado como todas las relaciones, que se convierten en
materialistas.
Una
de las mayores decepciones de mi vida, junto con la del verdadero
nombre de los Reyes Magos, y de que la Mucha Cola aparte de la chispa
de la vida llevaba cafeína, y seguro que alguna otra cosilla más.
Quizás
la felicidad es el momento necesario entre una decepción y otra,
el momento en que te compras un par de zapatos (que desde el
escaparate te estaban mirando, si es que unos zapatos pueden mirar),
y el momento en que te los pones, que como en toda primera vez,
duele, y mucho.
Tras
el cabreo inicial, y como ya estás enganchado al guassap, y que
tienes el aro en frente tuyo, no te queda más remedio que pasar por
él, como ante una droga y su consumo.
Antes,
este vecino ha probado algún que otro programa parecido, pero es
como cuando has conocido e intimado con una mujer, que las demás te
recuerdan a ella, y no le llegan a la suela de sus zapatos, que por
cierto ese par, con el que la recuerdo a todas horas, yo se lo
regalé, y no para de pisarlo la condenada, ¡con lo que me costaron!
Y
hablando de decepciones, y de que todos tenemos que actualizarnos
como el guassap, todos los habitantes de esta piel de toro tenemos ya
unos cuantos master en decepción y sus variantes. Y el problema no
es el comprobar que España se ha convertido en una gran fábrica de
embutidos, de chorizos preferentemente, sino que si llega a vivir la
madre Teresa de Calcuta, y viene a España a intentar hacernos
mejores, seguro que al poco tiempo se corrompe. O que, incluso, nos enteremos que el famoso conejito de Muchacell, además de la batería, se dopa.
Debe de ser el
clima, porque para el chorizo la temperatura siempre ha sido muy
importante, y como nos estamos quedando todos fríamente impasibles,
esa es la mejor temperatura para “curar” un chorizo, lo cual en
sí mismo esta expresión, la de curar un chorizo, es un auténtico despropósito,
lo dicho, como el clima actual.
*ILUSTRACIÓN: DE LA RED
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