Con la expresión “Se acabó lo bueno” y con la canción (sonando muy bajito, muy bajito, pues es sólo en el pensamiento) de “Al final del verano”, como en aquella serie de televisión, terminan las vacaciones, en las que has intentado ser original haciendo cosas que no habías hecho nunca, y en las que solo has conseguido hacerte un esguince, precisamente porque no lo habías hecho nunca, y tras pasar calor, mucho calor, y sudor, mucho sudor, toca volver a la rutina.
Contarás que te lo has pasado fenomenal. Enseñarás unas mil fotos digitales, porque ya solo cuesta el equipo que ya lo tienes, mientras tus amigos te intentarán enseñar sus otras mil fotos digitales, con su equipo que ya lo tienen también, aunque el tuyo claramente es mejor, y tus fotos mejor conseguidas por supuesto. Con esa foto que no falla nunca en la que parece que estás sujetando un edificio, que por aquello de la perspectiva está en realidad muy lejos de ti. Y con cada uno de tus amigos haces la observación de que para esa foto no has utilizado “fotochop” porque eres una persona de recursos.
De todas maneras, el verdadero retoque fotográfico lo vas a utilizar para recomponer en el resumen que vas a hacer a tus amigos de lo que en realidad fueron tus vacaciones.
No puedes decirles que todos los días te enfadabas con la parienta, porque en realidad se comportaba como parienta de Pepito Grillo, y siempre veía lo negativo de lo que querías hacer, y al final siempre acertaba, ¡hay que joderse!, aunque en el momento no te lo echaba en cara, solo te miraba con esos ojos que taladran. Sin embargo, en lo más profundo de ti, estás convencido de que la culpa es solo de ella porque no se puede ser tan negativa.
Tampoco les vas a contar a tus amigos las caminatas que te has dado, sin un rumbo determinado por las calles, buscando una determinada tienda, con un determinado chollo que tu mujer había visto en un determinado momento, y que horas después había determinado que no se le podía escapar, porque donde vives es mucho más caro.
Ya solo queda terminar de hacer la maleta, donde lo que más ocupa son los “por si acaso” que siempre llevas, y que no has utilizado, pero que el año que viene volverás a llevar porque nunca se sabe.
Lo único que sabes a ciencia cierta es que cuando lleves un minuto en tu lugar de siempre, con tu vida de siempre, te parecerá que aquellas vacaciones, que en realidad acabas de terminar, fueron hace mucho tiempo.
*FOTO: DE LA RED