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martes, 10 de febrero de 2015

EL JONAS Y LA CARA B DEL VINILO


Tengo un amigo, El Jonas, que ve sexo en todo, y por lo que parece debe de ser algo pegadizo, porque el Señor Faciani (ex-informático y con una lista de personas con dinero en Suiza), que se ha puesto estos días otra vez de moda, a este vecino del mundo sinceramente su apellido le suena a postura o costumbre sexual. ¿Te hago un Faciani? ¡No te mueras sin practicar el Faciani! Y en el fondo debe de ser así, porque más de uno, y por el Faciani, debe de estar a estas horas bastante jodido.
El Jonas (pronunciado como “y” y con acento en la “o”) es el último vestigio de esa generación posthippie, que llegó tarde a todo, y demasiado pronto a las drogas. Esa generación, "degeneración" como él se autodenomina, que se iba a comer todo, incluido el antiguo régimen, y la vida se lo comió a él. Está eternamente despegando de los sesenta, una época que no es la suya, aunque  en realidad siempre ha estado así, como se suele decir, entre Pinto y Valdemoro, con su bolso con flecos siempre preparado para un festival que nunca llegó, y ahí se ha quedado, alejado de todo y de todos.
La mayoría de los suyos se quedaron por el camino, entre las drogas, el alcohol y el “haz el amor y no la guerra”. Los que sobrevivieron a eso, por no entrar en ello, la mayoría se hicieron políticos de trayectoria frustrada, y los menos, están en esa puerta giratoria que lleva a alguna directiva bancaria.
Es  un buen tipo, El Jonas, demasiado bueno para imponer sus tesis con mano dura, eterno soñador, consumidor compulsivo de discos de vinilo. Ese ruidillo característico para El Jonas, le recuerda el humo de la hierba, y la poca luz en las "boites" de la época; le pone y mucho.
Jimy Hendrix y Janis Joplin fueron, y son, sus dioses, pero él, nuestro Jonas, sobrevivió a la maldición de los 27 años, y por eso  se debió de hacer inmortal. Demasiado joven para ser un hippy de pedigrí, demasiado viejo para seguir siendo un soñador sin drogas.
Su película de cabecera, no podía ser otra, “More”, pura esencia hippie pasada por un tamiz de Pink Floyd y sol, sexo y drogas, en una Ibiza todavía por descubrir desde España.
Y mientras el Faciani ese quitando la máscara a muchos, incluidos  a jóvenes estrellas del deporte, y yuppies en general. Y a los que no quisieron ser hippies de la época, porque el mismo sistema era su droga, de primera calidad, enganchaba en forma de poder y gomina, pero no mataba, a ellos al menos no, aunque a muchos ha podido dejar sin casa, y sin pasado ni futuro. Fueron y son la cara B de un vinilo en el que la mayoría de los de la A murieron, y algunos como, el bueno de El Jonas, vive en un mundo al que nunca ni ha querido ni podido adaptarse.


*FOTO: DE LA RED