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martes, 28 de junio de 2016

BERTÍN CON BERTÍN, IGUAL PERO NO LO MISMO



Bertín Osborne en una especie de doble tirabuzón sin red, en su programa de ayer, de “Mi casa es la tuya” (http://www.mitele.es/programas-tv/mi-casa-es-la-tuya/temporada-1/programa-9/), de la Cadena Alegre, se descolgó de la normalidad,  invitándose a sí mismo.


Utilizaba para ello al humorista Javier Quero, que estos días ha estado envuelto en plena polémica por haber intervenido en una imitación en el programa “Late motiv” de Buenafuente (https://www.youtube.com/watch?v=6VLyk9ep5qc), en el que imitándole al mismo Bertín, en un personaje llamado “Bertín Bertón” entrevistaba al mismísimo Hitler encarnado por un tétrico David Fernández (más conocido como el eurovisivo Chikilicuatre). Esta entrevista, la del programa de Buenafuente, se supone que recreaba, en tono de humor negro, unas declaraciones del Señor Osborne, en el que tras ser preguntado a quién le hubiera gustado entrevistar, debió, según parece, contestar que al mismísimo Hitler.


Al parecer al Señor Osborne no le debió de hacer ninguna gracia ese sketch, pero tras algunos dimes y diretes, el cantante madrileño parecía querer zanjar la polémica, invitando a su programa al personaje, aunque en el efecto era éste quien invitaba al verdadero Bertín.


Sin embargo, no es lo mismo el continente que el contenido. Una cosa es invitar a Javier Quero para que le imite, y otra cosa lo que decía. Y en realidad éste Bertín ha sido políticamente correcto, y el Bertín verdadero y el de la imitación en el programa de Buenafuente no lo son.


En un personaje es muy importante el guion, el contenido, y en los pocos minutos que duraba el sketch en Late Motiv desmontaba a un Bertín Bertón con más peligro que una escopeta de feria.


Si Bertín quería fumar la pipa de la paz, en realidad no lo ha conseguido, porque los ingredientes de la pipa habían cambiado, y en lugar de hierba apolíticamente incorrecta cosechada por el equipo de Buenafuente, era, el del programa de Bertín, té británico con una hora de diferencia en el continente y en el contenido.


Vaya por delante que a este vecino del mundo, Bertín Osborne le cae muy bien, siempre respetando el cómo es. Y él es tan irrespetuoso como una película de Don Paco Martínez Soria, vista con los ojos de hoy, y no del tiempo que se hizo. Y es que Bertín se desenvolvería a sus anchas, y aún así lo hace hoy en día, en la filosofía de los años setenta.


Un personaje de Martínez Soria cuando su hija se echa un novio, si es de color, dirá que es negro, y hará un par de chistes. Y Bertín es así, juguetón. El problema quizás es que luego él no respeta el humor en contra. Aunque como él reconoce en el programa de ayer mismo, y es verdad, a los cinco minutos se le ha olvidado, y se ríe, y eso, la risa,  siempre es muy sana.



De todas maneras, Bertín, si con el programa de “Bertín invitando a Bertín” era una especie de metáfora para decir “pelillos a la mar”, en la imagen que siempre hemos tenido de ti, hubiera sonado mucho más simpático y real “pelillos a lamer”. Porque el personaje de ayer era igual, pero no lo mismo.

*CUADRO (PARA EL PROGRAMA): DE FERNÁNDEZ HURTADO.

jueves, 31 de diciembre de 2015

TERMINANDO A TODA PASTILLA



¡Ya está! El libro de este año se cierra hoy. Atrás quedarán personajes que se han ido para siempre, unos porque nos han dejado físicamente, otros porque el olvido se apoderó de ellos, o incluso de nosotros. 


Menos mal que para acabar un año no hay que dejar zanjado todo lo del año anterior,  como si fuera un curso escolar, porque sino, por ejemplo, los catalanes a lo mejor en el 2020 cerraban el 2015, en cuanto a votaciones se refiere, y Mariano Rajoy, si hubiera que esperar a que cree ese millón de empleos, lo acabaría, en todo caso, su tataranieto, que para más inri, a lo mejor era de “We can”, porque para entonces todos hablaríamos en inglés, eso sí, con acento de Cuenca, el que fuera de Cuenca, e insertando unos cuantos “pichas” el que fuera gaditano.


La verdad es que este año ha sido movidito, pese a la inmovilidad de un gobierno cada vez más parecido a aquel personaje de Paco Martínez Soria, “Don Erre que Erre”, que siempre ha confundido, como la mayoría de los políticos, lo que desea su partido, con lo que desea España.


También hemos aprendido, por aquello de que a la fuerza ahorcan, que incluso podemos estar peor, y que desde la izquierda, la culpa la tiene la derecha, y, por supuesto, que al revés. Y al final, como decía la canción, seguro que la culpa fue del chachachá. Siempre tan proclives a echar la culpa a alguien, y no a encontrar el camino para enmendar errores posteriores.


Creo, y la experiencia es un grado, que este año en lugar de doce uvas, me voy a tomar doce pastillas pero, tranquilos, de esas que venden, en lo que ahora se ha bautizado como “tiendas de chuches”, y que antes formaba parte de la tienda de ultramarinos de toda tu vida, y que ha desaparecido por culpa de una de las mil franquicias. Pastillas que aunque son blancas, como toda pastilla que se precie, son de diversos sabores, como limón, naranja, fresa…


No tengo la intención de que se llenen las “Urgencias” de este país, y menos tal noche como la de hoy, con personas en estado comatoso, sino que en una especie de brindis al sol, o de "que lo que no te mata te hace más fuerte", me voy a ir vacunando, con cada campanada, contra pecados, o defectos, como la envidia, el pelotazo, el egoísmo, el “hoy yo primero, y mañana también”, el culto al cuerpo por el culto al cuerpo, y dentro de ese cuerpo, más yermo que la mojama, suponiendo que la mojama sea yerma, no encuentras nada.


Vacunarnos contra las promesas incumplidas, contra las frases llenas de apariencia y nada de coherencia, contra obispos más papistas que ese cura obrero que ahora tenemos por Papa, que no confundamos la noticia con la propaganda, la búsqueda de la verdad con la búsqueda de su verdad.


Hoy terminamos un libro, de nuestra propia biblioteca. Un ejemplar, de una vida que normalmente no suele serlo, que huele a amor, a decepción, a tristeza, a alegría.  Un libro que resume una vida, la del propio interesado,  y del que tenemos que aprender, para que el que inauguremos mañana, tenga menos borrones, menos zonas oscuras de nuestra cara oculta. Eso, en el mejor de los casos, de que lleguemos a inaugurar el libro del mañana, porque la vida ya es tan precaria en sí, como esos contratos de un día, que no sirven para dar de comer, sino para bajar la cifra de parados, y no la de muertos de hambre.

¡Año Viejo, que te den!

*FOTO: DE LA RED