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domingo, 9 de noviembre de 2014

EL SÍNDROME APERRIBAY

A los seguidores de la Real Sociedad nos han hecho pasar el fin de semana desojando la margarita de quién será nuestro próximos entrenador, en una especie de “tour de force”, de si serán churras o merinas, o de si será David Moyes (el más que probable a falta del visto bueno familiar por eso de tener que abandonar su isla y trasladar el hogar familiar a Donosti) o Pepe Mel.
Siempre es bonito y atrayente un poco de suspense, lo que ocurre es que mucho hace que la rosca del suspense se rompa, y ocurra como le pasó a este vecino viendo la película “Seven” que al final le daba lo mismo quién fuera el asesino con tal de que fuera alguien.
Si ya semana tras semana el aficionado realista tiene que sufrir con los resultados, estando pendientes solo de si son malos o peores, ahora también se nos hace sufrir para saber quién es el futuro entrenador.
No hay que confundir la actuación con la sobreactuación, y me da la impresión de que un poco de ésto está ocurriendo,. 
Este vecino, mal pensado más por viejo que por demonio, está convencido de que ya está, como se suele decir, todo el pescado más que vendido, y que se está esperando a la finalización del partido de hoy, que se presupone palmaremos contra el Atlético de Madrid, para informarnos del nombre y de esa manera enjuagar un poco el resultado. Pero en realidad es más de lo mismo, aparte de perder tres puntos más por indecisión, sigue pareciendo que más que preparar una carrera de un equipo se prepara las disculpas para el próximo tropiezo. Y si se gana hoy, que ojalá ocurra, “el ruido” del nuevo entrenador será silenciado por el resultado….
Estos días de espera me han hecho acordarme de aquel relato corto del prontamente olvidado, y aunque muchos lo ignoren, en todos los sentidos, donostiarra, Álvaro de Laglesia, en el que un torero tras una gran faena sale a hombros por la puerta grande, y sus seguidores en lugar de dejarle en la propia salida de la plaza, se empeñan en llevarle, y llevarle, y llevarle a hombros, y al cabo de una hora y muy lejos de la plaza algunos al verles pensaban que aquello formaba parte de una fiesta de disfraces.
Esperemos que tanto disfraz de suspense no oculte una incapacidad para tomar decisiones en los momentos importantes, una especie de síndrome de presidente ante el peligro,  porque aunque el cambio de un entrenador tenga un coste económico, siempre es mejor a lo otro, a la inoperancia de una directiva que le tiembla el pulso ante la operación quirúrgica que requiere su club, perdón, que requiere “nuestro” club.
Señor Aperribay, los toreros saben que tienen unos pocos minutos para hacer su faena antes de que el toro “aprenda”, y el suyo no es que ha aprendido sino que se ha doctorado cumlaude.

P.S.: El partido lo ha ganado la Real Sociedad, 2-1, pero el misterio del nuevo entrenador continúa. Voy a buscar nuevas pilas para el marcapasos. 

*FOTO: DE LA RED