Mostrando entradas con la etiqueta hotel. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta hotel. Mostrar todas las entradas

miércoles, 25 de mayo de 2016

¿DE VERDAD QUE QUIERES SER FAMOSO?


Leo hoy en un periódico digital, y dicho por ella misma a través de un tweet, que la actriz Helen Hunt, hace dos días, al pedirle a la camarera de un Starbucks una bebida, le preguntó si le hacía falta que le diera su nombre, y la camarera guiñándole un ojo de complicidad le dijo que no. Al traerle la bebida comprobó, como mostraba el vaso, que la había pedido para una tal “Jodie”, es de suponer que Jodie Foster.


Quizás la Señora Helen Hunt para evitar riesgos, o incluso para no asegurarse decepciones innecesarias, debería haberle dicho directamente “Para Helen”; actuar, y nunca mejor dicho, como si no fuera presuntamente conocida.


A favor de la camarera despistada, que tanto Jodie como Helen tienen muchas cosas en común. Son rubias, de ojos azules, y de edades muy parecidas (la primera tiene 53 años y la segunda 52). ¡Ah! Y que las dos son actrices.


A más de uno le gustaría que le confundieran, alguna vez, con algún famoso, quizás por aquello de “el minuto de gloria”. Y este vecino, por experiencia, le aconsejaría, al que fuera, que mejor que no. No todos los famosos son, digamos, que deseables.


Este vecino del mundo, calcula que sería Agosto de mediados de los noventa, en Playa del Inglés, en Gran Canaria. Era de día, y entre playa y playa, estaba un rato con sus huesos apoyados en una pequeña barra que tenía el hotel, muy cerca de la recepción.


Notaba que otro cliente, más de 1,90 de altura y muy fuerte (estos datos fueron de vital importancia para mi reacción posterior) no dejaba de mirarme, y en un momento dado, nuestros ojos se cruzaron. Él aprovechó el momento para preguntarme: -Perdone. ¿Es usted Luis Roldán?


Lo que es el instinto de supervivencia. Inmediatamente noté que si le llego a responder afirmativamente, y luego él además lo reconoció, me llevo el premio gordo, pero en forma de paliza monumental.


Tuve la suerte de que como no creía mi negativa, un recepcionista se dio cuenta de lo que ocurría, y le dijo que había tenido mi DNI en sus manos, y que decía la verdad.


Para aquella época el Señor Roldán, ya había llenado portadas y portadas de periódicos, con sus fraudes, juergas, y huida al extranjero.


Ha sido la vez que más orgulloso he estado de ser Don Nadie, especialmente cuando la luz desaparece porque la persona que está frente a ti se pone de pie, y notas que el tiempo se ralentiza. Sólo tenía una pregunta en mi cerebro por razones de urgencia: ¿Mi guion termina aquí?


Con el tiempo, y quizás es lo peor, lo que más me dolió del tema es que el señor que me confundía, era una manera de decir que me había visto feo, fondón, y con cara de vicioso, ¿o no?



*FOTO: DE LA RED




domingo, 1 de marzo de 2015

LA HABITACIÓN Y TÚ



No hay nada tan frío como una habitación de hotel. Y te devuelve solo lo que quieres darle: Alegría por los días que te quedan en ese viaje. Grandes expectativas, o quizás la desesperación de no haber sido recibido como creías que merecías.

Esa habitación de hotel, concretamente esa en la que estás pensando, quizás fue el gran error de tu vida. Nunca debiste ir, porque sabías que él no te quería. Te engañabas pensando en que cuando te conociera se enamoraría locamente de ti. Pero él ya te conocía, y no le gustabas, ni mucho menos te amaba. Deseaba tu templo, invadirlo, otra conquista.

Tampoco buscabas amor, quizás comprensión, o simplemente el constatar que vives, que alguien te mira, que a alguien le importas, mientras tomas el café de después de haberlo hecho, la coartada de que no había prisas. Ya solo queda esa habitación de hotel, copia de otras mil habitaciones con otras tantas historias de prisas y coartadas sentimentales. La soledad eres tú, está en ti. Lo demás son accesorios de muñeca a coleccionar para convencer a los demás, para convencerte que sabes lo que haces.

No hay nada tan frío como una habitación de hotel. Una estación de trenes humanos entre dos servicios diferentes. Ni nada tan impersonal que la decoración de esa habitación. Nada recargada para no agobiar, ni familiar para luego no extrañarla. Esa habitación es lo más parecido a esos pañuelos de papel, preparados para no herir en el roce, blancos para nunca ser recordados. Porque en este caso, el blanco no es un color, es la ausencia del color, la falta de sentimientos en un lugar políticamente correcto, que te da lo que le das, que nunca te recordará porque no querrás ser recordado.

No hay nada más triste que una habitación de hotel. Decorada para ser olvidada. Empleada para ser armario de vidas en una continua búsqueda; archivador de historias, con número en la puerta incluido. Cárcel de alegrías vanas, decorado de historias  sin guion, de situaciones imposibles en momentos inadecuados.


No hay nada más triste que una habitación de hotel, y tú en ella.


*CUADRO: Habitación de hotel, de Edward Hopper. 

lunes, 5 de mayo de 2014

MR. WELLCOME Y EL FELPUDO

No sé por qué pero hoy me he acordado de una persona que conocí hace ya muchos años.
Siempre se ha dicho que para obtener el carnet de padre no hay ningún tipo de examen y, en realidad, así nos va. Y es que el padre, y es de suponer la madre, o viceversa, del susodicho, le puso el nombre de Bienvenido, y un nombre te puede marcar de por vida, y en este caso era una pura contradicción con patas, porque solo era bienvenido cuando se decía su nombre. Ser no era, me imagino que seguirá siendo, un mal tipo, pero yo me lo imaginaba siempre, siempre, inclinado, como una torredepisa cualquiera, y es que le tocaba estar entre dos aguas, soportando fuerzas opuestas.
Era jefe de nosequé en un hotel, y le tocaba mediar entre otros jefes de másnosequé y nosotros, los que éramos solo felpudos, porque estábamos postrados en el puro suelo, y nos pisaba todo el mundo.
Mr. Wellcome, como le llamábamos todos, al ser un sitio en el que había mucho turista, y por darle un toque internacional al tema, era el hombre de la eterna sonrisa. Llegué a pensar que en lugar de sonrisa, en realidad era un tatuaje, pero no lo pude confirmar.
La posición que adoptaba con nosotros más que de jefe era de padre, de padre de hijos díscolos y que les tenía que llevar por el buen camino. Propusieras lo que propusieras, él ya lo había propuesto antes, pero el tiempo le había quitado la razón por lo que era mejor “dejar el tema quieto” y ninguna innovación era tenida en cuenta.
He comenzado diciendo que no sabía por qué me había acordado de Mr. Wellcome, pero en realidad sí lo sé, al comprobar como esta mañana dos empleados de Laboralkutxa, chico y chica, estaban trabajando-hablando, con nadie en la parte de los clientes en el mostrador, y yo era el primero de la fila.  Un señor, jubilado, que venía de haber estado hablando, en una estancia oculta al vulgar de los mortales, con otro empleado, es de esperar que regando “sus dineros” para que sigan floreciendo, viéndome guardando una cola, de la que yo era el único integrante,  en lugar de ponerse el siguiente, y con el aire de superioridad que da el tener un buen colchón de ahorros, me dice con una sonrisa a lo Rouco Varela, es decir, que la sientes como una patada en la entrepierna, -Usted estará con la señorita me imagino-, y ella le ha recalcado que en ese momento no podía atender a nadie. El chico forzado por tener a una persona a menos de un metro le ha atendido rápidamente, y al terminar solo ha dicho “listo”. Mientras el señor se iba, me he dirigido a él, y con un tono de aparente normalidad, le he dicho mientras se daba la vuelta:
-Ahora, comprendo todo. Por lo que ha dicho el joven, “listo”, usted se debe de llamar así, y además lo ejerce, porque se ha colado conscientemente, y ellos -mientras señalaba a los empleados, ambos con una sonrisa congelada, al estilo Mr. Wellcome – han sopesado las cuentas de ambos, y ahora ya sé que usted tiene más dinero que yo, y por lo tanto, razón en esta entidad.
El señor ha desaparecido con una agilidad que minutos antes no tenía. Los jóvenes, creo, continúan congelados.

*FOTO: DE LA RED