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domingo, 21 de septiembre de 2014

EL IPHONE 6, O EL CUENTO DE LA LECHERA CON MANZANA

Odio las colas desde que con unos quince años tuve que hacer una en el nuevo instituto en el que me quería inscribir, y cuando era mi turno, cerraron las ventanillas porque ya era la una del mediodía, según ellos, mientras que yo les recordaba, ya detrás del cristal cerrado, que tenían que descontar el tiempo perdido hablando por teléfono con su familia y amigos.
Por eso mismo, y como odio y no entiendo las colas, más hoy en día en que casi todo se puede hacer previo aviso por internet, no comprendo lo de estos días,  “la feria” montada en el extranjero, y la que seguro se hará en España, para comprarse el nuevo iPhone de Apple.
Entendería algo, por ejemplo, si al primero se lo regalarán, y a los seis, o diez siguientes, les hicieran un suculento descuento. Pero todas esas imágenes de gente medio histérica porque acaba de soltar (en España serán unos setecientos euros o más) un "pastizal", y es de los primeros en el mundo en tenerlo, está fuera de mi “software de serie” y no me da para comprenderlo.
De todas maneras, estamos en lo de siempre. ¿Hasta qué punto la noticia lo es, o es publicidad encubierta?
Más de una vez, desde esta atalaya, este vecino ha expresado sus reticencias a que en los informativos, tanto de televisión como de radio, se hable de los estrenos cinematográficos del día siguiente, o del mismo día, porque eso, entiendo, es lisa y llanamente publicidad de la buena. Otra cosa es que el crítico de cine hable de ella en su correspondiente sección, y le ponga bien o mal.
Esas colas, incluso de más de diez días, de jóvenes quinceañeras, ayudadas y “comprendidas” en muchos casos, por sus madres, para ver al cantante o cantantes de turno, para este vecino deberían  también  ser codificadas como las películas X, porque son, eso, pornografía.
Lo mismo ocurre con el artilugio arriba comentado, porque este vecino se pregunta si el “invento” en realidad es el tipo de publicidad que se ha encontrado, o provocado,la citada marca de la manzana, da lo mismo,  y no el dichoso aparatito, que en realidad, según dicen, no aporta ninguna mejora.
Y es que estamos en un mundo de contrastes, los que tienen todo, o casi todo, y los que no tienen nada. No se escucha las voces de los que se están muriendo en África, no solo por el ébola, sino por multitud de enfermedades, que para “nosotros” ya prácticamente ni existen, y la noticia del nuevo iphone aparece en todos los medios.
En realidad, y a través del iphone, y especialmente de su publicidad, te están abriendo la puerta de un mundo de posibilidades, cada uno de sus programas o “apps”, por los que pagas separadamente por cada uno de ellos. Pero seamos sinceros, si nunca te has acercado a ese tipo de mundo antes del teléfono, este aparatito no te va a crear nuevos hábitos por sí mismo.
En los anuncios se ve gente practicando deporte, y el teléfono les aporta datos de sus constantes vitales, les sirve de “entrenador personal”. Puedes aprender y tocar música, escribir partituras, registrar sonidos, mezclas…
Sin embargo, seamos sinceros. Ahora mismo, tienes 26 años, por ejemplo, estás en la cola para comprarte un nuevo y flamante iPhone 6 y en tu vida nunca has salido de tu habitación, solo para trabajar y cuando puedes. ¿De verdad te crees que porque mañana vas a tener a ese pequeño gran brujo, tu vida va a cambiar? 
Ni te has movido nunca, ni, seamos realistas, lo vas a hacer, por muchas posibilidades que ese aparato te dé, porque para lo único te va a servir es para que tus amigos tengan un nuevo icono tuyo, del que de vez en cuando aparecen palabras de un idioma mezcla del tuyo pero con ahorro de letras. Ahorro que no tienes en cuenta a la hora de comprarte un nuevo aparato que te tenga a la última, aunque en tu vida social, quizás,  no hayas pasado de “aprendiz en suspenso”.
Por cierto , esas imágenes del primer comprador del teléfono, al que al abrir la caja se le cae y se le desmonta, es significativo en sí mismo. Una especie de cuento de la lechera, pero más universal que nunca. Espero que mucha gente al ver esa "escena" pueda hacer la misma lectura, antes de que el poder en la sombra las escamotee para siempre.

*FOTO: DE LA RED

viernes, 26 de julio de 2013

HARTO DE ESTAR HARTO

¿Qué es ser políticamente correcto?
¿Ver los documentales de la 2, escuchar música clásica, leer un buen libro es lo normal? O quizás simplemente es lo que se quiere representar pero muy pocos lo hacen.
¿No es políticamente correcto decir que ya estoy harto de tantas imágenes, del accidente de Santiago con “moviola” y presentadores de los informativos a pie del lugar del accidente con sus trajes y sus posturas estudiadas?
No lo será pero lo pienso, porque no es lo mismo ver una película de ficción en la que ocurren mil y un catástrofes, pero todo absolutamente trucado, que ver aunque sólo sea once segundos de un accidente real, sabiendo que son personas de carne y hueso las que viajaban y vivían hasta ese momento.
No soy familiar de ninguna de las personas involucradas en dicho accidente, pero si lo fuera pensaría que en cada instante que se repite ese dramático y triste suceso en las pantallas de la televisión, cada vez más cerca, a mi hijo o a mi hija, por ejemplo, le volvería a pasar lo mismo, y eso no me parece ni justo, ni decente.
¿No es tampoco políticamente correcto decir que esos mismos periodistas punteros, hasta ayer mismo ya estaban de vacaciones, y han vuelto porque representan a un programa, y a una cadena, que al final del mes, intentará decir con mayor o menor grado de exactitud que han ganado miles de “oyentes”, que en realidad no es lo mismo que”escuchantes”?
No será correcto, pero lo pienso, y todo ésto consigue además que haga sentirme como una mala persona por estar harto de estar harto.
¿Cuándo se debe de dejar de hablar de un suceso como el de ayer? Porque dejar de hablar no es lo mismo que dejar de recordar, ni de sentirlo con un dolor que hiela el alma.
Mi padre falleció hace veintitrés años, y este vecino del mundo no habla de ese tema, sin embargo no ha pasado ningún día, desde entonces, en que no me acuerde de él, y de su ausencia.
Han muerto hasta el momento setenta y ocho personas, setenta y ocho historias de amor o desamor que han acabado injustamente, y nadie va a cambiar eso porque se repitan más o menos imágenes, o citen todos sus nombres y apellidos, o aparezcan el rey o el presidente del gobierno dando el pésame, porque eso no se da, se siente y no hace falta hacer alarde de ello, ni que forme parte de ninguna lista de audiencia. Espero que todo esto se entienda, y sino seguiré pensando lo mismo de todas maneras.

*FOTO: DE LA RED