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sábado, 29 de septiembre de 2018

MAREAS DE LA VIDA



Las mareas de la vida te van llevando de aquí para allá, con pocas cosas que podamos hacer, salvo los deseos y aficiones que te ayudan a remar  hacia donde supones que puede estar tu futuro. Y esas mismas mareas se encargan algunas veces de cruzarte con personas que un día estuvieron, por ejemplo, en tu mismo curso y que durante mucho tiempo después no supiste nada de ellos.

Hace unos años, diez aproximadamente,  comprobé que la marea de la vida me había depositado muy cerca, la calle contigua, de un compañero de estudios al que perdí la pista al salir del instituto. Hablando con él entonces descubrí que era médico, y que años después, por diferentes contactos, y como consecuencia de una larga enfermedad, conocí que se había jubilado antes de tiempo.

Esta semana pasada, y desde el centro del mismísimo despiste que me poseía y me hacía suyo, una voz saludándome me rescató a la vida en directo. Era él, que parecía querer un poco de cháchara. Al preguntarme qué tal me encontraba, le dije que no le había visto, que perdonara, y aproveché para informarle, como ya he comentado en este mismo blog (https://patxipe.blogspot.com/2018/09/el-otro-alienbasado-en-hechos-reales.html), que una ameba había convertido mi córnea en su nidito de amor y de cuidado de sus crías. 

Para mi sorpresa, no sabía, porque me lo preguntó, qué era una ameba. Esa pregunta, viniendo de un médico, que lo seguirá siendo mientras viva, aunque ya no ejerza, me sorprendió tanto, que solo acerté a decirle que era un “bichito”, y fingiendo prisa prácticamente me arrojé a la entrada de una panadería que nos estaba deleitando con sus cálidos aromas, y no he vuelto a coincidir con él.

Hay cosas que nunca comprenderé, como que a un médico le suene a chino la palabra “ameba”.

Aunque este vecino quedó tremendamente impactado por la evidente carencia  del galeno, su mente le llevó a otro momento en las mareas de su vida en que ocurrió  cuando menos algo tan chocante.

Este vecino tenía desde hacía unos meses una compañera de trabajo, que el primer día nos la presentaron como Licenciada en Filología francesa, y haber vivido unos tres años en París, con lo cual se suponía que estaba muy integrada en el día a día francés.

En un momento dado, meses después, este vecino estaba tarareando “La bohème”, de Aznavour. Me chocó que no la conociera. Y le dije que era de Charles Aznavour, a lo que ella  me preguntó con cara de quien quiere repetir exactamente un jeroglífico, quién es Charles Aznavour. De pronto la oficina me pareció inmensa, y perdí de vista a mi compañera.

Aquel día comprendí que hay preguntas que directamente lo único que hacen es separar eternamente, como una ola traicionera, y sabes a ciencia cierta que ninguna otra marea de tu vida volverá a uniros.

*FOTO  Y VIDEO: DE LA RED