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jueves, 29 de octubre de 2020

¡VEN A JUGAR...

 Ayer me llegó un sobre con la renovación de una de mis tarjetas bancarias.

Aprovechando el momento, estaba comprobando, en lo más frondoso de una alejada, muy alejada, higuera,  las condiciones e inspeccionando la tarjeta, que por primera vez me viene personalizada con una fotografía-ambientación, entre unas cuantas que me habían ofrecido previamente, cuando mis ojos, perdón, mi ojo, el que no es “fake”, dió con el año en el que expiraba todo el asunto, 2025, y automáticamente, mientras me caía del frondoso árbol,  me descubrí pensando un frío, lacónico y especialmente retador: “Eso, si llego”.

Tras mi sorpresa inicial, llegué a la conclusión de que ésto también es una de las cosas que nos ha traído el COVID-19.

Ahora, en realidad, todos tenemos una etiqueta de manipulación para el día en que caigamos enfermos. Y en la mía dirá que soy persona de alto riesgo y que me queda el final de un Telediario para ingresar en el "Club de los de 65”. Con lo cual, mi vida es ya como aquel “Gran juego de la oca”, que presentaba un Emilio Aragón todavía sin canas, ni nietos que llevarse a su espalda.

Depende de cómo caiga el dado de mi destino para ir a unas casillas u  a otras, y digámoslo, porque es el gran elefante que llenaba la sala y nadie quería mencionar, para que el final de nuestro juego, sea uno u otro.

¿Lo peor de todo? Que nadie te ha invitado a jugar, y que dure lo que dure la partida, al final… siempre pierdes.

Esperemos que en el ínterin (siempre digo que me encanta esa palabra, y por eso la utilizo) se consiga una vacuna fiable, y alejada lo máximo posible de dudas y prisas. Porque personalmente, este vecino del mundo, por ahora al menos, es de la opinión de que antes se la tomen otros valientes, si es que el destino me sigue admitiendo como jugador en “El gran juego de la oca”…

*FOTO: DE LA RED

martes, 21 de enero de 2020

EL MÁS DIFÍCIL TODAVÍA...



El verano suele conllevar su famosa canción, “la canción del verano”, pero esta semana pasada, y como hubiera dicho mi madre “y lo que te rondaré, morena”, estamos sufriendo el ya famoso “pin parental” , o en mi casa me tienen que firmar expresamente todas las clases a las que tengo que acudir sí o sí.

Y por las cosas que se están oyendo, si todo fuera cierto, ni a los sufridos alumnos les daría tiempo material, ni aquello sería una escuela sino como mínimo “El qué apostamos” o “El juego de la oca”.

Eso de que te enseñen a masturbarte me parece tan loco que solo una cabeza llena de ansiolíticos lo puede soportar. En mis tiempos al menos, y llámenme raro si quieren, uno ya traía lo de masturbarse de serie. Aunque seguro que para alguno de derechas, mi ADN debía de estar adulterado por algún ancestro vicioso de izquierdas.

En otro orden de cosas, ayer sobre las nueve y veinte de la noche estaba salseando en la televisión, "esta cadena sí, en ésta no", cuando dí con  la 1, y estaba nuestro señor presidente, Pedro Sánchez, hablando más que de todo un poco, de lo que a él le interesaba hablarnos, es obvio.

Por la manera que tiene de hablar, repitiendo las cosas, y haciendo las repeticiones cada vez más pequeñas hasta fijar claramente su objetivo, este vecino del mundo tenía la sensación, o bien de que nos iba a hipnotizar, o que iba a realizar un truco de magia de escena, de grandes ilusiones y aparataje, el más difícil todavía.

Llegué a pensar que en cualquier momento Pedro Sánchez se iba a desinflar en su asiento, quedando sólo las ropas y una peluca, cuando de pronto, la presentadora, Ana Blanco, se gira, sin ningún tipo de cambio de plano, y descubrimos que es el mismísimo Pedro Sánchez.

De todas maneras, seamos serios, con el año que hemos llevado en cuestión de votaciones varias, no es la primera vez en que nuestros políticos van transmutando de una personalidad a otra, de un discurso a otro, sin que nos dé, a nosotros, tiempo a parpadear, ni a ellos tan siquiera a ponerse rojos de una vergüenza que no conocen.

*FOTO: DE LA RED