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miércoles, 13 de mayo de 2020

UN TAL JAIME Y SU NIÑA...


Como me suelen decir los que me conocen, al final no dejo de ser un moñas, o alguien a quien el corazón siempre le puede.

Y eso me pasó en realidad hace dos días. Normalmente a la hora del desayuno entro en internet y veo las noticias en algunos periódicos y sopeso el panorama, de cómo está el mundo, normalmente el de los orcos desde Twitter. Visto lo malo, me puedo conformar más fácil con unas gotitas de esperanza.

Estaba en Twitter cuando leí sobre un tal Jaime que para hacer más “dulce” el confinamiento a su hija, de corta edad, a la hora de sacar la basura, convertía todo aquello en un desfile en el que él y su hija salen disfrazados de los personajes favoritos de ella. 

Como se puede discernir desde el primer momento, con mucho aroma a "La vida es bella",  y crear un cierto mundo paralelo, del que este vecino nunca ha sido nada partidario.

Ocurrió, que intentando localizar las mismas imagenes encontradas por Twitter, pero en Youtube, dí con una tienda en la que estaban todos los disfraces de esta bonita historia, pero me quedé, dentro de mí, con una gran decepción.

Hace dos días, paré las máquinas y aborté la historia. Hoy, tal como está el panorama de los orcos y no orcos, e incluso de alitosis,  por el olor a la historia de Roberto Benigni, la recojo del cajón de los buenos deseos, y la muestro tal cual.

Es una bonita historia de hadas y buenos deseos, en la que para materializarla en realidad debes de pasar siempre por el departamento de sastrería primero, y luego, irremediablemente, por caja.

Por lo demás es la historia que en tiempos de pandemia más me ha enternecido, y creo que merece por ello, y por la niña entorno a la cual se teje todo, que sea conocida por más gente.


También os digo que en el fondo este vecino del mundo desea que sea verdad, y que el padre no sea ni el propietario de la tienda de disfraces, ni empleado. Y que si puede financiar esta bonita historia, olé por él y por su niña.

*FOTO Y VIDEO: DE LA RED










martes, 17 de septiembre de 2013

CRÍA CUERVOS...Y ÉCHATE A TEMBLAR

Una de las frases de este siglo, del XXI, es esa de el mundo como aldea global, y mezclando un poco los términos, que si alguien se constipa en Florida, por ejemplo, otra persona como consecuencia de ello puede estornudar en Donosti, San Sebastián. Algo de eso me ha pasado estos días al enterarme de la noticia de esa niña de doce años, en Estados Unidos, que se ha suicidado, saltando al vacío, como consecuencia de, según parece, un ciber-acoso realizado por parte de otras niñas.
Siempre se ha utilizado la expresión “juego de niños” para referirse a algo inocuo, pero o ahora los niños no son tan niños pese a su edad, o en el tiempo en el que todavía deberían de jugar lo hacen con conceptos que no se prestan a ello pese a que haya videojuegos, por ejemplo, en los que sí puedan hacerlo. Y es que un niño, o una niña naturalmente, los conceptos son intercambiables, pueden ser muy crueles, porque dicen lo que piensan, sin cortapisas, aunque quizás en eso, los mayores, tengamos algo que decir.
Lo mismo que detrás de un gran hombre suele haber una gran mujer (una amiga mía, Toñi, luchadora feminista elevada a la enésima potencia, diría que detrás de un gran hombre hay una mujer grandemente sorprendida, pero de eso hablaremos otro día), detrás de un niño siempre deben de estar sus padres, especialmente con su ejemplo, porque en el mundo de los niños es más importante los gestos que las palabras.
Con los niños las únicas moralejas que funcionan son las de los cuentos, porque por lo demás, es más importante para ellos la imagen que la palabra. A un niño no le puedes enseñar ser un buen peatón por la boquilla, mientras luego te ve pasando los semáforos en rojo sin parpadear.
Hace muchos años ví una película española, dirigida por el televisivo Narciso Ibañez Serrado, titulada ¿Quién puede matar a un niño?, que bajo la forma de un cuento de terror, es más que todo eso, y en ella se puede comprobar como el arma más mortal que puede tener un niño es su rostro, su expresión, que te desarma, mientras su interior puede albergar de todo, y quizás ese todo se lo hemos permitido previamente nosotros, por aquello de Cría cuervos..., y lo triste es que muchas veces los ojos que sacan no son los nuestros, sino los de otros seres humanos, aunque sean niños también.

*FOTO: Fotograma de ¿Quién puede matar a un niño?