Si me tuviera que definir lo haría como un voyeur de la vida. En este caso lo digo en francés porque parece que suena mucho mejor, aunque en realidad es el de un simple mirón. Quizás ese sea el motivo por el que me guste el cine, o simplemente sea al revés, que como deformación de observar en el cine, lo haya trasladado a la pantalla de la vida. Sea como fuere, como espectador que soy, me encantan las películas de suspense, y en especial todas aquellas donde lo importante es descubrir al asesino de turno.
Lo único que pido siempre en este juego es la honestidad.
Siempre hay unas reglas no escritas que se deben de respetar, y algunas veces los guionistas quieren enredarlo tanto que casi se matan así mismos.
Recuerdo una película española de hace unos años, El tuno negro, que respecto a su factura era impecable, el problema es el argumento, al final se desinflaba.
Sin contar el desenlace, diré que lo normal es que el asesino durante toda la película disimule para que no se sepa que es él, lo que no es de recibo es que cuando el personaje se queda sólo siga disimulando. En la película en cuestión, al asesino, o asesina, al ser uno de los protagonistas, se le veía que estaba investigando el caso y con mucha preocupación. Lo que no es normal es que cuando está solo, le veas que continúa devanandose los sesos, y que se pase horas enteras él solo investigando. Eso no es justo, porque solo lo hace para despistar al espectador.
Ocurre lo mismo en la famosa escena de muchas películas, después de hacer el amor de una manera desaforada, ella utiliza todo el rato la sábana de turno mientras habla con él. No será para taparse de su en ese momento pareja, sino que en realidad lo hace por nosotros, sabe que estamos presentes; por eso comentaba lo de la honestidad.
Hago un paréntesis para decir que no voy a hablar de Hitchcock, porque toda su obra es un caso aparte.
Al comienzo de los setenta, causó furor desde Italia Dario Argento, con películas como El gato de nueve colas, Cuatro moscas sobre terciopelo gris...pero poco a poco fue cayendo en lo que se denomina cine gore, cine de vísceras, y a mí personalmente no me interesa la casquería.
Esas dos películas mencionadas estaban muy bien, y eran creíbles aunque tuvieran un toque de género fantástico; ese mismo hecho las hacía singulares.
Como todo es cuestión de modas, se intentó seguir con el filón encontrado, pero ya se quería enredar tanto, que en muchas de ellas la única escusa que presentaban al final para mostrar al asesino es que ni él mismo sabía que lo era, y que en realidad estaba loco, y nos había engañado durante toda la historia. Eso tampoco es un juego justo.
En España se puede reseñar una gran serie de televisión de los años sesenta, ¿Es usted el asesino?, dirigida por Narciso Ibañez Serrador, que nos tuvo en vilo durante varias semanas.
El mismo Ibañez Serrador, sólo tiene dos películas hechas ex profeso para el cine, y las dos magníficas. La primera de ellas, La Residencia, que durante años estuvo en el ranking de las películas españolas más taquilleras, es una película de suspense, con muy buena factura, y redonda.
Quizás a los amantes de este tipo de cine se nos puede tachar de morbosos, la cuestión es que disfrutamos de los argumentos en tanto en cuanto sabemos que todo ello es un juego. Lo verdaderamente horrible es lo que vemos todos los días en el Telediario, esa es la única verdad, y el argumento desgraciadamente lo escribimos nosotros.
* FOTO: DE LA RED