Los incondicionales que normalmente se asoman a
esta ventana conocen que la moral de este vecino es a prueba de bomba, y
que es capaz de encontrar un pequeño rayo de luz en la misma oscuridad.
Sin embargo, llevo varios días en que no soy
precisamente la alegría de la huerta, y que si tuviera que convencer a una
persona que está encaramada en lo más alto de un edificio pensándose si saltar
o no, existirían más posibilidades de que me convenciera él a mí para que
saltáramos juntos.
Los tiempos actuales tampoco ayudan. En un momento
donde sube todo, incluida la tensión, este vecino además vive en una ciudad,
Donosti, que no es que sea cara, sino que hasta los pobres, no son unos pobres
cualquiera, porque eso estropearía el entorno, y especialmente el área
romántica, sino que son unos pobres de marca.
Este vecino podrá ir al infierno, si es que el
infierno existe, por muchas razones, pero no por no ayudar al que se encuentra en
dificultades, porque siempre ha intentado "aliviar" al que pide. Sin embargo, en estos tiempos, en la vida diaria de este vecino también se ha tenido que
instaurar el régimen de recortes, porque uno llega a lo que puede, y a donde no, eso no existe, más que nada para no sufrir.
El otro día, al comienzo de esta semana, iba
paseando por el centro de la ciudad, y fui prácticamente abordado por un hombre
de mediana edad, no muy mal vestido, sino con aire más bien de quien pasa dos
noches de juerga seguida, y no lo digo por el olor alcohol que no existía, sino
por la apariencia de ser un poco arrollado por las circunstancias, por decirlo
de alguna manera. Musitó unas palabras que no llegué a entender, pero los
gestos son idioma universal, y al ponerme la mano estaba claro que me pedía
algo, y que precisamente no era la hora, en todos los sentidos.
Este vecino que aunque lleva ya tiempo en el paro,
se le sigue haciendo igual de duro que
la primera vez, no dar limosna al que se lo pide, se sintió un poco frustrado
por el momento, y al cabo de unos segundos en que ambos habíamos proseguido con
nuestros caminos opuestos, miró para atrás, y recibió una sorpresa enorme
cuando comprobó que la persona que acababa de pedirle ayuda, había sacado un
teléfono de los denominados “smartphone”, y se quejaba a su
interlocutor de que ya lo iba a dejar “por hoy” y que no le había dado
dinero ni “el tato”, por lo que consideré que el famoso tato era yo.
Todavía estoy con la duda de si esa persona
realmente lo necesitaba o no, porque en estos días de tan bruscos cambios,
existe mucha gente que realmente necesita ayuda, y pasa vergüenza para
pedirla, y sin embargo hay otros, que como en ese día, no sabes si realmente
vienen o van.
*DIBUJO: DE LA RED
De: Ana Martxueta (por facebook)
ResponderEliminarCuanta razón tienes. Yo sigo las indicaciones de una persona que me dijo: dinero no, pero comida da. Si de verdad la necesitan, no te la rechazarán. Pero sino, te dirán cualquier burrada. Y dicho y hecho. Durante unos años fui camarera y nunca negué ni un café ni un bollo a quien realmente lo quería. Pero si lo que querían era dinero, yo les decía: pero no me pedías para comprar comida? Ya te doy bollos. Y eso no lo querían
Totalmente de acuerdo contigo, Ana. Es mejor dar comida, porque si realmente están necesitados se la llevarán. El dinero normalmente se va a utilizar para "alimentar" los vicios. (Por facebook)
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