Sin
quererme poner trascendente diré que los mecanismos de la mente son
inescrutables. Esta mañana como todas las mañanas me he levantado,
y lo primero que he hecho ha sido abrir la puerta del balcón y salir
a ver el tiempo que hacía, comprobando la actividad matutina. Es una
manera de catar
el día que ya ha llegado, y ver pistas que te pueden ayudar a
afrontarlo.
No
sé si por lo de las pistas, el caso es que mientras miraba la casa
de enfrente, la misma casa de siempre, me ha dado por pensar en la
variedad de balcones que hay, unos más ordenados que otros, y
mediante esa idea no sé cómo he enlazado con Sherlock Holmes y he
pensado que este personaje tras unos segundos de observación de cada
balcón, nos informaría de los gustos, pecados y virtudes del
propietario o arrendatario de cada casa, y rizando el rizo de su
nombre con sus dos apellidos respectivos, y datos aproximados de la
procedencia de sus padres. Y este vecino del mundo en unos segundos
se ha transformado en una especie de ayudante de Mr. Sherlock, y
de acuerdo con los dictados de mi mente, transmutada por unos
instantes en el Sr. Holmes, he comenzado a estudiar con
avidez algunos de los balcones.
La
verdad es que la variedad es impresionante y cada uno de ellos un
auténtico mundo. Algunos están totalmente ordenados, otros parecen
un auténtico almacén con vistas a la calle. Algunos dan a entender
que los propietarios no saben ni que tienen balcón, ni que de vez en
cuando, sólo de vez en cuando, conviene adecentarlo un poco.
Un
balcón, un sólo balcón, ha atraído mi atención. Estaba
totalmente vacío, con la excepción de una foto en color, enmarcada
a modo de cuadro, y colgada de la pared mirando hacia la calle. Era
una mujer de mediana edad que sonreía, no sé si al infinito, o
al vecino de enfrente.
Al
principio me ha sorprendido, pero al cabo de un rato, en el que no
paraba de mirarla, una sensación de inquietud iba creciendo en mí.
Más que la foto en sí, era el significado de estar
colgada-para-siempre,
diría este vecino. Y es que salir un poco al balcón puede ser un
privilegio, pero estar perpetuamente allí ya se convierte en
castigo. Y esa sonrisa, sin motivo aparente, inducía a creer que, o no
se había dado cuenta de su situación, o que lo que pasaba en el
interior de su casa, nunca le había importado nada., y quizás
había sido castigada, pero por quién, a perpetuidad.
Intentando
escapar de mis pensamientos, he salido de mi balcón, y mientras
cerraba la puerta, he cortado con mis pensamientos, intentando
convencerme de que no hay cosa que más atraiga que aquello que no se
comprende, aunque haya alguna razón obvia, si la hay, Pero si la
encuentras, ese aura romántica de la historia se desvanecerá y se
convertirá en algo mundano, tanto como el comienzo de otro día.
*FOTO: DE LA RED
No hay comentarios:
Publicar un comentario