Durante algo más de una semana, lo que dura su
festival de cine, Donosti se suele convertir en una especie de Meca del Cine,
en el que se puede examinar, a modo de termómetro, lo que van a ser los
estrenos de los próximos meses.
Sin embargo, a este vecino, no le salen las
cuentas, porque con tanta gente en las salas, aunque en las sesiones de gala,
la mitad de la gente sea invitada, el resto representa también un
alto porcentaje, que en lo que queda del año debe de estar ahorrando en su casa
sin salir, para la semana del festival, porque las sesiones en un día normal y
corriente durante el año suelen estar bastante desangeladas.
Los que regentan las salas se han tenido
que inventar el día del espectador, variando de cine en cine, para que los
pocos que todavía ejercen el noble arte de espectador, puedan hacer doblete e
incluso triplete durante la semana.
Este vecino cree que muchos de los que ven varias
películas durante el festival, son los mismos que en las encuestas dicen que
les apasionan los documentales de la 2, porque el resto del año no aparecen por ninguna
parte.
En cierta manera, teniendo en cuenta el precio en
que se ha puesto ver una película en una sala, se diría que el kilo de estrella
de cine ha subido, y se ha puesto a la altura de las angulas, y, sin embargo,
no es así, porque no hay que confundir lo que se paga en taquilla con lo que va
a las arcas de los currelas del séptimo arte, y es la misma
diferencia que existe entre el que tiene un campo y lo emplea para plantar
tomates, cuidándolos día a día, con lo que nosotros pagamos por un kilo de tomates
en general.
Y para colmo de males, o éramos pocos y parió la
abuela, no se le ocurre otra cosa al ministro Wert que aparecer por el festival,
con la excusa de entregar el premio de cinematografía al director
de cine Señor J.A. Bayona, cuando se podría simbolizar en este ministro gran
parte de los últimos males del cine español, especialmente con la subida del
I.V.A., en que nos ha dejado a la mayoría de los españoles en la disyuntiva de, o dejar algo de herencia a nuestros hijos, o decidirse por ir al cine, con notario
y fotógrafo, para que quede esa aventura registrada en los anales de nuestra historia
familiar.
Que se haya acercado el Señor Wert por el festival
de cine donostiarra es tan chocante, desafiante e irreverente, como la aparición
de un cardenal en la inauguración de un sex-shop, aunque a la postre, y bien
pensado, ambos pudieran ser consumidores finales de ambos negocios.
*FOTO-MONTAJE: DE LA RED
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