Los domingos, este vecino del mundo, se suele
levantar sin licencia de armas. Es decir, sin ganas de meterse con nadie, ni
que ese nadie se meta con él.
Sin embargo, a las primeras de cambio, desde las
páginas del periódico “El mundo”, un “jubilata”, otrora líder de la izquierda,
Julio Anguita, y que está promocionando un nuevo libro con aroma a utopía, nos
dice que “Tengo una pensión de 1.848 euros, un Seat León y un ordenador. ¿Para
qué más?"
En primer lugar, uno se pregunta, todavía
intentando desayunar, hasta qué punto, el mismo interpelado, Julio Anquita, estará
contento con ese titular a modo de resumen de la entrevista. Porque cogido así, los
1.848 euros es una cifra que no está nada mal, y que para sí la
quisieran la mayoría de los futuros contribuyentes, que ni van a tener la
oportunidad de cotizar cuarenta años, ni por esas cantidades.
Con respecto al coche, este vecino del mundo
siempre se ha visto más como pasajero que como piloto, y no entiende, ni quiere
entender, de coches. Solo que para este vecino “león¨” ya es mentar a la “bicha”,
al vecino del campo de al lado, por aquello de la rivalidad en los derbis
futbolísticos.
Está claro que el Señor Anguita, Don Julio, daba a
entender, desde la modestia, que con ese dinero, no mucho, un coche normal, y
un simple ordenador, ya era feliz.
Ocurre que, puesta la felicidad en cifras,
que siempre está mal, y muerta y
enterrada la utopía, dentro de unos años, y si hay películas de los años
sesenta, en las que se ve, como un mismo vecindario compartía prácticamente una
televisión para todos, el futuro no le va a ir a la zaga.
Más o menos lo que se ve en la trilogía de “Mad
Max”, un mundo en el que se va a luchar por todo, por el carburante, por el
agua...
Y es que si algún incauto estaba esperando alguna
ayuda, por ejemplo, desde los sindicatos, éstos ya han demostrado con creces
que están más que ocupados en pequeños grandes chanchullos. Adorando los gustos
patronales, grandes bolsos de marcas, pero demostrando un quiero y no puedo, en
el que dan de comer a esclavistas orientales, a aquellos mismos a los que
denostan, y convierten el ahorro de no comprar grandes nombres, en chapuza
nacional, que les sale casi tan caro y les deja las vergüenzas al descubierto.
*FOTO: DE LA RED
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