Hay días en que a uno no le apetece ni salir a la calle,
y es que ya tiene todo como muy visto. La misma película con los mismos
actores. Por lo menos, abres una novela negra y ya en la segunda línea te
encuentras con un asesinato y no puedes dejar de leer hasta el desenlace final.
Y mientras tú en la vida real no sabrías cómo continuar investigando, el héroe
de la novela, haga lo que haga siempre se irá acercando a la consecución del
caso. Pero la vida no es así, puedes estar a cinco metros de tu media naranja,
y no encontraros nunca, porque no hay ningún solo de cuerda que transmita a los
demás tu estado de ánimo como en una buena película. Y los malos en la vida
real pueden ser guapos, además pueden ser malos y buenos al mismo tiempo,
porque todo depende de la historia que se esté contando y el personaje que la
cuente.
Y es que hay días en que a uno no le apetece que el sol
salga como si fuera el primer día, como si fuera la primera vez. El sol te hace
sentir que estas vivo, y que puedes estar ante una nueva historia, pero tú, ya
no eres nuevo, sino el compendio de miles de historias, de miles de soles
nuevos y otros tantos atardeceres.
No eres un libro todavía por escribir, sino en cada
momento te puedes preguntar si ya se está acabando, y lo peor no es eso, sino
que encima tenga un final intrascendente. Porque el fondo no lo es todo, sino
también la forma.
Las mariposas nacieron para ser libres, no para estar
encerradas en un estómago esperando a aletear ante el amor. Las
mariposas no nacieron para esperar a que te enamores, porque en realidad a las
mariposas no les importas lo más mínimo.
Ese espejo, hay días que te habla con cariño y días que
te insulta. Porque los espejos hablan, con la voz de tu pensamiento, pero
hablan. Como en los cuentos, adulan a la bruja y aconsejan a la princesa. El
problema está en que los brujos y los
príncipes no se miran al espejo en los cuentos. Y a ti, por de pronto te falta
saber si eres brujo o príncipe, o al final descubres que no eres ni un sapo esperando
a ser besado por la princesa.
Porque las princesas dejaron de esperar al
príncipe pardillo que les bese, y se van con el malote de marcados pectorales, que
en realidad les hace menos caso que al espejo de su armario donde tiene escondido su secreto.
*FOTO: DE LA RED
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