Leo en un periódico que van
a mandar a La Esteban a Supervivientes, a pasar unos cuatro o cinco días con los
pocos concursantes que van quedando. Como no discuten entre ellos, para que se
cabreen un poco más, con una persona que viene recién comida, y con noticias y mala leche frescas. Por un momento me he imaginado al Tom Hanks de "Náufrago" intentando abandonar su isla.
Puestos a promocionar un
programa, que en opinión de este vecino del mundo, por muchas cifras que den
este año sobre “el share o no share”, como diría Shakespeare, va de capa caída,
se podrían dar los Telediarios desde la isla. Incluso el mismo Poli De Lujo. Y
si el invitado miente más de cinco veces, por ejemplo, se queda allí
concursando, hasta que víctima del hambre, vaya reconociendo toda la verdad.
Al leer la noticia, o lo que
sea que es, me he imaginado una televisión en blanco y negro, española, en los
años sesenta, dando imágenes de la guerra del Vietnam, y los de La Cadena
Alegre, o como quiera que se hubieran llamado entonces, mandando a La Esteban
de los sesenta, al frente con los soldados americanos, para hacer realities de
la realidad.
Este vecino ha llegado a
pensar que este tipo de televisión, cumple las mismas funciones que un porro.
Te pega un “colocón” que te distorsiona la realidad de tal manera que lo mismo
te partes de risa, que lloras hasta que se te corra el “rimmel”.
Y es que si por algo se
caracteriza La Cadena Alegre es por hacer una especie de mix de toda su
programación. No importa qué hora sea, hoy te aparece de pronto Mila Santana,
que dicho sea de paso este vecino no tiene nada contra ella, no sea que se
cabree, que ya parece que es su estado natural, o el mismo
Kiko Matamoros, tras algún otro lifting (o es que ya no es él, y han pegado el cambiazo sin decirnos nada), en horas en que no te debes de “salvar”, sea en versión normal o de lujo.
Algo tan absurdo de rizar el
rizo, como si estando en tu casa, llaman a la puerta, y es tu jefe que ni saluda
ni nada, sino que directamente, y además en mangas de camisa, te pide entrando
en tu salón, el expediente x, con la salvedad de que hace dos semanas que te despidió, porque el share de su empresa
había bajado, y aducía que era por tu culpa.
Y cuando estás apunto de
recordarle lo que piensas de él, pegándote, a modo de colleja en la cabeza, con
un micrófono que acaba de sacar de no se sabe dónde, te dice que esperes un
momento para publicidad.
*FOTO: DE LA RED
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