Que sí, somos demócratas
prácticamente desde anteayer, pero que ahora resulta que somos demócratas de toda
la vida, aunque en el fondo, e incluso en la superficie, somos unos clasistas, y con mucho cuento, y
eso se demuestra fácilmente con la prensa del corazón, que practica todos los
días ese famoso dicho tan español como es “más vale caer en gracia, que ser
gracioso”.
Un cuento, que una joven, muy guapa
ella, eso sí, licenciada en derecho, eso también, se casa con un torero de
estirpe, de esos que hablan más fuera de los ruedos (generalmente delante de un
anuncio, ¡Cosas del destino!), que en el ruedo, y diseña unos cuantos trajes,
pues le nombramos “diseñadora”, que además “viste” muy bien, y nunca mejor dicho.
¿Os habéis dado cuenta de la cantidad de diseñadores famosos que hay últimamente? Casi tantos como famosos que han escrito un libro.
¿Os habéis dado cuenta de la cantidad de diseñadores famosos que hay últimamente? Casi tantos como famosos que han escrito un libro.
No comprendo a los
diseñadores, esa profesión tan selecta que busca ideas nuevas y regeneradoras.
Igual deberían de hacer un descanso en
su conexión con las musas, y encararse con tanto advenedizo, que no ha
estudiado ni un cursillo de veinticuatro horas. Lo que ocurre, muy probable, es
que no “puedan” decir nada porque más de una vez tendrán que trabajar como “negros”
de ellos, para ganarse la vida; porque ésta es muy dura si no tienes un nombre.
Y, paradójico, más de uno y de una de los famosos, lo único que tiene es eso, un nombre.
Otro cuento, que una cantante, española,
muy española ella, y que puestos a cantar cantaba hasta a las olas, tenía tres hijos, dos de ellos adoptivos, y a
la hora de dejar su herencia, que parece estar en su derecho, deja
prácticamente todo a su hija biológica, salvo la casa en la que vivían a repartir
entre los tres hijos. Para el común de los mortales, digamos, que el panorama no
pinta muy normal, pero sale la prensa, no toda, naturalmente, y dice que no ha
pasado nada, porque, claro, los hijos pequeños, los adoptivos, tienen a su
padre vivo (el padre de la mayor ya murió), para sacarles las castañas del fuego.
Y por último, el cuento de la Duquesita del
Guisante. Le han pillado con uno de los actores de moda, talludito él, pero buen
actor, pues se arregla fácil: son pareja. Nadie ni confirma ni desmiente, aunque no se les haya vuelto a ver juntos.
Eso sí, es que él ha estado rodando fuera de España, y las circunstancias son
las circunstancias. Al común de los mortales le pillan con una mujer, tan solo
dos veces, y con nocturnidad y alevosía, y se dice que “Fulanito de Tal” está
teniendo una aventura; luego ya se verá.
Ocurre que en según qué
niveles de España, no se folla. Es la pura verdad, no se folla, solo se hace el
amor. Follar, y pidiendo muchísimo perdón a mis lectores por escribirlo, solo
lo hace la plebe, especialmente esa que sigue al Hamelin de la coleta. Además, para esa misma
Duquesita, el tiempo pasa de otra manera, más lentamente. Hace más de quince
años que pasó la treintena, pero la prensa, especialmente hablada, vía
televisión, le sigue tratando como a una niña, pero ya no le damos importancia,
porque es cosa de todos los días.
Lo dicho, en España siempre
ha sido mejor caer en gracia, que ser gracioso, porque el panorama además no
está como para partirse de risa, sino como para que te partan por reírte…,
aunque sea por no llorar.
*ILUSTRACIÓN: DE LA RED
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