Esa frase tan tontuna, egoísta y, en apariencia, inocente
de “yo estuve allí”, en los últimos tiempos
ha encontrado un aliado, el teléfono móvil y sus selfies, cuya mezcla
puede llevar a todo tipo de inconsciencias, como dar un paso atrás buscando el mejor enfoque, y en su lugar
encontrar la muerte, al caerse por un acantilado (que no es broma y ya ha pasado).
Pero las imágenes que nos han llegado estas últimas horas, en las que un hombre saca del agua a una cría de delfín de la
especie "franciscana" en la playa de Santa
Teresita, provincia de Buenos Aires (Argentina) (https://www.youtube.com/watch?v=0n_m39V6D7o), y comienza a pasar al pequeño cetáceo entre los turistas que se agruparon en
torno a él con el objetivo de sacarse una foto con el aprendiz de delfín, es
el absurdo más absurdo sembrado de sonrisas y de “yo primero”.
Viendo las imágenes posteriores del ya cadáver, es que no
puede haber ningún tipo de malentendido, se ve perfectamente que es un bebé y
la mezcla de egoísmo e inconsciencia siempre son una mezcla complicada, y en
este caso letal.
Este vecino del mundo siempre ha tenido la teoría de que
quien se saca una foto delante de tal o cual sitio, está preparando la historia
de “cuando YO estuve allí”, y en realidad le importa muy poco lo que aquello
supone, y mucho más el cierto estatus que le puede dar entre los suyos,
o dicho de una manera mucho más desenfadada “el poder contar batallitas sobre
aquel día”.
Los muchos “yo”, por otra parte, de esta playa se
convirtieron por un momento en una auténtica jauría.
Este suceso ha removido recuerdos a este vecino del
mundo que nunca había contado antes, y que en cierta manera cambiaron su concepción
de la vida. Al ver, en su estreno, “El
planeta de los simios”, la versión buena, la de Franklin Schaffner de 1968,
interpretada por un Charlton Heston inmenso (en cualquiera de las acepciones de
la palabra), hay dos escenas que fueron realmente impactantes, teniendo en
cuenta que por entonces, este vecino tendría unos trece años.
Una de ellas es que al aterrizar en aquel planeta, en ese
momento de nombre desconocido, los astronautas supervivientes, creo recordar
que eran tres, son atrapados por los monos, que adoptan claramente el rol de
hombre, y habitan aquellos lugares, separando a los tres compañeros. Con el
transcurso de la película, el astronauta negro que integra la expedición, vuelve
a aparecer, pero esta vez ya disecado y como trofeo de caza.
Ese cambio de
perspectiva, de cazar a ser cazado, junto con la otra escena en la que se ve,
creo recordar, una foto en la que un grupo de, no sé cómo definirlos
exactamente, ¿niños-monos?, que están posando encima de un hombre cazado y, que queda claro, que es el final feliz de una cacería.
Desde aquel
momento, cada vez que veo escenas de caza, bien sea de la realeza,
nobleza, millonarios, o que juegan a serlo, la sombra de aquellos monos,
siempre sonrientes, no ha dejado de acompañarme, ni hoy tampoco.
Sin embargo, esta vez ha sido mucho peor, porque ningún adulto, o
supuesto adulto, ha sido capaz de poner un poco de cordura, y los niños que se
encontraban allí, han recibido una muy mala lección, además de la peor manera
posible, de la mano de sus padres.
*FOTO: DE LA RED
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