Hace mucho tiempo que ya estamos en la fase de ir a mear
y no echar ni gota respecto a las aventuras de "Puigdemont en el país de los
belgas", como si de un cómic se tratara.
Ahora la fiscalía de ese país nos pregunta que cómo tenemos nuestras
cárceles bajo la versión de a qué cárcel iría Puigdemont, más que nada por si
tienen un mínimo de garantías, en caso de que fuera devuelto a la justicia española.
Y es que hay preguntas que es sabido que no se deben
hacer. Si quieres ligar con una joven no puedes preguntarle por cómo anda de
sus ventosidades y luego quejarte de que, y como mal menor, te ha dicho que
vayas a peinar bombillas. Por esa misma razón, el gobierno belga no puede venir ahora a preguntarnos: "¿Cómo andan ustedes de cárceles?", cuando somos compañeros en la
Unión Europea, y como vecinos que somos nos pedimos perejil en zapatillas un día
sí y el otro también.
Una cosa es que haya norteamericanos, por ejemplo, que
estén convencidos de que España esté en algún lugar de Sudamérica, pero la
pregunta de la fiscalía belga cuando menos sin decirlo, eso sí es un acierto, nos
instala en África, con perdón para África.
Para saber si una pregunta se debe o no hacer es muy
sencillo. Tan sencillo como preguntarse: ¿Esa cuestión se la haríamos a la
Alemania de la Señora Merkel, o a la Francia del Señor Macron?
Y
automáticamente nos viene la respuesta: No, porque no hay … lo que hay que
tener.
¡Vamos! Resumiendo,
que al respeto ni se le conoce ni se le espera en torno a la figura de nuestro presidente. Porque entre otras cosas,
mientras le acompañe ese olor a presunta corrupción, será imposible.
Sin embargo, eso no quiere decir que el Señor Puigdemont se tenga que ir de rositas, porque éste, Puigdemont, sería a reescribir la historia lo que Julio Verne a la literatura fantástica: todo un innovador. A Puigdemont y a los suyos les das dos días y demuestran, si quieren, que Dios proviene del Maresme, e incluso que el centro de cualquier galaxia pasa por Cataluña y, por eso mismo, les pertenece.
*FOTO: DE LA RED
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