Llevo varios días sintiéndome como Abraracurcix, el jefe
de la aldea gala de Asterix y Obelix.
Los seguidores de estos comics (que aunque no lo parezca
ya pueden haber rebasado tranquilamente, es un decir, los sesenta, como este vecino del mundo), para ahora
ya me habrán entendido. Y es que el único miedo del bonachón, pero justo y
firme, jefe galo es que se le cayera el cielo sobre su cabeza.
Desde que me enteré que hay una estación
espacial china, Tiangong-1, que en cualquier momento, por decirlo de una manera suave, tiene
previsto visitarnos por sorpresa, uno no deja de tener la mosca tras la oreja.
Por aquello de que “no me tocará la lotería, pero ésto…”
Por cierto, muchas veces somos muy exigentes con los
nuestros, y no tanto con lo que viene de fuera que bien pudiera parecer que es "palabra de ley".
Hace unos dos días cuando
empecé a conocer la noticia, el comentarista en la radio se hacía eco de las
declaraciones chinas, en las que se decía que la nave podía caer el viernes, el
sábado o el domingo. Muchas veces para hacerme una opinión me imagino sentado
con los amigos en el bar de mi pueblo, opinando sobre lo que dicen en la tele,
y automáticamente me salió: “Resumiendo: No tienen ni puta idea. Si eso llegan
a decir nuestras autoridades, les ponemos a parir”. Y es así.
El problema no es sólo la estación que se nos va a
arrojar encima en cualquier momento, sino la cantidad de basura espacial que
nos rodea, que desde muchos foros se asegura que ya debe de ser enorme por mucho
que pensemos en la grandeza del universo.
Lo mismo que desde hace bastante tiempo se nos está
adoctrinando con los colores de los diferentes contenedores para la basura,
digamos que, doméstica, habría que asegurarse no en acortar todo tipo de
avances en la ciencia, pero sí en mandar sólo lo verdaderamente necesario al
espacio. Porque, que este vecino recuerde, hace unos pocos meses, por ejemplo, entre
las cosas que se mandaron al espacio
estaba un coche, que en realidad era más un coste publicitario por lo
que se adjuntaba, que una verdadera necesidad.
Y es que puestos a morir, si es
necesario, que sea por la ciencia, y no porque te “visita” un anuncio por
mucho que sea interestelar.
*FOTO E ILUSTRACIÓN: DE LA RED
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