Quizás lo que más me gusta del día de Navidad es el paseo que me doy por la gran ciudad, en este caso Bilbao, y que la gente, todos en general con los que me cruzo, si hablan, en contadas ocasiones, lo hacen bajito. Nunca he sabido si es para que no les oigan los damnificados por los excesos nocturnos, o porque les duele la cabeza a ellos también.
Este año, la mañana de Navidad, he tenido la sensación de que hemos sido arrollados por el espíritu navideño. Incluso me pareció, esa mañana del fun, fun, fun, más que nunca, que eran los perros
quienes sacaban a sus amos a pasear, para que tomaran un poco el aire y se les
fuera esa melopea mezcla de alcoholes varios y borrachera de abrazos y
buenos sentimientos hasta con la gente que no conocen.
La verdad es que este vecino del mundo ya se quedó
noqueado en “Nochebuena” con el discurso
del Rey, en el momento que dijo que nos hablaba desde El Palacio Real, que era
de todos los españoles.
Sinceramente, pensaba que no era así, que no era mío,
cuando el año pasado, visitando Madrid, en plena Semana Santa vi una cola inmensa de gente, pasando por taquilla, y que tras ver los precios, y como
íbamos tres, tuvimos que elegir entre alimentarnos física o culturalmente.
Por otra parte, de la gente que visita todos los días tanto el Palacio Real , como los otros bienes culturales, todavía no he recibido, no hemos recibido, parte del botín, aunque seguro que si pregunto me dirán eso de lo comido por lo servido, lo que se gana, por lo que cuesta el mantenimiento del pasado. Esa fue una de las razones por las que decidimos irnos a comer, porque si no nos buscamos la vida nosotros…
Por otra parte, de la gente que visita todos los días tanto el Palacio Real , como los otros bienes culturales, todavía no he recibido, no hemos recibido, parte del botín, aunque seguro que si pregunto me dirán eso de lo comido por lo servido, lo que se gana, por lo que cuesta el mantenimiento del pasado. Esa fue una de las razones por las que decidimos irnos a comer, porque si no nos buscamos la vida nosotros…
Desde hace unos años, desde la crisis concretamente, las
Navidades me parecen en blanco y negro, remedando a aquellas películas
españolas de principios de los sesenta, con un Casto Sendra (Cassen), José
Isbert y José Luis López Vázquez, entre otros, buscándose la vida y, algunas veces, la
muerte.
Al atardecer del veinticuatro, me pareció oír clarísimamente a alguien gritando: Chencho, Chencho… Sé que es muy probable que los lectores de menos de cincuenta años no me entiendan ésto, y deban de ver “La gran familia”. Quizás vean reflejado, en cierta manera, versión 3.0., eso sí, lo que está ocurriendo otra vez. Y es que de vez en cuando no hay que hacer oídos sordos al pasado, y ver de dónde venimos y hacia dónde, desgraciadamente, parecemos ir.
Al atardecer del veinticuatro, me pareció oír clarísimamente a alguien gritando: Chencho, Chencho… Sé que es muy probable que los lectores de menos de cincuenta años no me entiendan ésto, y deban de ver “La gran familia”. Quizás vean reflejado, en cierta manera, versión 3.0., eso sí, lo que está ocurriendo otra vez. Y es que de vez en cuando no hay que hacer oídos sordos al pasado, y ver de dónde venimos y hacia dónde, desgraciadamente, parecemos ir.
La estampa de la Señora Carmena, Alcaldesa de Madrid, sin
olvidar por supuesto al Padre Ángel, y no es hablar mal de ellos, sino al
contrario, nos remite a un pasado del “siente un pobre a su mesa”
verdaderamente estremecedor. Y mientras,
los partidos políticos, todos los partidos, discutiendo si son galgos o
podencos, y en lugar de enseñar a pescar, entre otros a los que estaban en la
cena celebrada en el ayuntamiento madrileño, intentando conseguir la caña más
grande y lujosa, para que se note quién manda de verdad.
Este año, me imagino que lo habréis notado, no he
felicitado las fiestas a nadie, no nos lo merecemos mientras hay un montón de
desgracias, incluyendo esos que ya han quedado marcados como “refugiados”, y en
realidad no están al refugio de nada, sino a plena intemperie. Quizás, este
año el tiempo invernal sea más permisivo que nosotros, que nuestros corazones,
y se avergüence de tener que “atacar” a un grupo que no importa a nadie, muy al
contrario, molesta y mucho.
Os voy a pedir realizar una pequeña prueba, acercaros a
ese pequeño, o gran belén que habéis montado por vuestros pequeños
preferentemente, mirad al niño, tan bonito, tan limpio y reluciente. Ahora,
sustituirlo por cualquiera de los niños vistos en esas fotos de “pequeños
refugiados”. Pues eso. No tenemos vergüenza. ¿Que la culpa no es nuestra, es de
los que mandan? Seguramente, pero les seguimos apoyando con nuestros votos, a todos.
Desear “Feliz Navidad” es ocultar todo tipo de problemas,
y calmar nuestra conciencia. Y ya no estoy dispuesto a hacerlo, en mi caso,
porque nacimientos, de los de verdad, y no de corcho y barro, hay todos los días.
*FOTO: DE LA RED
*FOTO: DE LA RED