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viernes, 25 de diciembre de 2020

EFECTOS DE UNA NOCHEBUENA...

 

He visto por decimonovena vez “Love actually” y el personaje interpretado por Laura Linney sigue sin ligarse definitivamente al buenorro de la oficina (el actor Rodrigo Santoro).

Algunas veces las películas se parecen demasiado a la realidad y no se pueden maquillar ni con efectos especiales alcohólicos aunque sea Navidad. Y es que hay momentos en que la cabeza todavía no está para exactitudes de dónde o cuándo.

Por lo demás, en el mensaje del Rey, éste ha dicho lo que tenía que decir pero “sin discos dedicados”, y mucho me temo que muchos, los de siempre, le van a volver a crucificar, confundiendo la Navidad con la Semana Santa.

Tengo un primo que hoy pasaba la noche, por diversos motivos, en solitario, como este vecino, pero en diferente ciudad, que os conozco… Y es tan estricto, tan estricto, que cada veinte minutos habría las ventanas. Esperemos que en el peor de los casos no se muera de pulmonía…

Pensaba que nunca llegaría a decir esto, pero lo que es justo es justo, y he comenzado a ver el programa de Raphael, por curiosidad, y me he quedado enganchado hasta el final. Ha sido un recital, con invitados (a dar lo máximo de ellos), que por su delicatessen quizás hubiera tenido que ir, de alguna manera, dentro de “Masterchef”.

Son algo más de las tres de la mañana, y los donostiarras al menos, se lo han puesto fácil a Olentzero y a Santa Claus. En la mayoría de las casas ya solo quedan unas luces de colores intermitentes que dan pistas de que “no hay moros en la costa”. Esperando que no haya nadie defensor de lo políticamente correcto que se mosquee por esta expresión, antes al menos, totalmente coloquial.

Para la despedida, me voy con el deseo de que en mi casa al menos, ya que no va a venir ni el Olentzero ni otro colega de diferentes latitudes, dentro de unas horas, cuando despierte, no falte nada, porque en ese caso pudiera significar que este vecino fuera cleptómano, y sinceramente, ya con ser persona de riesgo tengo el cupo más que lleno...

*FOTO: DE LA RED

jueves, 24 de diciembre de 2020

UNA NOCHE BUENA DE VERDAD...


 ¡La Nochebuena ya está aquí!

En unas horas nos reuniremos, los que podamos, para celebrar, no hace falta repetirlo hasta la saciedad, unas fiestas diferentes.

Personalmente ya he hablado seriamente conmigo mismo para llevarme bien, al menos por una noche. Por lo tanto, mi microburbuja familiar ya está resuelta.

Hay que verlo desde el lado positivo, el único que hay que contemplar, y esta noche en mi casa no habrá ni guerra fría, ni caliente, para conseguir el mando de la televisión. Y como se dice llanamente: Veré lo que me dé la gana, y hasta cuando me dé la realísima.

Con respecto a el rey y su discurso por mucha crisis de la institución que se diga, lo que está claro es que va a ser uno de los años en que más expectativas se han creado al respecto. Aunque mucho me temo que a Felipe VI le va a pasar lo mismo que le ocurría a mi tío Jose, cuando llegaba tarde  y en mal estado a casa: Dijera lo que dijera, y si podía articular palabra o no, su futuro era muy jodido.

Lo de la vacuna, al parecer, y así es la cruda realidad, va para muy largo. En los tres primeros meses y en todo el territorio nacional se espera, en el mejor de los casos, haber vacunado a  unos dos millones de personas. No es poca gente, pero a la velocidad que presuntamente está mutando el desquiciado virus, no sabremos si la vacuna seguirá siendo tal, o un mero componente del kit de “Medicina de la Señorita Pepis”.

Se diría que continuando con la pedrea  de la Lotería, esta semana tenemos diez mil vacunas, que como decía aquel anuncio: “son juegos para compartir”.

Personalmente, os dejo, que tengo que ir preparando el escenario de esta noche, y sé que soy muy criticón, incluso conmigo mismo:

Que la noche, Nochebuena, y el Día de Navidad nos sean propicios a todos. Un beso muy fuerte.

*COMPOSICIÓN: DE LA RED Y PATXIPE

martes, 14 de enero de 2020

SÉMPER, EL ÚLTIMO ROMÁNTICO



Esta noche hemos tenido más vientos que mi cuñado esta pasada Nochebuena tras un rato de pimple desenfrenado. Por unos momentos me he sentido muy niño, repleto de miedo, con la sensación de que mi casa, mi cabaña del cuento, iba a salir volando como la de los cerditos por los soplidos del lobo de turno.

Y es que el miedo es uno de los mejores, y peores, medios para sufrir una especie de regresión al punto de partida, o del momento que dio origen a esa sensación rayando con la patología.

No sé si este mismo viento habrá sido el origen de la noticia con la que nos hemos levantado hoy, y en la que uno de nuestros vecinos en Donosti, Borja Semper, abandona la política, que siempre es mejor a que ésta te abandone a ti. Prueba evidente de que no se ven las cosas del querer, ni del poder, ni por supuesto del querer poder, desde Madrid, ni, como se decía en el argot teatral, desde provincias.

No conozco a Don Borja Semper, pero es de esas personas que siempre te dan sensación de buen temple, reflexión, mezcladas con cierta juventud. Es decir, bastante alejado de sus gerifaltes en Madrid, a los que procuras que no tengan cerca ni cerillas ni armas blancas aunque estén en una cocina, más que nada por la que puedan liar…

Siempre me ha parecido, y hablo desde una opinión simplemente personal, que el Señor Semper es un buen sucesor del malogrado Gregorio Ordoñez; es mejor estar rodeado de hombres buenos, y a ambos se les incluye, sin duda, en la misma categoría.

Quizás sea bueno para el arte, el de la escritura en su caso, que Borja Semper se centre en otros temas personales, porque siempre se ha hablado del “arte de la política”, pero en España tal como se están poniendo las cosas, ese arte, el que pueda tener todavía la política, está quedando a nivel de "Trileros.0".

Y a mí el Señor Sémper, quizás ya por su apellido, y por ese halo de galán romántico y un tanto bohemio, me hace gritar en un puro arrebato aquel: Sémper nos quedará París, quizás como el último romántico de la política actual. 

*FOTO: DE LA RED




domingo, 24 de diciembre de 2017

UNA BUENA NOCHE PARA TODOS


Hoy día 24 de Diciembre, Nochebuena, es de una obligatoriedad solemne, aunque en este caso concurre además, una necesidad casi de epidermis, el desear a todos unas Felices Fiestas de Navidad.

No sé vosotros, pero a mí cada vez que alguien me lo desea, y más en la zona de Bilbao que es donde me muevo estos días, tengo la sensación de que seguirá con “... y para demostrarlo aquí tienes un cheque de mil euros para gastos, y si te hace falta más, pues ya me lo dirás”. Y es que decir, simplemente hablar, no cuesta dinero.

Por otra parte, estoy muy preocupado porque por primera vez vamos a cenar sin ningún cuñado, y , bien pensado, tiene mucho riesgo, porque al final no existirá ese chivo expiatorio al que cargarle con todos los males.

Llevo un buen rato buscando en las páginas amarillas “alquiler de cuñaos”, y he descubierto, como se dice ahora, que puede ser un gran nicho de mercado en momentos como el presente… Una startup de esas que ofrezcan cuñaos en buen estado para todo tipo de circunstancias.

Por cierto, y esta noche en horario de máxima audiencia, va a hablar un año más, como dicta la tradición, el primero de los españoles (para que luego vayan diciendo algunos, que todos somos iguales; porque si hay un primero, tiene que haber un “último”, y me da que nosotros seguro que estamos por esa zona) para desearnos unas felices fiestas y seguro, no hace falta ser vidente para ver lo evidente, y tal como está el asunto catalán hablar sobre el mismo.  Tampoco sería muy extraño que el Rey diera su discurso como quien no quiere la cosa con una barretina en su cabeza, a modo de guiño o polvos “Talco” para intentar suavizar el escozor independentista. Que por cierto, el Señor Puigdemont ha intentado convertir el discurso del monarca en una especie de discos dedicados, apuntando desde su cortijo, llamado Bruselas, lo que debería decir esta noche, y los perdones que debe de pedir.

Como aquí nadie da puntada sin hilo, tampoco sería de extrañar, que si el monarca le hiciera caso, luego Puigdemont de Bruselas, intentara pasarle la minuta como colaborador del discurso, y a partir de ese momento ya tendría algo más que exigirle, pagarle lo que le debe.

Esta Nochebuena, junto con la Nochevieja, sirve también para recordar todo lo bueno y lo malo que nos ha ido pasando durante el año, planteándonos, como no puede ser de otra manera, nuevos propósitos para el año que en una semana nos visitará para quedarse. 

En realidad serán, más o menos, los mismos deseos que los planteados el año pasado, y que por culpa de los demás, siempre los demás, no los hemos podido cumplir. Pero seguro que del año que viene no pasa.

Debe de desaparecer obligatoriamente, por ejemplo, esa "tripita", dicho ésto con mucho cariño porque es la tuya; porque si fuera la de otro, y trabajaras en aduanas le exigirías el número que todo container debe de llevar marcado. Y con respecto al gimnasio, este año aparte de ir a su bar, debes armarte de valor y completar, al menos, la primera tabla, mientras el notario se encarga de tomar acta del día y la hora.

Este vecino del mundo nunca se ha creído "enseñante" de doctrinas, sino solo comentarista de aquello que le gusta o disgusta, y que cree que el breve comentarlo puede ayudar a que todo tipo de asuntos sean considerados desde otro punto de vista. Y si al final en la cara del lector se ha dibujado una sonrisa, mejor que mejor. Siempre me ha atraído más la idea de la sonrisa a la de la carcajada plena, por aquello de sólo la insinuación...

Dentro de muy pocas horas, las calles de los pueblos en Euskadi estarán llenas de Olentzeros en busca de su público menudo. Solo es uno, pero estará en todas partes por aquello de sus franquicias, ya que de todos es sabido que también tiene mucho que ver la economía en todo ésto.

De todas maneras, los niños, desde su inocencia, siempre son los que hacen la mejor lectura de todo. Ayer en uno de esos reportajes televisivos que se hicieron desde Bilbao, un niño decía que lo que había pedido si para el Olentzero era mucho, ya que no deja de ser un simple carbonero, que ya se pondría en contacto con los Reyes Magos para que éstos, se supone que más pudientes, se lo llevaran.


Desde esta atalaya desde la que este vecino del mundo observa y toma nota, quiero desearos paz y amor, nada material, porque  por ahora al menos, con eso no hay que confesarse con Montoro y su máquina de recortar. Lo inmaterial, los sentimientos, al final es el mejor de los tesoros. La calidez de un abrazo sentido, unas pocas palabras cómplices es, al final, lo que importa; lo que da abrigo y hogar en un mundo frío e impersonal.

*NOTA: COMPOSICIÓN EFECTUADA SOBRE EL ÓLEO "MARINA DE UN AZUL DONOSTIARRA", DE PATXIPE.

sábado, 24 de diciembre de 2016

SOBREVIVIENDO A LA NOCHEBUENA, QUE NO ES POCO...


En apenas hora y media, la mayoría de las fachadas de nuestras casas irán denotando, a través de sus ventanas, primero iluminaciones variopintas, y más tarde ir y venir de siluetas, primero en actitudes serenas y luego, seguramente, siluetas entremezcladas difíciles de contar desde la distancia y, en ese momento, desde esa misma distancia, más fáciles de oír.

 Ya La Navidad es un hecho. Si sabes algún villancico, quizás es el único día en que se pueda cantar si está dedicado a la Nochebuena, por aquello de la coherencia. Y mañana, ese tan famoso, del 25 de Diciembre, fum, fum, fum.

Una sugerencia, no intentar escudriñar en la letra de la mayoría de los villancicos, porque no hay ningún mensaje encriptado, y a simple vista, u oído, tampoco. Luego seremos los que pediremos coherencia y buenos mensajes en las canciones de moda, cuando hemos mamado, así es, sin paños calientes, de canciones populares, todo lo entrañables que queramos, pero más simples que el encefalograma de cualquier Pequeño Nicolás de turno.

Además ese villancico, sea cual sea, nos servirá, es muy probable, para intentar acallar al familiar de turno que te está produciendo, primero un leve dolor de cabeza, y luego ya, sin tapujos, un ataque de nervios; ya que te pongas donde te pongas en la mesa navideña, siempre te va a tocar a ti el más pesadito

Estos últimos días, tanto en las redes sociales, como en los programas de radio, a este vecino del mundo le ha aparecido entrever una descarada campaña en contra del “cuñao”. Pero ten en cuenta, que tú también es más que probable que si ahora todavía no lo eres, en un futuro próximo serás cuñado, o cuñada. El problema quizás radica en que la familia no se elige, te viene dada. Serían los amigos, que en un argot político serían tus representantes legales para lo bueno o para lo malo, ya que son los elegidos libremente por nosotros. Y lo que es más, si quieres acercarte un poco  a tu yo, visto desde fuera, analiza a los amigos que tienes, dirán mucho de ti.

Si La Nochevieja es el momento de las estadísticas, y de los nuevos propósitos, para el año que comienza, la Nochebuena, hoy, es un día más cercano a la piel y al corazón, a los sentimientos, a los recuerdos, a tu niñez. Y a darte cuenta, como siempre, que la imagen que te venden de este día: noche entrañable nevada, y con ojos llorosos de recuerdos y sorpresas de última hora, la mayoría de las veces no concuerda con la realidad. Y especialmente, al día después en que, seamos serios, tienes un pensamiento más cercano al: He sobrevivido a la Nochebuena, a esa chuleta, que ya era la tercera,  y nunca la tenía que haber comido, y a ese familiar plasta que siempre me toca a mí.

Y quizás para la próxima cena, ya te armes de valor y vayas directamente como siempre has querido ir: Con un salvavidas al cuello, por aquello de disfruta, pero seguro. No sea que esa familia que parece tan sólida y cuerda, se convierta en un nuevo Titanic, y a ti, siempre a ti, te confundan con un componente de la orquesta, y te exijan quedarte hasta el final. Porque la lotería ni te ha tocado, ni te va a tocar, pero los malos momentos…


Por cierto, y ya para terminar, una sugerencia: Mejor si el Rey, en su próximo discurso, lo lee en tercera persona, pero disfrazado de la criada que encarnaba Gracia Morales, y diciendo: El señorito dice ...
Sonaría a más verdad, por lo menos para algunos, y sería una buena estrategia comercial, como muchas cosas en este país, para vender el producto.
FOTO: F.E. PÉREZ RUIZ-POVEDA

lunes, 19 de diciembre de 2016

NO ME PISES QUE LLEVO ... PRISA


 
Si para algo sirven las Navidades, además de que unos, los de siempre, se forren, y otros, nosotros, nos quedemos más “secos” (de dinero, se entiende) que la mojama, y no por gastar mucho, sino por estar la mayoría de las veces bajo mínimos, es para pensar seriamente en lo que es nuestra vida, que viene muy ligado a ese recuento, que queramos o no, hacemos todos los años, de los que continúan con nosotros, o nos han dejado para siempre.

Y este año, en el caso de este vecino del mundo, se agudiza mucho más, porque los sesenta le han llegado, no como una losa, sino como una piedra de esas cúbicas que se colocan en los puertos, y eso que, digámoslo con humor, en el mejor de los casos, ya se veía venir.

Como siempre es mejor ser positivo, lo bueno que tiene el ir repitiendo el ritual del paso del año, de los años, uno tras otro, es que has aprendido de cosecha propia lo que es el ciclo vital, sin necesidad de ver “El rey león”, y naturalmente sin aprender a cantar “El ciclo vital”.

De todas maneras, es más que evidente que todas las semanas hay alguien, o algún tema, encargado  de mantener la atención de la ciudadanía, como si de un capote se tratara, para que nuestro comportamiento no haga derrotas y poner en peligro, como mínimo, el chollo del gobierno. Y esta semana nos ha tocado eso de  la búsqueda de un pacto para la  conciliación y racionalización de horarios, dicho por Fátima Bañez, y casi el mismo día, RTVE 1  se descuelga con la Final de MasterChef Celebrity que terminó sobre las 2 de la madrugada, cadena en la que el mismísimo gobierno tiene mucho que decir. Es como dar una rueda de prensa para confesar que eres cleptómano, y al acabar el acto, y una vez que ya te has ido, todos los periodistas presentes se van dando cuenta de que les falta su cartera…

Dentro de ese ciclo vital anual, ya toca, por las fechas, eso de ser bueno, y echar de menos, sino se está con ella, a la familia, por aquello de “vuelve por Navidad”, y que de tanto ha servido, al menos, a una marca de turrón. Quizás los años también van evitando que sigas dando muchas más oportunidades a personas  que te van demostrando que ni las quieren, ni se las merecen. Pero, ojo, si te ocurre muy frecuentemente, quizás la culpa de todo la tengas tú, como ese conductor que yendo por la autopista, se quejaba de que todos los demás conductores iban por dirección contraria…

Y quizás también haya una muy delgada frontera entre ser sensible, y ñoño. Como aquella tía mía, que al ir al cine y apagarse las luces, porque comenzaba la función, ella ya empezaba a llorar, porque le habían dicho que en la película se lloraba mucho, y claro está, era mejor ser la primera que la última.

Pues eso, que este año comeré todo tipo de viandas, tarta y  turrón, y beberé cava, solo si me apetece, no porque el guion lo exija. Porque a los sesenta, e incluso mucho antes, uno ya tiene que ser el guionista de su propia película, y si me apetece decir a alguien que le quiero, aunque todavía no sea Nochebuena, pues se lo digo, y si a mi lado, en pleno ágape navideño, está ese cuñado que cree que se las sabe todas, procuraré capear el temporal, pero, y no es una advertencia, sino un consejo, que tampoco me busque demasiado. Porque en mi caso, he llegado a los sesenta, pero tengo que aprovechar lo que me quede con más “concentración y ganas” que antes, porque sigo manteniendo la afición de vivir intacta, y lo que es más importante, con más experiencia, porque muchas "escenas" ya me van sonando de cómo terminarán..., quizás incluso, con un pisotón en la desnudez de tu nobleza.
 
*FOTOGRAMA: "EL REY LEÓN"

sábado, 26 de diciembre de 2015

EL BELÉN ACTUAL, NI DE CORCHO, NI DE BARRO


Quizás lo que más me gusta del día de Navidad es el paseo que me doy por la gran ciudad, en este caso Bilbao, y que la gente, todos en general con los que me cruzo, si hablan, en contadas ocasiones, lo hacen bajito. Nunca he sabido si es para que no les oigan los damnificados por los excesos nocturnos, o porque les duele la cabeza a ellos también.


Este año, la mañana de Navidad, he tenido la sensación de que hemos sido arrollados por el espíritu navideño. Incluso me pareció, esa mañana del fun, fun, fun, más que nunca, que eran los perros quienes sacaban a sus amos a pasear, para que tomaran un poco el aire y se les fuera esa melopea mezcla de alcoholes varios y borrachera de abrazos y buenos sentimientos hasta con la gente que no conocen.

La verdad es que este vecino del mundo ya se quedó noqueado en “Nochebuena”  con el discurso del Rey, en el momento que dijo que nos hablaba desde El Palacio Real, que era de todos los españoles.

Sinceramente, pensaba que no era así, que no era mío, cuando el año pasado, visitando Madrid, en plena Semana Santa vi una cola inmensa de gente, pasando por taquilla, y que tras ver los precios, y como íbamos tres, tuvimos que elegir entre alimentarnos física o culturalmente. 


Por otra parte, de la gente que visita todos los días tanto el Palacio Real , como los otros bienes culturales,  todavía no he recibido, no hemos recibido, parte del botín, aunque seguro que si pregunto me dirán eso de lo comido por lo servido, lo que se gana, por lo que cuesta el mantenimiento del pasado. Esa fue una de las razones por las que decidimos irnos a comer, porque si no nos buscamos la vida nosotros…


Desde hace unos años, desde la crisis concretamente, las Navidades me parecen en blanco y negro, remedando a aquellas películas españolas de principios de los sesenta, con un Casto Sendra (Cassen), José Isbert y José Luis López Vázquez, entre otros, buscándose la vida y, algunas veces, la muerte.  


Al atardecer del veinticuatro, me pareció  oír clarísimamente a alguien gritando: Chencho, Chencho… Sé que es muy probable que los lectores de menos de cincuenta años no me entiendan ésto, y deban de ver “La gran familia”. Quizás vean reflejado, en cierta manera, versión 3.0., eso sí, lo que está ocurriendo otra vez.  Y es que de vez en cuando no hay que hacer oídos sordos al pasado, y ver de dónde venimos y hacia dónde, desgraciadamente, parecemos ir.


La estampa de la Señora Carmena, Alcaldesa de Madrid, sin olvidar por supuesto al Padre Ángel, y no es hablar mal de ellos, sino al contrario, nos remite a un pasado del “siente un pobre a su mesa” verdaderamente estremecedor.  Y mientras, los partidos políticos, todos los partidos, discutiendo si son galgos o podencos, y en lugar de enseñar a pescar, entre otros a los que estaban en la cena celebrada en el ayuntamiento madrileño, intentando conseguir la caña más grande y lujosa, para que se note quién manda de verdad.


Este año, me imagino que lo habréis notado, no he felicitado las fiestas a nadie, no nos lo merecemos mientras hay un montón de desgracias, incluyendo esos que ya han quedado marcados como “refugiados”, y en realidad no están al refugio de nada, sino a plena intemperie. Quizás, este año el tiempo invernal sea más permisivo que nosotros, que nuestros corazones, y se avergüence de tener que “atacar” a un grupo que no importa a nadie, muy al contrario, molesta y mucho.


Os voy a pedir realizar una pequeña prueba, acercaros a ese pequeño, o gran belén que habéis montado por vuestros pequeños preferentemente, mirad al niño, tan bonito, tan limpio y reluciente. Ahora, sustituirlo por cualquiera de los niños vistos en esas fotos de “pequeños refugiados”. Pues eso. No tenemos vergüenza. ¿Que la culpa no es nuestra, es de los que mandan? Seguramente, pero les seguimos apoyando con nuestros votos, a todos.


Desear “Feliz Navidad” es ocultar todo tipo de problemas, y calmar nuestra conciencia. Y ya no estoy dispuesto a hacerlo, en mi caso, porque nacimientos, de los de verdad, y no de corcho y barro, hay todos los días.

*FOTO: DE LA RED

miércoles, 24 de diciembre de 2014

¿ES NAVIDAD? BUSCO A MÉRIMÈE

Cada vez que llega Nochebuena mi cuerpo se decora, como un árbol de navidad cualquiera, de recuerdos de la infancia, cuando cada nueva fiesta se cubría de misterio e ignorancia. Días de celebraciones en una casa llena de gente, que aunque son jóvenes, en realidad son viejos para mí, para un niño de siete u ocho años.
Grandes cenas de platos humildes alumbradas por una simple bombilla, todavía la fluorescente debía ser o un lujo o una utopía. Y entre plato y plato, jolgorio de altas voces y conversaciones para adultos.
Todavía estaba la sombra, alargada, siempre alargada, de una guerra de la que nadie hablaba. Solo se mencionaba, como recordatorio, la época del hambre y del estraperlo.
Hoy la Nochebuena se sigue celebrando en familia, el que tiene, y al que llaman. Nochevieja es quizás, para algunos, más de amigos. Ya se sabe eso de que la familia se tiene, y los amigos se eligen, o te eligen.
Dentro de muy pocas horas, las calles de los pueblos en Euskadi estarán llenas de Olentzeros en busca de su público menudo. Solo es uno, pero estará en todas partes por aquello de sus franquicias, porque también tiene mucho que ver la economía en esto.
Lo mejor de las Navidades es ese símbolo de esperanza y de posible cambio que significan. Cambio, quizás, en nuestra manera de vivir y en el que los hados, esperemos, nos sean propicios, y se acuerden de nosotros para bien. Porque en el fondo no podemos dejar de ser egoístas, y pedir, y pedir, aunque solo sea esperanza.
Ahora además, estamos atravesando una época, que esperamos no sea LA ÉPOCA, así, en mayúsculas, de siempre jamás, en la que está mal visto quejarse, porque sabes que hay gente que está mucho peor que tú.
Ésto, la crisis, es como un accidente de coche, que si quieres ayudar quizás tienes que comenzar por los que menos se quejan, porque no tienen fuerzas ni para quejarse de lo mal que se encuentran.
Desde esta atalaya del vecino del mundo solo quiero desearos paz y amor, nada material porque eso hay que cotizar y al final siempre está Montoro con la guadaña, dispuesto a recortar. Lo inmaterial, los sentimientos, al final siempre es lo mejor. La calidez de un abrazo sentido, de unas pocas palabras de complicidad, eso en realidad es lo que importa. La complicidad y el entendimiento en un mundo frío e impersonal.
Mientras cenamos esta noche, os deseo que una fuerte nevada de paz y amor os cubra con su manto hasta las próximas navidades, sirviendo de salvoconducto en todo tipo de desventuras.Quizás no me entendáis, lo importante es la empatía, ya se sabe, pero a mí me gusta desear las navidades siempre a mi manera, “my way” como dice la célebre canción, y por eso os deseo FELIZ NAVIDAD Y UN PRÓSPERO MÉRIMÉE, que para muchos solo será un escritor francés, y para otros el absurdo de una frase, tan absurda como la utopía, y la esperanza. Porque, quizás, lo importante no es la forma, sino el fondo.

*ILUSTRACIÓN: DE LA RED

jueves, 18 de diciembre de 2014

NO SIEMPRE ES CUESTIÓN DE BOLAS

A este vecino del mundo siempre le han encantado las navidades, aunque considera que para él al menos siempre han sido un poco descafeinadas. Ni ha nevado nunca, en el lugar en el que me he encontrado, hasta quedar casi incomunicados, ni los vecinos salen por la noche con una sonrisa en la boca, abrazados unos con otros y tocando una zambomba, si es Nochebuena, y con gorrito y serpentinas en el pelo si es Nochevieja.
Nunca he tenido unas navidades de manual, y ya desde que me enteré de que los Reyes Magos en realidad no tenían sangre azul, ya me entendéis, la cosa fue a peor.
Pero quizás el punto culminante de desprestigio para las Navidades, y anticipo que ya sé que es una tontería pero a la larga me afectó, tanto como puede afectar la gota malaya, es cuando me contaron el chiste del árbol de navidad y el cura. Me imagino que ya muchos lo sabréis.
¿En qué se parece un árbol de Navidad a un cura? Pues tan sencillo como que los dos tienen las bolas para decorar. Aunque visto lo visto con todo lo que tiene montado la Iglesia últimamente, mejor no menearlo. Me refiero al tema, y no a las bolas, claro.
Y quizás esa cierta desazón con respecto a las navidades venga a que la mayoría de las veces, y como todas las fiestas en general, son simplemente de atrezo, de bolas vacías, sin testosterona en los abrazos. Fiestas en las que lo importante siempre es la forma y no el fondo. Como diría mi madre, vestirse “de tiros largos” y sentimientos cortos.
Y eso, sin hablar del ritual de los propósitos para el nuevo año. 
Tengo un amigo que como siempre le pasa, no cumple ninguno, ya ha optado por ni plantearse unos nuevos para el año que ya está tomando la última curva, y mediante el ordenador, escribió hace ya un tiempo, en una hoja de folio, los propósitos de siempre y la plastificó; más que nada para que no se le humedezcan los propósitos con el cava que sin duda correrá esos días.
Nunca le he comentado nada a Ramón, mi amigo, pero al recordar la hoja plastificada, me imagino a los sentimientos plastificados también. Una especie de preservativo sentimental para que no se mezclen tus sentimientos con los de otros, y la citada comunión de sinergias no se extienda más de lo estrictamente necesario. Porque una cosa es la fiesta, que puede durar unos días, y otra que te plantees cambiar toda la vida por un exceso de fervor navideño.
Y es que tristemente al final de las navidades, y fijaros bien, cuando guardamos en un cajón todo el atrezo navideño, seguramente enganchado en el espumillón plateado, también se quedan guardados esos buenos propósitos que debían primar en ese nuevo año.
Ya para terminar por hoy, este año, y llámenme loco, he optado por un árbol bastante pequeño, un poquito de espumillón, y nada de bolas, mentiras, que me traigan malos recuerdos. En la esquina de cada una de las pocas ramas que tiene el pequeño árbol, una llave, cada una de un color diferente, y escrita en ella un deseo. Tras la última campanada televisiva cogeré tres de las llaves al azar, como si fueran deseos al genio de la lámpara, e intentaré durante todo el año abrirlos a los demás y que se cumplan.

*FOTO: DE LA RED