…¡Y este sábado la final de
copa! Y la consiguiente “revolución” de hinchas de uno y otro equipo: Barcelona
y Athletic de Bilbao. Y mientras la hazaña deportiva va por un lado, por otros
lares, en las altas instancias, ya calientan motores con el tema de siempre: pitar a los himnos.
Ya que la palabra “revolución” antes utilizada, y no es aleatorio, puede
tener otro sentido que es, al parecer, lo que a muchos preocupa.
En realidad, al menos
visto desde ático, tenía que ser el menor de los problemas. Porque quizás, la
discusión si la hay, es si el Himno Nacional forma parte del espectáculo, y
desgraciadamente se mire como se mire, la costumbre o lo que sea, ha hecho que
todo lo que se produzca dentro del famoso Camp Nou, en el caso de este próximo
sábado, ya será espectáculo.
Incluso formará parte del
espectáculo la llegada del rey, al que sin duda también pitarán, y eso, al
parecer, no es materia de discusión, o importa menos.
Este vecino siempre se
acordará de aquella famosa frase que va muy ligada al mayo del 68 en París: Prohibido
prohibir. Y han pasado muchos años, quizás demasiados, y seguimos en las mismas.
Personalmente, a este vecino
del mundo le molesta más que no se haya hecho nada todavía respecto al
accidente de metro de Valencia, por ejemplo, y alguno se haya ido, al menos por ahora, de rositas. O que los partidos políticos, cualquiera de ellos, cada
vez que se descubre un presunto acto de corrupción, y se expulsa del partido al
presunto sospechoso, el correspondiente partido dice que ya ha cumplido con lo
suyo y “después paz y aquí gloria”.
Ahora sale el comité
anti-violencia diciendo que si se pita al himno se sancionará a los dos
equipos. En primer lugar, y ya de acuerdo al nombre del citado comité, pitar a
un himno, no es violencia en sí. Más violencia, ya puestos así, es los chanchullos
que han salido estos días sobre la FIFA, de voluntades compradas y vendidas, y
como consecuencia de ellas, entre otras cosas, se va a celebrar un campeonato
del mundo de fútbol en pleno Diciembre, rompiendo los calendarios de todas las ligas, y
sin embargo, al final no pasará nada.
El todavía gobierno en la
poltrona lleva intentando penalizar los pitos, en su caso, durante el desfile
de las fuerzas armadas, pero lo mismo que se pasa cuatro años recordando que
están en la poltrona por voluntad popular, esa misma voluntad popular, parte al
menos, quiere pitar y manifestar su opinión durante los himnos, o incluso en
los minutos de silencio. A este vecino del mundo, sinceramente no le parece
bien, pero considera que el que lo hace, también queda retratado. Porque los
pitos también tienen una doble
dirección: hacia la persona, objeto u asunto al que se pita, y también destaca,
no lo olvidemos, al grupo de personas que lo hace, y éste queda retratado y,
algunas veces, no para bien.
Como se dice cuando
conviene, al aceptar ciertos cargos, hay derechos y obligaciones. Y puede ser
triste pero las posibles pitadas van también con el cargo, y más en un país
democrático, como por ejemplo es más que probable que ocurrirá al Rey ese mismo
día al estar presente en la entrega del trofeo que lleva su nombre.
Serán apreciaciones de este
vecino del mundo pero cada vez son más los que pitan, y ya no es una cuestión
de separatismos, sino que de la insatisfacción se ha llegado al hartazgo. El
hartazgo de hacerlo casi todo mal, o casi todo bien solo para unos pocos, como viene
siendo habitual. Y éstos tienen la sartén por el mango; el mango de la moral,
de lo políticamente correcto, del dinero e, incluso, de la ley.
La gente tanto en el día a día, como en un
espectáculo, tiene que tener derecho al pataleo, ese mismo pataleo que en el
caso de Doña Esperanza lo está intentando canalizar en una campaña, otra más,
en contra de los que ella llama“bolivarianos”,
o “soviets”, y a la que no solo no se le
recrimina la falta de juego limpio, tras saberse los resultados de las
elecciones, desde su partido, sino que
ha logrado que algunos de sus compañeros, cuando menos, le rían las gracias.
Seamos claros, en el fondo
no es el hecho de pitar a la bandera en sí, es el hecho de criticar a la
autoridad, y por lo tanto a los que hacen y deshacen. Y es que de lo contrario,
sería una posición comodísima para los que mandan: Haces lo que te sale de ahí,
ustedes ya me entienden, y encima prohíben el derecho al pataleo, o lo que
viene siendo la reclamación de toda la vida.
Al final, y como siempre, no
nos confundamos, no estamos hablando de deporte, al menos no solo de ello, sino
de política también.
*FOTO: DE LA RED