Es curioso. Siempre que hay un cambio horario, como el
acaecido esta mismo noche, hacemos, o fingimos una especie de algarabía sobre
el particular. Hoy, en cambio, con todo lo que tenemos montado desde hace un
mes largo, y tenemos la casa propia, y la metafórica, como tenemos, lo de menos va
a ser hacia dónde apuntan las puñeteras manecillas del reloj, que en la mayoría
de los casos ya cambian automáticamente.
Si algo tenemos en estos tiempos del coronavirus es horas de
darle al magín. Y hoy estaba pensando que si por un momento el coronavirus
fuera consciente de la que ha montado, no me cabe la menor duda de que, como
mínimo, nos pediría perdón.
Y es que así, a lo tonto, como se diría en mi pueblo, ya se
ha acaparado el bicho de todo un año. Y para las mismas tiendas, esas que lo
mismo están en Manhattan que en Motrico, famosas a nivel mundial, cómo superan
al coronavirus.
¿Quién anuncia este año un Black Friday sino hay campaña más
grande e incluso más black que la del corona y la madre y el padre que lo
parieron? Además de qué te va a servir una televisión nueva, por ejemplo, con
más pulgadas que la mayor existente en tu barrio, si ya te has visto todas las
series del mundo mundial y tus ojos tienen forma de pantalla plana.
Hoy, como domingo que es, echaré de menos un vermut bien
cargadito con mis amigos, que por cierto cada vez quedamos menos, y a este
ritmo de bajas, el que diga que cambiemos de bar, y el que cierre la puerta
tras irnos, va a ser el mismo. Y así no se puede.
A partir de mañana, otra vuelta de tuerca y ya se quedan en
casa los que no tengan un trabajo que no sea de los imprescindibles. Y acordándome
de las primeras imágenes sobre la influencia del coronavirus en el
comportamiento de la peña, peñita, peña, más papel higiénico necesitado en las
casas. Será por aquello de que la familia que defeca unida, permanece unida.
*FOTO: DE LA RED