Esta noche hemos tenido más
vientos que mi cuñado esta pasada Nochebuena tras un rato de pimple
desenfrenado. Por unos momentos me he sentido muy niño, repleto de miedo, con
la sensación de que mi casa, mi cabaña del cuento, iba a salir volando como la
de los cerditos por los soplidos del lobo de turno.
Y es que el miedo es uno de
los mejores, y peores, medios para sufrir una especie de regresión al punto de
partida, o del momento que dio origen a esa sensación rayando con la patología.
No sé si este mismo viento
habrá sido el origen de la noticia con la que nos hemos levantado hoy, y en la
que uno de nuestros vecinos en Donosti, Borja Semper, abandona la política, que
siempre es mejor a que ésta te abandone a ti. Prueba evidente de que no se ven
las cosas del querer, ni del poder, ni por supuesto del querer poder, desde
Madrid, ni, como se decía en el argot teatral, desde provincias.
No conozco a Don Borja Semper,
pero es de esas personas que siempre te dan sensación de buen temple, reflexión, mezcladas con cierta juventud. Es decir, bastante alejado de sus gerifaltes en
Madrid, a los que procuras que no tengan cerca ni cerillas ni armas blancas
aunque estén en una cocina, más que nada por la que puedan liar…
Siempre me ha parecido, y
hablo desde una opinión simplemente personal, que el Señor Semper es un buen
sucesor del malogrado Gregorio Ordoñez; es mejor estar rodeado de
hombres buenos, y a ambos se les incluye, sin duda, en la misma categoría.
Quizás sea bueno para el arte, el de la escritura en su caso, que Borja Semper se centre en otros temas personales, porque siempre se ha
hablado del “arte de la política”, pero en España tal como se están poniendo
las cosas, ese arte, el que pueda tener todavía la política, está quedando a
nivel de "Trileros.0".
Y a mí el Señor Sémper, quizás ya por su apellido, y por ese halo de galán romántico y un tanto bohemio, me hace gritar en un puro arrebato aquel: Sémper nos quedará París, quizás como el último romántico de la política actual.
*FOTO: DE LA RED