Este año, sin embargo, me encuentro, que no es poco, de
otra manera, y como el fin de este blog es ser sincero, y “soltar” lo que llevo
dentro, antes de que me pueda causar un daño irreparable, pues eso, que me vais
a oír, o mejor dicho, leer.
Quizás, con los ecos de una campaña electoral aún tan
reciente, uno puede llegar a plantearse que las Navidades pueden tener un
mucho, por cierto, de campaña electoral. Con ese deseo, por ejemplo, de que
todos seamos tremendamente felices. El resto del año, aunque sonriamos al de al
lado, la vida no deja de ser una competición con navajas traperas disfrazadas
de “ya lo siento, pero YO lo vi primero” y “otro día será para usted, pero hoy
es para mi mejor amigo, que soy YO”.
En Navidad, no nos vamos a patear mercados en busca del
voto indiscriminado, pero sí vamos a limpiar el polvo a los números de teléfono
que el resto del año no utilizamos, para desearles, y antes de que te llamen
ellos, mucha felicidad. Quizás, con el
deseo inconfesable, de que ellos a su vez nos digan que están sufriendo un
cólico nefrítico, o en su defecto un desahucio, no por parte de su médico, que
no somos tan mala gente, sino por parte de la autoridad competente, y en dos
días se queden sin casa. Esa casa a la que han hecho tantas reformas, y de la que tanto nos hablaban, y hablaban. Y que la
única vez que te invitaron, te tuviste que descalzar porque tenían unos suelos
que parecían espejos.
Esos días de Navidad, que como un
partido en plena campaña, tienes que sonreír incluso a la oposición, en forma de
cuñado puñetero que te hace todo tipo de preguntas incómodas mientras te
restriega por tu cara los chollos que ha comprado este año, porque gana tanto
dinero que no le queda otra que invertir para no aparentar tanto.
Hoy han cantado esos niños de San Ildefonso, que antes te ponían tan sensible, recordando aquella radio mueble de tu niñez, y que para tus tiernas entendederas significaban un tiempo para grandes comilonas y muchos regalos, y que, ahora, te recuerdan a esos sobrinos de tu mujer,
siempre tan pulcros, bien vestidos, y recién peinados con colonia.
Pensabas que
eso ya no se hacía, lo de peinar con colonia, que solo se veía en películas españolas en blanco y negro
de los años sesenta, pero los hijos de La Reme van así. Tan estudiosos, bien
educados y sobre todo repipis que constantemente te están haciendo preguntas de
cultura general para saber si tú todavía recuerdas las respuestas, o se ríen,
en eso han salido a su padre, de tu ignorancia.
Además, en estas fiestas, ocurre una cosa curiosa, si tienes forma de
portería de balonmano, es decir, si eres más ancho que alto, tus allegados se
pasan todo el año con insinuaciones como “es bueno para la salud bajar de peso”, "siempre
se ha dicho que hay que desayunar como rey, comer como príncipe y cenar como un
pobre”. Pero estos días allí donde vas, parece que hay una conspiración contra ti,
y te quieren cebar como a un cochinillo en vísperas de su último día. “Venga,
no te cortes, y sírvete otro plato que ya te conocemos…” o “Hoy déjate de
bebidas con “cola” y bebe como un hombre este vino que es de una cosecha muy buena
y que así me ha costado”.
Hay días, como los que se avecinan, que sólo me apetece,
mientras me cierro en banda, ser una puerta y colgarme el cartel de “Cerrado
por vacaciones, y meta los mensajes por la ranura”.
*FOTO: DE LA RED