He visto por decimonovena vez “Love
actually” y el personaje interpretado por Laura Linney sigue sin ligarse definitivamente al
buenorro de la oficina (el actor Rodrigo Santoro).
Algunas veces las películas se
parecen demasiado a la realidad y no se pueden maquillar ni con efectos especiales
alcohólicos aunque sea Navidad. Y es que hay momentos en que la
cabeza todavía no está para exactitudes de dónde o cuándo.
Por lo demás, en el mensaje
del Rey, éste ha dicho lo que tenía que decir pero “sin discos dedicados”, y
mucho me temo que muchos, los de siempre, le van a volver a crucificar, confundiendo
la Navidad con la Semana Santa.
Tengo un primo que hoy pasaba
la noche, por diversos motivos, en solitario, como este vecino, pero en diferente
ciudad, que os conozco… Y es tan estricto, tan estricto, que cada veinte minutos
habría las ventanas. Esperemos que en el peor de los casos no se muera de
pulmonía…
Pensaba que nunca llegaría a
decir esto, pero lo que es justo es justo, y he comenzado a ver el programa de
Raphael, por curiosidad, y me he quedado enganchado hasta el final. Ha sido un recital,
con invitados (a dar lo máximo de ellos), que por su delicatessen quizás hubiera
tenido que ir, de alguna manera, dentro de “Masterchef”.
Son algo más de las tres de la mañana, y los donostiarras al menos, se lo han puesto fácil a Olentzero y a Santa Claus. En la mayoría de las casas ya solo quedan unas luces de colores intermitentes que dan pistas de que “no hay moros en la costa”. Esperando que no haya nadie defensor de lo políticamente correcto que se mosquee por esta expresión, antes al menos, totalmente coloquial.
Para la despedida, me voy con el deseo de que en mi casa al menos, ya que no va a venir ni el Olentzero ni otro colega de diferentes latitudes, dentro de unas horas, cuando despierte, no falte nada, porque en ese caso pudiera significar que este vecino fuera cleptómano, y sinceramente, ya con ser persona de riesgo tengo el cupo más que lleno...
*FOTO: DE LA RED
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