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lunes, 23 de diciembre de 2019

SALUD Y QUESO



No voy a ser nada original recordando que hoy, el día después a la Lotería de Navidad, es el “día de la salud”, por aquello de que “no nos ha tocado nada pero … al menos tenemos salud”. 

Siempre me ha parecido muy aventurado el llegar a la conclusión de que la segunda parte de la sentencia sea tan positiva.
Personalmente, y los que me siguen regularmente lo saben, este año me ha pasado de todo en lo que a salud se refiere, y en cuanto a los números jugados en la lotería navideña, todavía no los encuentro. Por lo que esa sentencia para mi persona, en la segunda parte no es nada positiva, sino que pudiera ahondar hasta en el esperpento. 
Lo que ocurre es que siempre intento ser optimista, viendo el vaso medio lleno. Por lo que habrá que creer que quizás ya soy millonario, pero como decía aquella política del Partido Popular, lo sabré … en diferido.

La gente, los conciudadanos en general, parece que están muchos de ellos muy aburridos, o lo que les rodea, que también puede ser, no les atrae en absoluto, y están fijándose en lo que en muchas zonas del País Vasco denominamos “chuminadas”. Y lo de ayer, intentando descubrir una especie de confabulación, un presunto tongo, de una mano con una bola, en un primer plano de la retransmisión del sorteo de la Lotería de Navidad es como pedir a los Dioses, si los hubiera, veinticinco plagas seguidas para "amenizarnos" en vivo y en directo.

Parece ser que nuestra mente ya ha sido educada, o deseducada, en términos televisivos, y cada poco tiene que pasar algo que mantenga a la audiencia, nos mantenga, pegados al sillón del espectáculo de cada momento, porque ya parece que la vida real nos motiva poco. 

Además, en una especie de minutos de gloria, demostramos, nos demostramos a nosotros mismos, y al respetable, lo sagaces que somos y que no nos la dan con queso, aunque éste ya tenga, incluso, denominación de origen.

Por cierto, y ya para terminar, ha quedado más que demostrado, y que muchas veces es puesto en duda por nuestra aparente pasividad, de que no nos gusta que nos toquen las bolas, y menos si son las de jugar...

*FOTO: DE LA RED

jueves, 22 de diciembre de 2016

NI LA SALUD SIQUIERA ...


No, no me ha tocado la lotería. Pero en mi caso no es decepción, sino aplicar la lógica: si no compras, o no te regala alguien conocido, un décimo, nunca te va a tocar. Y además, sólo se ha tratado de elegir prioridades, y siempre es mejor comer, que intentar darle un bocado a un sueño.


Lo que peor llevo, a nivel particular, es que en el día nacional de la salud (porque cuando compruebas que no te ha tocado la lotería, siempre se dice eso de que “lo importante es la salud”), para más inri estés secuestrado por un gripón al que solo le falta pedir rescate por tu vida.

 
La sensación de este día es la misma que cuando vas, en mi caso “iba”, a una discoteca, hace muchísimos años, y te aplicaban esa luz como un flash que te hacía ver los movimientos que te rodeaban  con intermitencia cegadora: ahora veo, ahora no. Solo que en mi caso: ahora me enteraba, ahora no. He pasado de noticias políticas que pintaban a un PSOE- PODEMOS tirándose de los pelos por un “he-sido-yo-quien-ha-organizado-esta-manifestación”, a niños agitando unas bolas repletas de ilusión; lo cual en momentos de dopaje para contrarrestar una guerra griposa, ha sido cuando menos un delirio hecho metáfora: los niños de la ilusión en la tierra de la izquierda dividida, y por lo tanto inoperante.

Y al final, ¿quién gana?... 

Por supuesto que los agraciados en un día como el de hoy: propietarias de administraciones peinadas de peluquería del día anterior, vecinos agitando una botella de champan con caras del tercer orgasmo, señora que dice que no le ha tocado pero que conoce a otra vecina que sí; pero, no lo olvidemos, siempre, siempre,  Cristóbal Montoro, sumo hacedor de nuestra Hacienda, y ese 20 por ciento que nos quita, que les quita, a los agraciados, y que se supone sólo ocurriría en aquellos momentos de penuria, que parece ser que ya pasaron, pero esa porción de tarta que se nos quitó, todavía sigue quitándose, y aplicándose esa expresión tan española, y tan verdad:... Y lo que te rondaré, morena. Pero lo que nunca se nos recuerda, es que el resto de los premios caídos a números sin vender, también, naturalmente se los queda, nuestro sumo hacedor de cabecera.

Un deseo: que en esa sensación de flash debido a la medicación, los momentos brillantes duren más que la oscuridad sospechosa. ¡Vamos,  como en la vida misma!

*FOTO: DE LA RED

jueves, 18 de diciembre de 2014

NO SIEMPRE ES CUESTIÓN DE BOLAS

A este vecino del mundo siempre le han encantado las navidades, aunque considera que para él al menos siempre han sido un poco descafeinadas. Ni ha nevado nunca, en el lugar en el que me he encontrado, hasta quedar casi incomunicados, ni los vecinos salen por la noche con una sonrisa en la boca, abrazados unos con otros y tocando una zambomba, si es Nochebuena, y con gorrito y serpentinas en el pelo si es Nochevieja.
Nunca he tenido unas navidades de manual, y ya desde que me enteré de que los Reyes Magos en realidad no tenían sangre azul, ya me entendéis, la cosa fue a peor.
Pero quizás el punto culminante de desprestigio para las Navidades, y anticipo que ya sé que es una tontería pero a la larga me afectó, tanto como puede afectar la gota malaya, es cuando me contaron el chiste del árbol de navidad y el cura. Me imagino que ya muchos lo sabréis.
¿En qué se parece un árbol de Navidad a un cura? Pues tan sencillo como que los dos tienen las bolas para decorar. Aunque visto lo visto con todo lo que tiene montado la Iglesia últimamente, mejor no menearlo. Me refiero al tema, y no a las bolas, claro.
Y quizás esa cierta desazón con respecto a las navidades venga a que la mayoría de las veces, y como todas las fiestas en general, son simplemente de atrezo, de bolas vacías, sin testosterona en los abrazos. Fiestas en las que lo importante siempre es la forma y no el fondo. Como diría mi madre, vestirse “de tiros largos” y sentimientos cortos.
Y eso, sin hablar del ritual de los propósitos para el nuevo año. 
Tengo un amigo que como siempre le pasa, no cumple ninguno, ya ha optado por ni plantearse unos nuevos para el año que ya está tomando la última curva, y mediante el ordenador, escribió hace ya un tiempo, en una hoja de folio, los propósitos de siempre y la plastificó; más que nada para que no se le humedezcan los propósitos con el cava que sin duda correrá esos días.
Nunca le he comentado nada a Ramón, mi amigo, pero al recordar la hoja plastificada, me imagino a los sentimientos plastificados también. Una especie de preservativo sentimental para que no se mezclen tus sentimientos con los de otros, y la citada comunión de sinergias no se extienda más de lo estrictamente necesario. Porque una cosa es la fiesta, que puede durar unos días, y otra que te plantees cambiar toda la vida por un exceso de fervor navideño.
Y es que tristemente al final de las navidades, y fijaros bien, cuando guardamos en un cajón todo el atrezo navideño, seguramente enganchado en el espumillón plateado, también se quedan guardados esos buenos propósitos que debían primar en ese nuevo año.
Ya para terminar por hoy, este año, y llámenme loco, he optado por un árbol bastante pequeño, un poquito de espumillón, y nada de bolas, mentiras, que me traigan malos recuerdos. En la esquina de cada una de las pocas ramas que tiene el pequeño árbol, una llave, cada una de un color diferente, y escrita en ella un deseo. Tras la última campanada televisiva cogeré tres de las llaves al azar, como si fueran deseos al genio de la lámpara, e intentaré durante todo el año abrirlos a los demás y que se cumplan.

*FOTO: DE LA RED