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sábado, 11 de julio de 2015

MUERE OMAR SHARIF, ¡VIVA JURI ZHIVAGO!




Con lo mal que va todo y encima se nos muere Omar Sharif. Ya no nos quedan ni los recuerdos...

Así, sin anestesia. A última hora de ayer estaba conectado a las llamadas “redes sociales” por si encontraba ese unicornio azul que dice la canción, ese oasis entre tanta podredumbre, ese arco iris entre tanto gris, cuando alguien comentó la mala nueva: “Ha fallecido Omar Sharif”.

Quien siga a este “vecino del mundo” tiene más que asumido que su película favorita es “Doctor Zhivago” por lo que se imaginarán cómo se encuentra hoy.

Lo que no saben es que para este vecino el cielo debería ser, y no lo digo ahora, siempre lo he pensado, estar en el rodaje de aquella película. En una España de 1965 en blanco y negro, una superproducción en la que la piel de toro se tornaba una Rusia revolucionaria. Un rodaje eterno, como eterno es, eso dicen, el cielo, aunque el rodaje durara solamente, algo más de un año.

Muy pocos sabrán que Don Omar Sharif estuvo a punto de no pasar el casting por algo que se le escapaba a sus esfuerzos: su pelo. Yuri Zhivago no podía tener el pelo rizado como él. Pero gracias a la profesionalidad de un técnico español especialista en pelucas, Don Julián Ruiz, quien le afeitó un poco el pelo de la frente, y le colocó una discreta peluca de pelo castaño para ocultar su pelo rizado y ligeramente canoso, pudo conseguir ese papel.

Y quizás, el mayor enemigo de su carrera como actor, también ha sido él mismo, con esa aureola de bon vivant bien ganada en esas veladas de todo tipo de juegos de azar, y especialmente el bridge. Para el Señor Sharif alejado de las cámaras, siempre se ha dicho que un día bien vivido siempre comenzaba al despertarse al mediodía.

El Señor Sharif siempre ha sido, al menos para este vecino, el prototipo de actor que va más allá del texto, de lo que se dice. En Omar Sharif, y en especial en su papel de Yuri Zhivago, siempre ha sido muy importante, las miradas, los silencios, la sugerencia. También en este contexto, conviene recordar, en “Lawrence de Arabia”, esa famosa aparición en el desierto de un Omar Sharif totalmente vestido de negro, que empieza a acercarse desde un punto del horizonte, y el gran David Lean, director de ambas películas, evita hacer una elipsis, quitarnos tiempo, hasta que se le vea de cerca. El efecto creado, en lugar de una cierta morosidad en el movimiento de la misma trama es, sin embargo, lograr una gran expectación en ver quién es el que aparece. Desde ese mismo momento nunca olvidaremos a un Omar Sharif, por otra parte, inolvidable.

Hoy el mundo es un poco más triste, y da más ganas de cruzar esa frontera blanca que siempre ha sido el lienzo inmaculado de todo cine que se preciara de serlo.

Me reconforta pensar que por fin Yuri Zhivago ha encontrado a Lara para siempre, aquella Lara de sus poemas nocturnos, que vio desde el tranvía, pero a la que nunca pudo alcanzar.


Hoy en el cielo ya hay una estrella más, que brillará tanto como sus ojos en la pantalla. Descanse en paz Omar Sharif.

*FOTO: DE LA RED

lunes, 28 de abril de 2014

COGE TU SOMBRERO Y PÓNTELO...

No soy de esas personas que se hayan planteado alguna vez si hubieran querido vivir en alguna otra época, entre otras cosas porque hay lo que hay, y por mucho que se patalee no se van a modificar las hojas del calendario.
Sí hay, en cambio, algo que si echo de menos en la época en que vivimos: es el uso, o mejor dicho, la falta de uso de los sombreros.
Quizás por la cantidad de películas vividas en blanco y negro en la única cadena de televisión que entonces había, siempre me hubiera gustado vivir en un mundo donde el uso del “sombrero” fuera habitual. Lo que ocurre es que por falta de percha, o por exceso de ella, vaya usted a saber, nunca he creído que me iban bien los sombreros, y menos un “panamá”, uno de los reyes en el mundo del sombrero masculino, y “solo” he llegado al estatus de gorra.
Tengo un amigo que dice siempre que al que Dios no le da pelo, le da un bigote o una gorra, y quizás sea verdad.
De todas maneras, siempre me han gustado esas escenas del cine de los años cuarenta y cincuenta, en que al ir a cualquier acontecimiento, los periodistas llevaban su carnet de prensa enganchado en la cinta del sombrero.
Bond, James Bond, siempre ha sido más agente secreto cuando al entrar en el despacho de la Señorita Moneypenny lanzaba su sombrero a la percha. Siempre he estado convencido de que uno de los requisitos para ser agente con el cero cero por delante era el lanzamiento de sombrero, y que en cierta manera hacía sobrentender al espectador de que si con un sombrero se desenvolvía también, con una pistola tenía que hacer todo tipo de malabarismos.
¿Qué hubiera sido de la imagen de Juri Zhivago sin un sombrero de piel en su trasiego por las nevadas estepas rusas, o de la pintura de Eduardo Úrculo?
Aunque ya he reconocido anteriormente, que me he quedado en el estadio intermedio entre calva y sombrero, que es la gorra, el uso de ésta también tiene su  aquel, especialmente en un Donosti de viento y lluvia, cuya especialidad es la racha de vientos en horizontal, que no hay paraguas que lo soporte.
Además, y ya para terminar, lo bien que quedas cuando algún gracioso, que hay muchos, te dice eso de “menuda gorra llevas”, y le contestas con el desafiante y algo enigmático “mejor llevarla, que ir de gorra”. Con lo cual se demuestra que mientras te quitas el sombrero para expresar admiración, sin embargo, con la gorra puesta se puede joder, y mucho…

*CUADRO: “SKY LINE LA GRAN TENTACIÓN ", DE EDUARDO ÚRCULO