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domingo, 27 de diciembre de 2020

PÁJAROS DE VOCABULARIO...

 

Tengo un primo, Koldo, que dice cosas como “Hace un frío del Caravaggio” convirtiendo así, una más que posible ordinariez en puro arte. Ya le tengo dicho hace mucho tiempo que se debería de meter en política. Porque la mayoría de los partidos necesitan gente que nunca aterriza entre los suyos, que siempre está por las ramas, como pájaros de vocabulario.

Expresiones como distancia social y la nueva realidad, se han consagrado este año en un diccionario entre pandémico y de camuflaje, que te da una de cal y veinte de arena, para que mires a los lados donde se encuentra su muleta, sin nunca dejarte mirar al frente donde es más que probable que se encuentre la verdad. Sin poder coger un poco de aire para saber cuál es el timo, lo malo, si la cal, la arena, o la cordura que te intentan arrebatar.

Hoy mismo, si nos fijamos en todos los medios de comunicación, ya han convertido un reparto, más que mísero todavía, de vacunas en un reality show, más que digno en la Cadena alegre, anacrónico en todas las demás.

Nos enteraremos, sin preguntar nosotros nada, de sus nombres, edad, estado civil, y de sus dimes y diretes vitales hasta el día de hoy, su clímax, y a poder ser, de eso se trata, el nuestro. ¡Vamos! Que no ocurrirá el famoso y anhelado “edredoning” entre ellos, más que nada porque hay que mantener esa dichosa “distancia social”…

Los colegas aventajados de Koldo han logrado convertir esta guerra que nos ha tocado vivir en una continua visita a un parque temático, en la que no nos damos cuenta los demás, solo al que le toca en cada momento, que los heridos y muertos son de verdad y para siempre.

Mientras, hacemos cola para la siguiente barraca de la feria.

Y es que… Antes muerto… que sin PCR, no nos queda otra. 

*FOTO: DE LA RED

lunes, 16 de diciembre de 2013

MATAR AL PÁJARO

Hace un rato he cogido el tren de cercanías en Bilbao. Y antes de nada, para aclarar suspicacias, he de manifestar que ni me encontraba bajo de moral, ni deprimido. Digamos, que estaba en ese estado que se suele calificar como normal. Sin embargo, ha sido montarme en el tren y al ir a sentarme, la joven que estaba al lado, ha cogido su bolso que se encontraba en el lugar que yo iba a ocupar, y aunque yo le he saludado, ha sido incapaz de contestar, o de al menos hacer el amago y levantar la cabeza de la pantalla de su teléfono. Por un momento me ha venido a la mente esa frase tan cinematográfica de “a veces veo muertos”, y he comprendido el lado negativo de ser invisible.
Un gran sentimiento de soledad me ha invadido, y el mismo vagón que hasta ese momento tenía las medidas normales para un vagón, de pronto ha aumentado, y la distancia entre los pasajeros ha sido mucho mayor. De hecho, ha sido entonces cuando he reparado en que nadie hablaba con nadie.  Una gran soledad, compartida pero soledad al fin, nos apresaba.
Aparte del runrún del tren, durante la media hora que ha durado el viaje lo único que ha roto la monotonía en todo momento, ha sido el ruido característico de ese pájaro “guasapero”  que tanto une con la lejanía y separa al que está al lado.
Todos los inventos, o al menos la mayoría, no son en sí ni buenos ni malos, todo depende del uso que se les dé, y somos nosotros mismos los que los estropeamos. Y me han entrado unas inmensas ganas de hacer algo políticamente incorrecto, y gritar a voz en grito: -Que alguien mate al dichoso pájaro.
Como ya sabéis los que os acercáis a esta ventana, este vecino siempre intenta ver las cosas desde otro punto de vista, y el citado viaje  y el pajarito separador me han ayudado a dar otro sentido a la película del denominado mago del suspense, Los pájaros”. Y los de ahora, bajo el señuelo de la unión instantánea, matan de incomunicación.

FOTO: DE LA RED