Hace muchos años, cuando solo había un canal de
televisión, con muchas cosas malas, pero con cosas buenas también, como aquel
siempre recordado “Estudio 1”, vi precisamente aquella obra, dicen que cumbre en el llamado “Teatro del absurdo”, “El rinoceronte” de Ionesco, con un
colosal José Bódalo.
Según el argumento, resumiéndolo al máximo, hay una especie de plaga en el mundo en el que poco a
poco todas las personas se van convirtiendo en rinocerontes.
Han debido de
pasar tranquilamente más de cuarenta y cinco años, y aunque era niño, nunca he
olvidado aquel tan dramático momento. Y como el significado de la obra es de los que se
calificarían como “abiertos” a muchas teorías, hay momentos en los que tengo la
sensación de que nos estamos convirtiendo en verdaderos rinocerontes, por
ejemplo, no destruyendo nuestro idioma, el castellano, pero sí
maltratándolo una y otra vez.
Ocurre que últimamente que se predica "igualdad", la
única igualdad verdaderamente alcanzada es la manera de hablar. Un día
descubres una palabra, o un dicho, y a los pocos días te das cuenta que hasta lo
dicen por televisión o en tu programa de radio favorito.
De un tiempo a esta parte, por ejemplo, ya es común esa
expresión que cuando pides una opinión a alguien, en lugar de contestar directamente, te dicen eso de “...no, lo siguiente”.
Preguntas: ¿Te gusta eso? Y te contestan: No, no me gusta, lo siguiente. No dices nada pero piensas, dentro de tu lógica: Si es algo más que gustar, sería, por ejemplo, que le chifla. Hasta que te das cuenta que gran parte del día, esa persona en cuestión utiliza el mismo cliché. Ya es un rinoceronte completamente perdido, y sin remisión. Y tú ya tienes miedo de que te haya contagiado ese virus, porque te vas pesando “Ese no es tonto, sino lo siguiente”.
Preguntas: ¿Te gusta eso? Y te contestan: No, no me gusta, lo siguiente. No dices nada pero piensas, dentro de tu lógica: Si es algo más que gustar, sería, por ejemplo, que le chifla. Hasta que te das cuenta que gran parte del día, esa persona en cuestión utiliza el mismo cliché. Ya es un rinoceronte completamente perdido, y sin remisión. Y tú ya tienes miedo de que te haya contagiado ese virus, porque te vas pesando “Ese no es tonto, sino lo siguiente”.
Gracias a Dios ya pasaron las elecciones del 25 de
Septiembre, y con ellas ese empacho de “SORPASSO”. Y este vecino del mundo
siempre se preguntaba por qué no utilizaban el verbo “ADELANTAR”. Muy
probablemente porque de esa manera pretendían ser “los primeros de la clase”. Y
seguro que algo de eso había.
Mención aparte merecen esos anglicismos que ya nos han
invadido hasta lo más íntimo. Hoy mismo, en un negocio donostiarra, he visto que en
su publicidad, era una pastelería, anunciaban pasteles “home made”. Y he
llegado a la conclusión de que la diferencia entre “casero” y “home made” seguro
que indefectiblemente está en el precio, mucho más caro.
Y ya lo último, y que me ha motivado a escribir este
post es esa manía en la que últimamente, los periodistas deportivos especialmente,
pero que hoy ya lo he oído en otro tipo de ámbito, cada vez que entablan una
comparativa dicen que algo es “muy favorito”.
Que este vecino del mundo sepa, favorito solo puede ser uno, por eso
precisamente lo es, por lo que “muy” sobra.
He tomado una determinación; ya no voy a salir a la calle
nunca más, porque la calle ya está llena de rinocerontes. Y, por supuesto, he
quitado los espejos de casa… Más que nada, por si veo uno…
*FOTO: DE LA RED