Esta mañana por ser el día que es no pensaba escribir en el blog, pero en vista de los últimos acontecimientos me veo forzado a ello.
Esta noche, la Noche Buena, todo ha transcurrido con calma dentro de una excelente velada en la que en ningún momento hemos pretendido romper ningún récord gastronómico, y más bien hemos pasado, tanto veteranos como más jóvenes, un buen rato juntos cambiando impresiones de todo tipo.
Nos hemos ido retirando poco a poco, y los últimos habremos abandonado el campo base sobre las tres de la mañana.
Todo esto lo he contado para demostrar que esta mañana cuando ha pasado lo que ha pasado no estaba bajo efluvios alcohólicos ni de ningún otro tipo.
Aunque ya no tenemos en casa ningún niño en edad de creer lo increíble, y ya me entendéis lo que quiero decir, antes de acostarme y sin que me viera mi mujer, he preparado, y lo he dejado todo en la sala, un buen tazón de leche con café bien cargado, una buena hogaza de pan, un plato con membrillo y unas nueces, con una botella de brandy a medio empezar y su copa correspondiente. Creer no creo, y menos en Olentzero, porque en mi niñez se llevaban los Reyes Magos, pero por aquello de la equidad, no me ha parecido conveniente hacer ninguna distinción entre los tres magos, y el viejo carbonero, porque nunca se sabe...
Esta mañana sobre las siete de la mañana, ajeno totalmente a la escena anterior, y con la mente aún sin usar, me he dirigido al cuarto de baño, y cuando estaba utilizándolo para lo que está diseñado, he oído ruidos y he sentido como se creaba una corriente de aire. Y en ese momento, mi mente ya se ha puesto en una décima de segundo en posición de alerta, y me he dirigido a toda velocidad hacia la sala, donde he comprobado que la puerta del balcón estaba abierta de par en par.
Me he asomado al exterior en el momento en que un señor, bastante mayorcito, y entradito en carnes, terminaba de desprenderse de la fachada de nuestra casa. Iba vestido con una blusa negra y unos pantalones de mahon azul oscuro. Llevaba una gran chapela, yo creo que era para ocultar su cara.
Parece mentira que en tan pocos segundos haya bajado cuatro pisos. Está claro que la experiencia es un grado. Se ha montado en un viejo carromato, que le estaba esperando tirado por un burro que más o menos y en proporción debía de tener la misma edad que el presunto carbonero. Al irse he apreciado que todavía le quedaban unos cuantos juguetes, por cierto, y a simple vista, de una calidad bastante dudosa, y que me recordaba los que se venden en estos grandes almacenes que surten a las tiendas que ahora denominamos de chino. Tanto los juguetes como el carromato no hubieran pasado una ITV, si es que hubiera itv para juguetes y carromatos.
Tras cerrar la puerta del balcón, y mientras me volvía el pulso a su normalidad, he observado el panorama. Se ha comido todo lo que le he dejado, y de la botella de brandy ni olor.
Tal como están las cosas, y tras reflexionar, mínimas han sido las bajas, porque no he notado en falta nada más.
Está claro que esto no puede seguir así, porque tal como está la vida ahora, un simple carbonero, aunque sea el más veterano de toda la galaxia, cuánto puede ganar, porque el mercado del carbón que yo sepa ya prácticamente sólo se utiliza para hacer las castañas. Además teniendo en cuenta que últimamente Olentzero está casado, aunque para mí que le han obligado a casarse por aquello del cupo de sexos, bastante tendrá con atender sus obligaciones personales. O el gobierno vasco le da alguna subvención para el curro del veinticuatro de Diciembre, o vamos a acabar ya con el temíta, porque además sinceramente cualquier día se nos descalabra, y encima nos encierran a todos con un montón de cargos.
Como siempre me gusta fijarme en lo positivo, hoy es el día que he conocido a Olentzero y además nos queda todo el día para disfrutar, y para intentar apalabrar alguna que otra entrevista, naturalmente cobrando, por lo menos para cubrir los gastos, porque ...menudo saque tenía el buen señor.
*FOTO: DE LA RED