Ayer
me acordé de esa película en la que el personaje de Woody Allen se
pasaba un montón de tiempo vigilando al del kiosko de revistas hasta
que se quedara solo, con intención de comprarle varias revistas
porno. Al final cuando las intenta comprar sin que nadie se entere
de su propósito, el mismo vendedor le empieza a hablar muy alto
sobre las revistas que le ha pedido, y encima se las empaqueta con un
papel en el que hace publicidad del contenido.
Más
o menos este vecino del mundo vivió ayer un momento parecido al
entrar en una tienda especializada en chocolate, para comprar un
detalle para la Nuri, mi sufrida, pues no hará falta recordar que
hoy es el día de San Valentín.
Ni
que decir tiene, pues no voy a desvelar el contenido del regalo, que
el envoltorio era mucho más “voluminoso” que el continente, y
diseñado especialmente para que no pasara desapercibido durante su
transporte, como se puede ver en la foto. Aproveché muy sutilmente
para comentarle a la señorita que muy diligentemente me atendió,
que el día que quiera perpetrar un hecho delictivo, iré a su
negocio para crearme la coartada, ya que no pasaré desapercibido por
la calle, y cualquiera podrá atestiguar el minuto y segundo en el
que me pudo observar.
Hace
tiempo que se puso de moda eso de decir que “yo no practico el
regalar un detalle el día de San Valentín, porque eso se lo hago a
mi chica cualquier día del año”. Con lo cual quedas muy bien,
y no te gastas un duro, porque no lo vas a hacer, ya que no es lo
mismo ir con la persona que quieres a un sitio que a ti te apetece,
que hacerlo por ella.
El
amor, analizado fríamente, en realidad se parece mucho al carnet de
conducir por puntos. Todos llevamos una especie de marcador invisible
en el que vamos acumulando puntos a favor y en contra, y en realidad
lo conveniente es tener estabilizado el marcador de ambos tipos de
puntos, sin sobresaltos.
No
hay que confundir ésto con una vida aburrida, ni ser un Indiana
Jones del amor para vivir de aventura en aventura.
La
vida es una mezcla de sal y pimienta, y con la experiencia que dan
los años, hay que saber condimentar las vivencias juntos, sin que
empalaguen, ni empachen, pero que tampoco ninguno de los dos se quede
hambriento.
Como
se suele decir, a nadie le amarga un dulce, y en el paquete destinado
a la Nuri, había muchos.
*FOTO: F.E. PEREZ RUIZ-POVEDA