De los nuevos usos y costumbres motivados por las últimas leyes contra el consumo del tabaco en bares, ha nacido el filósofo de umbrales. Dícese de aquel que normalmente utiliza el consumo de tabaco y alcohol a la entrada de un bar o restaurante para ponerse a elucubrar de todo aquello que pasa por delante.
Antes se utilizaban los púlpitos en las iglesias para cristianizar al ya cristianizado, y sobre todo en el periodo de la posguerra para amenazar con el poder del Todo-poderoso a aquel que osara pensar de manera inadecuada, inadecuada al régimen en vigor.
Ahora, en el país vasco al menos, se están utilizando pequeñas barricas a modo de mesa para que el filósofo de umbrales se ponga a meditar en la soledad de la muchedumbre sobre aquél que pasa, que muy bien podemos ser nosotros.
Hace apenas una hora que he estado paseando con Afgano, mi bichón frisé, y he sido testigo de como un filósofo de esos, ha convertido medio cigarro en humo de una sola calada mientras nos miraba, y acto seguido se ha metido entre pecho y espalda la caña que reposaba delante de él.
Estaba claro que quería olvidar lo visto, yo sin embargo no voy a poder olvidar ni a él ni a sus ancestros.
En los años sesenta-setenta estuvieron de moda unos lugares llamados café-teatros, y en los cuales por el consumo de un ”trago largo”, veías una pequeña obra, normalmente picante, y con frases como: “-Hola, tengo un calor...” y aprovechaba el personaje en cuestiòn para desnudarse. Eran en realidad como prolongación de una parte del cine de la época, en el que solo se desnudaban si lo exigía el guión. Y, casualidad, el guión siempre lo exigía.
Ahora, está tan mal la cosa, que el teatro lo pones tú al pasar por la calle y el filósofo desde su atalaya juzga el mundo según te ve.
Me estoy planteando seriamente que cada vez que salga a la calle, taparme con una mascarilla aséptica la boca y la nariz, para ocultar mi rostro, como hacen en Japón, con el siguiente mensaje: “Estoy ensayando. Mañana estreno de pago.” Espero que se den por aludidos como nos hemos dado por aludidos Afgano y este vecino. El perro no ha querido ni comer. Y eso, al filósofo, no se lo perdonaré jamas.
*FOTO: DE LA RED