martes, 6 de marzo de 2012

CUESTIÓN DE HUEVOS

Muchas veces me da ganas de levantarme muy temprano por las mañanas para comprobar lo que los Reyes de las noticias, los periódicos digitales, han depositado junto a mis relucientes zapatos. Y hoy es uno de esos días que me han sorprendido al ver a dos políticos comportándose como niños discutiendo en el patio de Europa, sin nadie que les separe agarrándoles de las orejas.
El presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, ha criticado las recientes declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores alemán, Guido Westerwelle, quien le calificó como "el último dictador de Europa". "Mejor ser dictador que gay", ha afirmado Lukashenko, según recogen los medios de su país. Westerwelle reconoció en su momento abiertamente su homosexualidad.
El Señor Lukashenko al defenderse con otra acusación, en realidad está reconociendo, de una manera indirecta, lo que el político alemán dijo de él.
La verdad es que sin conocer la historia del Señor Lukashenko, suponiendo que sea un señor, al oír la palabra “dictador” normalmente me nace un sentimiento muy cercano al miedo, sin embargo, y como consecuencia de la débil defensa ejercida sobre sí mismo, hace que me lo imagine como al personaje de Charles Chaplin en “El gran dictador”, su pequeña figura jugando en su gran despacho con el globo terráqueo en sus manos, imaginando regir los destinos del mundo.
A este presunto dictador, pues como he confesado, desconozco su trayectoría, habría que recordar que la palabra “gay” nunca debe ser usada como un insulto, sino como una opción sexual, estando seguro que lo que él en realidad no entiende es la palabra “opción”, porque seguro que sus “súbditos” no tienen la posibilidad de elegir, que es la que practicó su colega alemán.
No se por qué pero esta historia me ha retrotraído a mi niñez, y a la carnicería de enfrente de casa. La mujer del carnicero, un bellezón rubio, siempre me dió la sensación de ser una de esas personas que no pertenecen al marco en que les ha tocado  vivir, sino a las películas de mi niñez que las disfrutaba precisamente en el cine también al lado de casa. Ella, en cada uno de sus embarazos, se ponía muy voluminosa. Una de las veces, un cliente del pueblo le dijo: - Pero...¡Lo gorda que estás!.
Con una sonrisa, el bellezón le contestó: -Lo mío es cuestión de nueve meses, pero lo tuyo...
Y es que el cliente había olvidado que lo suyo era unas treinta tallas más de las que por altura le hubiera correspondido usar.
La gran diferencia entre los dos políticos es que mientras el Señor Westerwelle se rige, al menos en su vida privada, por el corazón, el Señor Lukashenko lo hace con los huevos.

*FOTO: DE LA RED.

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