jueves, 25 de julio de 2013

HOY TENGO QUE HABLAR

Hoy, debería de hablar de la cantidad de cosas que me han ocurrido en apenas cuarenta y ocho horas, desde que este vecino del mundo ha cambiado de aires, los donostiarras por los torrevejenses.
Hoy, debería de hablar de cómo se va notando la diferencia, con notas de crisis, en una localidad acostumbrada a servir de decorado de muchos sueños de vacaciones, y en los que, cada vez más, restaurantes marineros, de comida campechana, y precios desorbitados, dan paso a restaurantes monocordes, de color wok, y precios recortados, como los ojos de sus propietarios, recortados orientalmente.
Hoy, debería de hablar de esos trabajadores o trabajadoras vacacionales que meten horas extras para poner sus sillas y sombrillas los primeros de la mañana, mientras sus señoras o señores disfrutan de un palmo más de cama, y de arrobas de tranquilidad marital.
Sin embargo, hoy tengo que hablar de lo ocurrido con más de dos centenares de personas que ayer por la noche tuvieron la mala suerte de estar en el sitio equivocado, en el momento equivocado, y que sus vidas han girado inevitablemente mientras su tren no lo hacía en una curva en las inmediaciones de Santiago de Compostela.
Hoy tengo que hablar del momento cuando la política desaparece para hablar de sentimientos, y de muestras de ayuda, solidaridad, y amor entre desconocidos pero entendidos por pertenecer a la misma especie, y donde una lágrima significa lo mismo en cualquier idioma.
Hoy tengo que hablar de esos momentos que trascienden al tiempo, y son algo más que una foto para los votantes, y unos datos para un archivo. Momentos en los que sobran las palabras, porque no pueden describir la crudeza de unas vidas rotas que han terminado para siempre, y de otras que inevitablemente nunca volverán a ser como antes de aquella curva, que fuera por lo que fuera, se tomó mucho más rápida que la despedida que no tuvieron los que por siempre han quedado anclados en ese momento.
Hoy tengo que hablar de todos esos cargos involucrados en este suceso, para que después de las fotos y las declaraciones, sigan recordando al cabo de un tiempo, que las víctimas no fueron nunca un número, sino un conjunto de sueños y esperanzas rotos sobre una fría vía de tren que en un tiempo fue lo último en tecnología, y que quizás ahora solo sea lo último de la tecnología.
¡Descansen en paz todas las víctimas del tren que nunca llegó a Santiago de Compostela, y nuestro pésame a todos sus familiares y amigos!

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