miércoles, 11 de febrero de 2015

LOS DOS DAVID, Y LAS CHURRAS Y LAS MERINAS


Esta mañana leyendo una noticia en un periódico digital, me ha venido a la mente esa frase que creo que es de un cuento: ¿Qué le pasa a la Princesa que está triste? La única variante  es que en realidad el protagonista de la noticia era un hombre, un Príncipe, en este caso David Bisbal, que según noticias provenientes de la misma Argentina parece que lo suyo con La China, la actriz Eugenia Suarez, parece que ha finiquitado. Y esa noticia me ha retrotraído al año 2001,  exactamente a la primera edición de aquel fenómeno televisivo que fue Operación Triunfo, y aquello jovencitos, a los que se les dio por denominar de manera despectiva como Los triunfitos. Ya se sabe que en España si al triunfo se le considera pecado, entonces los triunfadores en ello llevan también su penitencia.
Y en aquella “ola” de nuevos valores,  había dos jóvenes talentos, y que por casualidades de la vida, los dos se llamaban, y se llaman, David, uno Bisbal y el otro, el más joven del grupo, con 18 años recién cumplidos, Bustamante.
Ante todo tipo de teorías, no hay nada como el tiempo para poner a cada uno en su lugar. Mucha gente se preguntaba quién de los dos era mejor. En realidad, aunque les unía la juventud, los dos eran muy diferentes, y siguen siéndolo. Bustamante todo electricidad, no piensa con el cerebro, piensa con el corazón, y eso le hace decir siempre lo que piensa.
Para ser políticamente correcto está el de Almería, David Bisbal, sabe que en su momento era el prototipo que toda madre hubiera querido tener como hijo, el hijo perfecto, y lo sigue cultivando. El problema del paso de los años es que salen las arrugas. Y este vecino del mundo no se refiere a las físicas, que también, sino a sacar la patita de lo políticamente correcto.
El Busta, Don David Bustamante, sacó la patita muy jovencito, con aquellas malas compañías que tuvo y que le afectaron hasta físicamente. Pero supo, no renacer de sus cenizas porque no fue para tanto, pero sí cambiar de rumbo, y ese nuevo camino le ha hecho un hombre como persona, incluso padre, y mejorar como artista, aprendiendo a tocar instrumentos y aventurándose en labores de compositor. Nunca le ha importado hablar, y lo hace, quizás se pueda contradecir, pero como lo hacemos todos. Porque hoy puedes pensar una cosa, y mañana la contraria, en la práctica del libre albedrío.
El problema de querer dar la misma imagen, como le puede pasar a Don David Bisbal, es que corre el riesgo de quedarse en un eterno Peter  Pan. Ha cambiado en lo básico, ahora para muchas actuaciones se viste de smoking, y domina el negro sobre el blanco de antaño, y ha cambiado en muchos casos el estruendo de lo eléctrico, por el famoso unplugged. Por lo demás, en cuanto sube las notas de una canción, no canta alto, sino que chilla, al intentar mostrar la potencia de voz.
El Señor Bustamente da imágenes de su vida privada, y el  Señor Bisbal identifica su vida privada con el backstage, haciendo publicidad encubierta de cada uno de sus conciertos a lo largo y ancho del mundo. Nadie pide nada, o todos piden todo, pero en cada uno está el saber ofrecer, si quiere, lo que quiere que se sepa de él, pero no haciéndonos pasar churras por merinas. Si no quieres que se sepa nada de tu vida privada, cosa muy loable por cierto, no lo hagas, pero no mandes como noticias de tu “otra vida” los momentos previos a un concierto, porque eso es PROPAGANDA.
Por todo lo dicho, todos pensarán que me cae peor Bisbal que Bustamante, cuando en realidad todos los concursantes de la primera edición, fueron mis niños, como de la mayoría de los españoles, y siempre se ha dicho que quien bien te quiere, te hará sufrir. Y últimamente el Señor Bisbal se está descarriando, porque no hay que cuidar la imagen, sino que hay que ser como se quiere ser, pero a su vez siendo consecuente con todo. No dedicarse, como ya dicho, a la venta de ovejas, y deshonestamente vender churras por merinas.
En su momento, Bustamente y Bisbal, cantaron juntos “Dimelo”, y uno, el primero, ha cumplido y nos lo ha dicho, el otro juega a decirlo, y nos engaña. Pero los padres perdonamos todo; eso sí que no nos tomen por tontos.

*FOTO: DE LA RED

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