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lunes, 8 de diciembre de 2014

NI PARPADEE (...A ESTAS ALTURAS DE LA PELÍCULA

Este fin de semana y como patrocinado, o casi forzado, por el mal tiempo  que prácticamente nos ha invadido, he tenido la suerte de ver “Magia a la luz de la luna”, último “vehículo”, por ahora, de Mr. Woody Allen.
Algunos dirán, seguro, que es una película menor del director americano, y con el devenir de los años, quizás así sea, pero este vecino del mundo ha degustado este auténtico plato, bien condimentado, de buen cine, y se ha quedado tan feliz.
Quizás, el Señor Allen, como buen y reputado chef de productos cinematográficos, de antemano sepa la receta de una buena historia, y ésta la tiene aunque vaya por el camino de la sencillez.
En la Francia de los años 20, un reputado mago inglés (Colin Firth), que adopta siempre para sus actuaciones la apariencia de un personaje chino, tiene una especie de cruzada  contra los falsos médiums, y esta vez decide desenmascarar a una joven (Emma Stone). Y la historia se enmarca en la citada relación, y los temas habituales en la filmografía del Señor Allen como son la vida, la muerte,  su relación con las mujeres, y con los demás. Aderezado todo ello en una presunta Costa Azul de bellísimos paisajes a todo color y bajo la fotografía de un inspirado Darius Khondji.
Siempre que voy a ver una película del Sr. Allen, y antes de entrar en la sala, tengo presenta que en teoría  son producciones con poco dinero, pero que luego en pantalla lucen mucho más que lo “gastado” y ésta es un claro ejemplo de ello.
Durante la proyección de esta película dos grandes obras, por momentos, se han cruzado en mi mente. La primera es “El gran Gatsby”, que apareció en mi mente durante el desarrollo de una escena nocturna en el transcurso de una gran fiesta de una más que evidente alta sociedad, y la otra es “My fair Lady”. Ésta viene a colación por la manera tan machista de concebir la vida por parte del protagonista, y que su comportamiento, en especial en las escenas finales, es más que evidente.
Creo que el Sr. Woody Allen ha estado especialmente hábil en el casting, en cuanto al dúo protagonista, y en el personaje de la tía del mago en cuestión.
Un Colin Firth como prototipo del inglés más irritante y pagado de sí mismo, en el que él y sólo él es su auténtica pareja, ya que está profundamente encantado de haberse conocido, y la bella Emma Stone, solo podrá llegar a formar parte, en realidad, de un trío. 
La Señorita Stone compone un delicado personaje de una sospechosa médium, a medio camino entre la candidez y la mujer que en realidad puede ser totalmente autónoma.
Como dicho anteriormente, este vecino del mundo incluiría también a escasos centímetros de la pareja protagonista, a Eileen Atkins como la tía Vanessa, y que en realidad es la única capaz de lidiar con el orgullo recalcitrante del personaje de Colin Firth, y que actúa como una especie de frontón transformando las preguntas de su sobrino en respuestas, sin ella aparentemente hacer nada.
Mención aparte merece la española Sonia Grande en cuanto al vestuario y que, por la época en cuestión, tiene especial relevancia en el desarrollo de la historia.
Para muchos, como ya se ha dicho, quizás estemos ante una obra menor de un gran genio, Woody Allen, pero personalmente me tuve que poner un babero para evitar manchar mi ropa, ante un producto como el presente, con el que uno no se topa todos los días.
El mejor truco de la película, ya que la historia tiene que ver mucho con el mundo de la magia, es que 97 minutos, su metraje, se pasan en solo dos. Por eso al comenzar la proyección conviene estar especialmente atentos, y no parpadear, para no perderse esta bonita historia. 
No te arrepentirás.

*FOTO: DE LA RED