Quizás una de las noticias de la semana sea ese “selfie”
de un agujero negro, el primero que se deja fotografiar antes de una noche que
seguro que acabará en “after galáctico”.

Lo del agujero negro, siempre me ha traído a la mente, un
libro del rápidamente olvidado Álvaro de Laiglesia, “Los que se fueron a La
Porra”, en el que creo recordar que “La Porra” se encontraba en el extrarradio
de Madrid, y allí eran mandados lo peor
de cada casa intelectual, o los incomprendidos del arte.
Pero esta imagen de un agujero negro tiene cierta
belleza y mucha sugerencia, quizás no para servir de casa a estrellas rutilantes, pero sí a todos
esos, especialmente vía realities o braguetazo sonado han surcado en algún
momento el neón de nuestro papel cuché. Quizás si buscáramos “Cantora” en
Google Maps, descubriríamos que el epicentro está en esa niña del ojo que se
adivina en la fotografía. Y que el cirujano que toca y retoca a nuestros eternos famosos, acabará muy
pronto en alguna parcela cercana a ese agujero negro, donde anidarán también,
sin duda, todos esos sueños gloriosos que no pasaron de dos o tres noches de
tertulianos de ombligos con pelusas de abolengo caducado.
Una semana que ha unido en el tiempo agujeros negros, contrato millonario para una estrella que fue (y que si no puede seguir
brillando en los escenarios, lo intentará debajo de cualquier palmera tropical),
con final de realities, y La Voz. Todos tienen en común, el visto y no
visto, el perderse rápidamente en la galaxia de nuestra memoria, y el tirar de
la cadena sideral, aunque ya sepamos que en el espacio no se reproduce el
sonido, y consecuentemente los detritus aparecen sin avisar…
*FOTO E ILUSTRACIÓN: DE LA RED