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domingo, 22 de noviembre de 2015

CABREO A LA DONOSTIARRA



Si de algo este vecino no es dudoso, es de su cariño, e incluso amor, por Donosti. Uno no es donostiarra de nacimiento, eso no se puede elegir, pero sí de adopción, eso se busca, y algunas veces el destino te lo otorga. Pero lo de hoy, un frío y lluvioso domingo, no es de recibo.

No es de recibo que en un Donosti, puro referente turístico, no haya un sitio donde cobijarse, a la una menos cuarto del mediodía, mientras se espera, cuarenta y cinco minutos, al autobús en la provisional estación de autobuses, que solo lleva abierta treinta y cinco años. Los dos bares cercanos cerrados, y en el hotel de al lado, sólo sitio al lado de la barra y de pie. Da la sensación de que se cuida el "todo", pero se han descuidado los detalles.

Por un momento hemos creído que Dios se apiadaba de nosotros, y aunque sea, para calentarnos,  podíamos comprar unos churros en la churrería que se suele instalar temporalmente muy cerca de la estación. Se acerca La Nuri, mi sufrida, con ansias, con nerviosismo, seguramente muy similar al sentir que alguien puede tener al encontrarse un chiringuito en la mitad de un desierto, y que se teme que de un momento a otro descubra que solo era un espejismo. Dispuesta a pedir, si hiciera falta, cincuenta docenas de churros, en caso de que solo prepararan para grandes grupos, y la mujer encargada le dice, que a esa hora no es posible, que está limpiando.

Uno nunca ha tenido una churrería, pero como en cualquier bar, o restaurante, este vecino del mundo juraría que eso, la limpieza del local, y naturalmente de los utensilios, se debería de hacer al final de la jornada laboral, con todo aún caliente, y más fácil de quitar. Pero, Donosti, es diferente.

Gracias a Dios, y teniendo en cuenta que en esta ciudad no te cobran, sino que te clavan, la dependienta ha tenido un detalle con La Nuri, y no le ha pedido nada por tener a bien contestar a las preguntas. Todo un detalle por parte de la churrera.

Pero nosotros nos hemos quedado como las ovejas ante la vía del tren, viendo la vida pasar, sintiendo frío y una total incomprensión.

Qué queréis que os diga, este vecino del mundo, solo ha podido deducir que para qué van a tener los negocios más tiempo abiertos, si con el tiempo que tienen a bien abrir, y con lo que cobran, ya hacen realidad sus sueños.

Y que nadie me venga recordando que ya por fin en muy poco tiempo estará inaugurada la eternamente, y ésto es literal, esperada nueva estación de autobuses. Porque seguro, seguro, que alguien se ha olvidado diseñar algo, visto lo del despiste con las dársenas para minusválidos. Parece, al menos, y no es poco, que ya hay túnel de entrada y de salida para los autobuses que eso no es poco.

¿Que parezco cabreado? No, lo estoy y mucho. Cada vez estoy más convencido, y esto va a doler, que Donosti hace muchos años se durmió en los laureles, y ahí sigue. De vez en cuando, cuando los concejales tienen a bien ponerse de acuerdo, y no queda la cosa en un eterno estudio, hacen algo nuevo, y lo publicitan hasta la extenuación. Pero el currito que está tieso, a pasear por el “marco incomparable”. Y eso, hasta que a algún genio se le ocurra hacerle alguna modificación en lo que la naturaleza nos dejó, y tengamos que pagar por verlo y disfrutarlo. ¡Al tiempo!

Y mientras, ahora, en casa, con los pies dentro de un barreño con agua caliente, intentando quitarme el frío que un simple bar abierto, un café con leche y un pincho de tortilla, lo hubieran evitado. Ya sé que uno es muy raro, y que es su culpa, y no de La Bella Easo, que por cierto, es marca registrada … en Zaragoza. Esa es otra, y no espabilaremos nunca.

*FOTO: DE LA RED