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sábado, 26 de julio de 2014

EL CARNAVAL DE LA PORRA

Mirando a su alrededor, este vecino del mundo no debe ser, aunque está de vacaciones, un veraneante cien por cien. Y es que en la localidad alicantina en que se encuentra, es costumbre entre foráneos y nativos (no importa los grados que se sientan, ni los que se prevean) desayunar unas buenas porras. 
Sin embargo, gracias al chip interno con el que todos nacemos, a este vecino decir “porras” equivale a “mandarle a la porra”, y debajo de esa ropa de mercadillo (varias tallas más grandes, por aquello de las rozaduras, que también es indispensable en el código hispano del buen veraneante) con la que se encuentra ataviado para pasar desapercibido, aparece la subida de tensión que creía olvidada al intentar alejarse del día a día del españolito medio.
Y es que todos los días se encarga alguien de mandarnos a la porra.
Mariano Rajoy con sus celebraciones de que ha bajado el paro más que nunca desde que la crisis nos hizo suyos. 
No hace falta ser economista, y por eso este vecino no está dispuesto a comprarle porras, ya que cuando uno se sumerge, y toca fondo, solo queda remontar, y España ha comenzado a remontar. Tras el Señor Zapatero, al que se culpa (y también tiene culpa, por supuesto) hasta de la muerte de Manolete, con Rajoy, ahora Rajoy “El eufórico”, también subió el paro, y como se diría en Andalucía, “una jartá”. Pero lo sangrante ha sido lo que han hecho con el derecho de los trabajadores, no es que lo han reformado, sino que prácticamente lo han violado,  y ya nunca será el mismo, porque nadie va a tener los santos bemoles de desandar el camino andado.
También nos quiere mandar a la porra el representante de la patronal, que a la sombra del júbilo presidencial aprovechó para decir que ahora lo importante es crear trabajo sin tener en cuenta la calidad del mismo, es decir, ganando una porquería y en unas condiciones ínfimas. 
Ahora se ha sabido también, que el piloto y la copiloto del Swiftair accidentado en África, tenían un contrato por  obra para el verano, y ganaban unos novecientos euros mensuales.  
Más de una vez, ya le he dicho a La Nuri, mi sufrida, que de aquí, al derecho de pernada, ya no queda nada, y que cualquier día nuestro jefe “se va de vacaciones con nuestra santa”, y encima pagamos nosotros todo, como siempre.
Y ya, para terminar por hoy, el último que se ha sumado a mandarnos al carnaval de la porra, ha sido el Señor Pujol, Don Jordi, que ha confesado que durante treinta años no le ha dado tiempo a regularizar un dinero que su padre, al comienzo de los ochenta, le dejó en herencia en Andorra, y que la culpa no es de ningún miembro de su familia, sino solo suya.
Para que luego digan que el tiempo no pasa rápido, A Don Jordi, se le han pasado treinta años decidiéndose.
Si los curritos de a pie, supiéramos pensar, cosa que dudan los gerifaltes, se pudiera incluso creer que la estrategia del Señor Pujol, Don Jordi, es atraer la atención, y la culpa, sobre él mismo, que por aquello de la edad ya está más bien para sopitas de ajo, o en su caso “pan tumaca”, o mejor “pan con su santa”.
Por eso, todos y cada uno de los días de vacaciones que este vecino del mundo está junto al Mediterráneo, procura no pasar en toda la mañana junto al puesto del churrero y ver la cola de los que se dejan mandar a la porra, como corderitos ante su último viaje. Seguro que cerca, muy cerca de esa cola, hay algún político o empresario que “eso” le pone.

*FOTO: DE LA RED