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lunes, 28 de julio de 2014

EL VERANEO COMO ENFERMEDAD

Nunca he comprendido ese ansia por cambiar, o cuando menos de hacer cosas diferentes cada vez que nos declaramos en vacaciones. Este vecino ha utilizado la expresión “declarar” como cuando se proclama una epidemia. Y es que, bien pensado, estar de vacaciones puede ser una enfermedad, que se cura con el tiempo.
Una cosa es que en la mayoría de los casos, vayamos a sitios donde hace bastante calor, y otra que eso nos de “licencia de corso”  para cambiar nuestra indumentaria hasta rayar con lo hortera, porque si te vieran en la oficina en la que trabajas (o en la que trabajabas antes de que te despidieran, con mucha pena por parte del empresario, eso sí, pero es que no quedaba más remedio) serías chantajeado de por vida. Además en vacaciones se nos olvida el concepto “talla” y nos da lo mismo que nos quede grande o pequeño, porque era una “ganga” que no se podía desperdiciar en el mercadillo de turno.
También es de mencionar esas ansias que nos entran de verlo todo a través de una pantalla, bien sea del móvil, cámara de fotos, o videocámara. Más de uno, con tal de que se vieran “sus aventuras” por la pantalla, ni se daría cuenta de que, en realidad, se ha quedado en casa. Fotos y fotos, que dentro de un mes no sabremos en qué archivo se encuentran, o nos daremos cuenta de que al intentar recuperar espacio en el disco duro del ordenador, nos hemos cargado el archivo, y procuraremos no confesar nuestro error a la sufrida (esposa) de turno, parapetándonos en “cariño, seguro que has movido tú el archivo sin darte cuenta”.
También es “de juzgado de guardia” esas ganas locas de hacer todo tipo de colas, Este vecino está convencido de que más de “un veraneante” se habrá colocado en una cola sin saber para qué era, partiendo de que si hay gente con pinta de “guiri”, seguro que es interesante.
Siguiendo con las colas, este vecino nunca ha entendido esas ganas de esperar haciendo cola para cenar en la terraza de un chiringuito determinado, entendiéndose por “terraza”,la pura y dura calle, mientras el interior de muchos de esos locales, está prácticamente vacío.
Y es que, como ya comentado, en verano nos volvemos muy raros, tanto como para ir a por churros  a esa caravana que está al lado del paseo marítimo, haciendo, por supuesto, otra cola, cuando el termómetro puede estar tranquilamente superando los treinta grados. Alguna vez este vecino ha llegado a pensar, que la explicación no es otra que la de utilizar la  propia grasa del churro para “engrasar” nuestro propio cuerpo, y así lograr un moreno más natural.

*FOTO: DE LA RED

sábado, 26 de julio de 2014

EL CARNAVAL DE LA PORRA

Mirando a su alrededor, este vecino del mundo no debe ser, aunque está de vacaciones, un veraneante cien por cien. Y es que en la localidad alicantina en que se encuentra, es costumbre entre foráneos y nativos (no importa los grados que se sientan, ni los que se prevean) desayunar unas buenas porras. 
Sin embargo, gracias al chip interno con el que todos nacemos, a este vecino decir “porras” equivale a “mandarle a la porra”, y debajo de esa ropa de mercadillo (varias tallas más grandes, por aquello de las rozaduras, que también es indispensable en el código hispano del buen veraneante) con la que se encuentra ataviado para pasar desapercibido, aparece la subida de tensión que creía olvidada al intentar alejarse del día a día del españolito medio.
Y es que todos los días se encarga alguien de mandarnos a la porra.
Mariano Rajoy con sus celebraciones de que ha bajado el paro más que nunca desde que la crisis nos hizo suyos. 
No hace falta ser economista, y por eso este vecino no está dispuesto a comprarle porras, ya que cuando uno se sumerge, y toca fondo, solo queda remontar, y España ha comenzado a remontar. Tras el Señor Zapatero, al que se culpa (y también tiene culpa, por supuesto) hasta de la muerte de Manolete, con Rajoy, ahora Rajoy “El eufórico”, también subió el paro, y como se diría en Andalucía, “una jartá”. Pero lo sangrante ha sido lo que han hecho con el derecho de los trabajadores, no es que lo han reformado, sino que prácticamente lo han violado,  y ya nunca será el mismo, porque nadie va a tener los santos bemoles de desandar el camino andado.
También nos quiere mandar a la porra el representante de la patronal, que a la sombra del júbilo presidencial aprovechó para decir que ahora lo importante es crear trabajo sin tener en cuenta la calidad del mismo, es decir, ganando una porquería y en unas condiciones ínfimas. 
Ahora se ha sabido también, que el piloto y la copiloto del Swiftair accidentado en África, tenían un contrato por  obra para el verano, y ganaban unos novecientos euros mensuales.  
Más de una vez, ya le he dicho a La Nuri, mi sufrida, que de aquí, al derecho de pernada, ya no queda nada, y que cualquier día nuestro jefe “se va de vacaciones con nuestra santa”, y encima pagamos nosotros todo, como siempre.
Y ya, para terminar por hoy, el último que se ha sumado a mandarnos al carnaval de la porra, ha sido el Señor Pujol, Don Jordi, que ha confesado que durante treinta años no le ha dado tiempo a regularizar un dinero que su padre, al comienzo de los ochenta, le dejó en herencia en Andorra, y que la culpa no es de ningún miembro de su familia, sino solo suya.
Para que luego digan que el tiempo no pasa rápido, A Don Jordi, se le han pasado treinta años decidiéndose.
Si los curritos de a pie, supiéramos pensar, cosa que dudan los gerifaltes, se pudiera incluso creer que la estrategia del Señor Pujol, Don Jordi, es atraer la atención, y la culpa, sobre él mismo, que por aquello de la edad ya está más bien para sopitas de ajo, o en su caso “pan tumaca”, o mejor “pan con su santa”.
Por eso, todos y cada uno de los días de vacaciones que este vecino del mundo está junto al Mediterráneo, procura no pasar en toda la mañana junto al puesto del churrero y ver la cola de los que se dejan mandar a la porra, como corderitos ante su último viaje. Seguro que cerca, muy cerca de esa cola, hay algún político o empresario que “eso” le pone.

*FOTO: DE LA RED

lunes, 5 de agosto de 2013

FAUNA VERANIEGA

Ya nos recordó el genial y habitualmente cabreado Fernan Gómez que las bicicletas son para el verano. Pero otras muchas cosas son para el verano también.
Cuando uno toma sus vacaciones en Agosto, es como si se sintiera uno de los protagonistas de “Atrapado en el tiempo”, película también conocida como “El día de la marmota”, y le ocurrieran continuamente escenas ya vividas, o frecuentes déjà vu, como diría el “enterao” de turno.
Decir Agosto es decir: operación salida, operación retorno, el famoso concurso de El cante de las minas, Celedón, Marijaia, y las Semanas Grandes, de muchas ciudades; sin olvidar a las famosas Lágrimas de San Lorenzo.
Este vecino siempre ha pensado que el oficio de periodista es como el de médico, que está abierto las 24 horas del día. Por lo demás, salvo los imprevistos, si se tiene una carpeta a modo de archivo de cada mes, hay noticias que se repiten todos los años, y ser periodista en Agosto, es un poco más fácil, y sino que se lo pregunten a los propietarios de emisoras de radio, que en estas fechas están plagadas de becarios, y siguen funcionando igual. Y es que los becarios también son para el verano. 
Más de uno se preguntará la diferencia entre “turista” y “veraneante”, y para este vecino del mundo, la diferencia es clara, turista es aquel que aprovechando unos días de vacaciones, este año va a un lugar y el siguiente a otro. Aunque pueda repetir estancia, no es lo habitual. Sin embargo el veraneante, termino cada vez más en desuso, es, por decirlo de alguna manera, aquel que vuelve al mismo lugar, y no precisamente en Navidad, sino cada vez que tiene vacaciones, normalmente largas temporadas, aunque en la vida actual cada vez son menores.
Antes de terminar por hoy, este vecino, va a hacer una corta lista de personajes sin los que el verano no sería lo mismo, y normalmente no los relacionamos con las vacaciones estrictamente:
-Todos aquellos que en contraposición a la figura del vampiro, en cuanto ven la primera luz del día, se pertrechan de todo lo pertrechable y desmontable, y se posicionan en primera linea de playa, sin mirar siquiera, si ese día va a llover o no. Y es que en el chip que nos incrustan al nacer, en el verano no llueve, y hay que tomar el sol porque sino, seremos diferentes, y eso no se puede permitir.
-El ingeniero en levantar músculos, también denominado “culturista”. Ya que ¿qué es una playa sin un culturista aficionado?, y que con cara de pasar desapercibido, intenta su segundo de gloria ante tus ojos. Siempre van acompañados de su pareja, aunque lo curioso del caso es que nunca, nunca, van a la par. El culturista en cuestión siempre va delante o atrás, con lo cual a la otra persona le está convirtiendo en estrella, ya que ellos parecen sus guardaespaldas.
-El trabajador de chiringuito, con color de esclavo, sonrisa jovial, y ademanes de camionero, en realidad se cree un donjuán, y solo es utilizado por la turista de turno para que le sirva más rápido.
-Y, en general, “la fauna”, dicho con todo el cariño y admiración, de que se compone todo mercadillo que se precie. 
Uno siempre se pregunta que cuando se termina ese mundo, normalmente al mediodía, dónde están esas personas, y si siguen gritando el resto del día, esta vez a sus allegados, incluso para pedir la sal durante la comida.
¿Vestirán, cuando van de “paisano”, las mismas ropas? ¿Comprarían su propia casa también en un mercadillo? ¿Existen estudios que te preparen para trabajar en ese medio?
El verano, y las vacaciones estivales, son un mundo, y en muchos momentos seguro que el sol no lo alumbra todo.

*FOTO: DE LA RED